“El río San Juan venía con mucho caudal y se necesitaba cruzar mercancías y esto se hacía en unas balsas hechas con palos y cueros de vaca”, cuenta Don Ramón Azaguate, de 76 años, patriarca del lugar y representante de la comunidad huarpe de El Puerto. Este paraje mendocino es el último poblado antes de cruzar a tierras sanjuaninas, por el puente del río San Juan, de la ruta 142. Para la gran mayoría, la zona es más reconocida como El Encón o Encón, el nombre del primer poblado de la provincia vecina, ubicada en el departamento de 25 de Mayo. Pero para los mendocinos de Lavalle, este sitio es El Puerto.
Cabe aclarar que aquí comienza la denominada ruta de las altas cumbres, luego de cruzar a San Juan, se toma la 20 hacia el norte de San Luis y por esta vía uno puede llegar hasta Carlos Paz, una vez atravesadas las altas cumbres cordobesas, desde Mina Clavero.
Don Ramón recuerda que su papá, Javier Azaguate, nacido en abril de 1920 fue testigo de una época de esplendor del lugar. Asegura que este sitio en realidad se llama Guentota, así lo denominaron los antiguos pobladores. Pero con el tiempo, el paraje fue reconocido por El Puerto y quedó oficializado cuando hicieron el destacamento policial, hace más de 60 años. Es que la gente le llamaba así por las balsas que estaban de un lado y otro del río dispuestas como medio de movilidad.
Ramón se remonta a 1938, cuando un grupo de alemanes de apellido Beldeger instalaron una cantina para proveer a la gente del lugar. Había una intensa actividad. Estas balsas transportaban leña, carbón, estacones para viña, sulfato de sodio, que iban en carro desde Mendoza hasta Las Casuarinas (San Juan) a unos 70 km. Esta mercadería era cargada en tren a Buenos Aires. Desde San Juan a Mendoza se transportaban víveres de todo tipo. Esto fue hasta fines de la década del 50.
Lamentablemente no se han encontrado registros fotográficos de esa antigua balsa que hasta hace 60 años se usaba para cruzar personas y mercaderías por el río San Juan.
María Navarra, profesora de historia y vecina de Lavalle, comenta que formalmente no se cuenta con información sobre el origen del paraje y explica que el nombre puede llegar a tener una raíz más antigua, ya que este territorio (Lagunas de Guanacache), compartido por poblaciones huarpes y también comechingones, hoy es una zona tripartita compartida por las provincias de San Juan, San Luis y Mendoza. En ese contexto, Navarra indica que se puede llegar a deducir que en tiempos de la colonia y precolombinos, este sector tuvo una importante actividad y punto de intercambio entre las poblaciones. Y al llegar los españoles, probablemente hayan nombrado a este lugar así, porque tiene las características de un puerto.
Solos, sin ayuda
“La ruta 142 vino a reemplazar este sistema, construyeron un puente y se habilitó el camino llamado de “las altas cumbres”, dice Miguel Purpora quien visita la comunidad periódicamente y fue uno de los principales colaboradores en la construcción de la escuela del lugar: la gran obra que hizo la misma gente. Y lleva el nombre del querido artista Máximo Arias, que también anduvo por estas tierras. Purpora, además realizó dos documentales sobre el último poblado mendocino. Si bien en el paraje habitan 32 familias, en los 25 puestos cercanos viven más de 300 personas.
“No es gente pobre, vive como lo hecho siempre, sin ningún tipo de ayuda, está acostumbrada a que vengan a visitarlos cuando hay algún tipo de interés, electoral principalmente”, aclara Patán Purpora y describe que la principal actividad es la crianza de cabras especialmente y la comercialización del junquillo, además de las artesanías. Y entre todos los servicios que faltan en pleno campo mendocino, pero a escasos 150 km de la ciudad capital, es la falta de agua, el elemento que sobraba en otros tiempos. Esto los limita incluso hasta para ampliar la cantidad de animales, porque un grave problema que tienen ahora es la alta mortandad por falta de agua.
Si bien en El Encón (nombre tomado del cacique Huarpe de la zona), también padece la escasez del líquido elemento, se trata de un poblado con mayor infraestructura. Está a algo más de 100 km al sur de la capital sanjuanina y allí viven unos 400 habitantes, cuenta con un salón comedor para los transportistas y visitantes, una estación de servicio, gomería y almacenes, además de un centro integador comunitario, donde sanjuaninos y mendocinos se reúnen periódicamente. Es que más allá de las jurisdicciones provinciales, se trata de una comunidad que reside allí desde tiempos inmemoriales.
“Recogemos el junquillo y lo vendemos a gente de distintas provincias, se utiliza para hacer escobas y el techo para los quinchos. Lo cortamos y lo vendemos a gente de Buenos Aires y Santa Fe especialmente”, explica Nena Lucero en el documental que realizó Miguel. Allí también se destaca de la devoción religiosa de la gente, que cada 16 de agosto prepara la celebración de San Roque, una tradición que la introdujo Doña Ester Suárez, antigua dueña del lugar y quienes todos recuerdan con cariño.
Las plantas de algarrobo, chañar, jarilla, retamo y atamisque crecen en el secano lavallino (mal llamado desierto), allí los animales crecen sobre un terreno cada vez más hostil, las huellas de salitre recuerdan el gran humedal que compone el sistema de las Lagunas de Guanacache.
Pasada la temporada de crianza y comercialización de chivitos, los lugareños se dedican a cortar junquillo, mientras otro grupo, liderado por mujeres trabajan en el telar con la lana esquilada de sus ovejas.
Por el regreso del agua
“Soy uno de los jóvenes que decidió quedarse, me dedico a las artesanías, tejido, cerámica, estamos como en un proceso de recuperar o construir nuestra identidad como pueblo huarpe y es lo que venimos haciendo las y los artesanos: enseñarles a los más jóvenes”, comenta Paul Molina. Y agrega: “Aquí siempre hemos tenido intermediarios, trabajamos con el Mercado Artesanal Mendocino, pero a veces tenemos que buscar otras formas de comercialización; también trabajamos con el Almacén Campesino y a través de las redes sociales”.
Jésica Godoy es agente sanitario, nacida y criada en El Puerto, asegura que “ahora la urgencia es habilitar un espacio para atención médica. Este lugar ya lo tenemos construido por las mismas familias, es muy imporante este servicio, porque el centro de salud más completo que tenemos del lado mendocino está a 100 km, en Costa de Araujo y a 35 km tenemos uno más pequeño, en San Miguel. Pero aquí, la mayoría de la gente no tiene movilidad”, explica Jésica. El transporte colectivo pasa dos veces por semana.
Miguel Jofré, celador de la escuela Máximo Arias, que está a cargo del director Mario González, comenta que los chicos de El Puerto van a la secundaria en El Encón y se lamentó que este no alcanzó a llegar agua a la zona. “El agua del río Mendoza sólo llegó hasta las Lagunas del Rosario este verano (a casi 25 km). Hace muchos años que no pasa agua, cuando llueve fuerte, pasa el agua por el río San Juan, pero después queda la arena nada más. Y así estamos desde hace 12 años”. Hace unos años, alumnos de la escuela Arias contaron la historia del lugar.
El folclorista cuyano Marcelino Azaguate prácticamente vivió toda su vida en el área metropolitana de Mendoza, pero compartió muchos años desde chico junto a sus familiares de El Puerto. “Tengo recuerdos maravillosos del lugar, el río lo cruzábamos en bote. Hoy el principal reclamo es la falta de agua. Si bien hay una red que abastece a la población (acueducto desde Gustavo André), es fundamental tener un pozo, una perforación para la crianza de los animales y para desarrollar la agricultura”, comenta Marcelino. Y añade: " El gran reclamo que hay que hacer es que el Río San Juan vuelva a tener agua. Las Trancas, zona limítrofe entre San Juan, San Luis y Mendoza fue declarado sitio Ramsar que protege los humedales del mundo. Tenemos que ver cómo se puede cumplir esta ley de protección internacional para que el agua vuelva al río San Juan y también a las lagunas del Rosario”.
Leyendas, la visita de Martina Chapanay y el recuerdo de Santos Guayama
”Por estos pagos existen muchas creencias e historias, El encanto de los altos limpios, El gritón y una historia de polico”, comenta Paul. Sobre esta última historia, indica: “Policarpio Guaquinchay fue un habitante del secano, un gaucho de estos pagos, quien fue desertor del ejército. En varias ocasiones se escapó y se vino a hacer de las suyas por acá. Jugaba cartas y estaba en riñas permanentes. Pero se dice que era un buen amigo y buen vecino y siempre que podía te hacía favores. Se cuenta que en unas de sus peleas lo balearon y corrió a caballo unos kilómetros hasta morir. La justicia no hizo nada para buscar culpables ya que él era desertor”. Paul agrega: “Desde entonces, la creencia de algunos puesteros es que él les ayuda a encontrar a los animales perdidos”.
Sobre la presencia del líder lagunero, Santos Guayama que murió a fines del siglo XIX, se comenta que anduvo por estos lugares, “pero compartió más tiempo con los pobladores ubicados más al centro de las Lagunas del Rosario. Si se sabe que la Martina Chapanay anduvo por estos lados”.