Se dice que Manuel Belgrano llegó hasta su lecho de muerte en la pobreza, pero con una pertenencia muy valiosa: un reloj de oro y esmalte que le había regalado el rey Jorge III de Inglaterra. El prócer argentino estaba decidido a ofrecerle este objeto al médico que lo atendió como forma de agradecimiento.
Con el correr de los años, la pieza histórica llegó a formar parte del patrimonio del Museo Histórico Nacional, ubicado en el barrio porteño de San Telmo, Buenos Aires. Hasta que en 2007 fue robado de ese lugar y hasta hoy no pudo ser recuperado.
De acuerdo a las crónicas de los historiadores, el creador de la bandera nacional murió a las 7 de la mañana del 20 de junio de 1820 en una Buenos Aires anárquica y asolada por la guerra civil que llegó a tener ese día tres gobernadores distintos: Ildefonso Ramos Mejía, Estanislao Soler y el Cabildo.
Hacía poco tiempo que el prócer había regresado al país y, víctima de hidropesía, problemas cardíacos y de riñones, se estableció en la casa paterna, donde permaneció en cama acompañado por sus hermanos y un médico escocés, Joseph Redhead, quien recibió el único bien que le quedaba a manera de agradecimiento: el reloj de bolsillo de oro y esmalte, con cadena de cuatro eslabones con pasador, con el monograma “Belgrano” grabado.
Según relató Bartolomé Mitre en su libro Historia del general Belgrano y de la Independencia Argentina, el creador de la enseña nacional se dirigió en sus últimas horas de vida a su hermana Juana y le pidió que le alcanzara el reloj que colgaba de la cabecera de su cama. “Es todo cuanto puedo dar a este hombre bueno y generoso”, dijo el general refiriéndose al médico, que recibió el obsequio conmovido.
La historia del robo del reloj de Belgrano
Por su gran valor histórico, con los años el reloj de Belgrano fue conservado hasta que terminó exhibido en el Museo Histórico Nacional, cercano al Parque Lezama porteño. Era una de las joyas más destacadas que se mantuvo cuidada en el lugar por décadas, hasta que en 2007 el reloj desapareció misteriosamente de una de sus vitrinas.
En las primeras horas, todo fue misterio. Las primeras crónicas periodísticas de la época hablaban de un ataque que se produjo el sábado 30 de junio a última hora, cuando en el museo se encontraban los últimos visitantes.
De inmediato, se lanzaron alerta y todo tipo de medidas para evitar que la valiosa pieza fuera enviada al exterior. Se dio aviso a Interpol y la policía se puso a investigar los registros de las cámaras de seguridad del museo: allí se podía ver claramente al ladrón en el momento en que movió la vitrina, arrancó el reloj, que estaba atado con una tanza, y escapó sin que ningún guardia de seguridad advirtiera lo ocurrido.
Antonio Pérez Gollan, entonces director del Museo, destacó en declaraciones a la prensa la gravedad de la pérdida: “Se trata de un objeto que tiene un valor histórico importantísimo porque está cargado de información sobre la biografía de Manuel Belgrano”.
Además agregó la sala donde se produjo el robo contaba “con medidas adecuadas de seguridad: personal de vigilancia, alarmas y un circuito cerrado de televisión”.
Mientras tanto, desde la Secretaría de Cultura de la Nación, entonces a cargo de José Nun, se llegó a ofrecer una recompensa de 200 mil pesos para quienes dieran con la joya robada.
Los expertos aseguraban que el valor del reloj en el mercado negro de tráfico de piezas históricas podría ascender a los 400 mil euros.
“Este reloj puede ser colocado a ese precio en países europeos, en especial en España”, comentaron entonces expertos a la agencia Noticias Argentinas, y reconocieron que el valor simbólico para la historia argentina es mucho mayor.
Los especialistas también empezaron a tejer hipótesis sobre cómo se había llevado adelante el robo. Consideraron que el reloj había sido robado por una organización que se dedica a este tipo de delitos con patrimonios culturales, y que sabía de la “vulnerabilidad” del Museo Histórico Nacional, al punto que la vitrina en donde se exponía el reloj no fue rota ni violentada en extremo.
De acuerdo a los testimonios de la época, la forma en que el o los ladrones podrían sacar del país el reloj era sencilla, dado que se trataba de un objeto de fácil transporte. Debido a ello, la Aduana había alertado a más de 160 organismos similares en el mundo en su intento por hallar el objeto.
Por aquellos días, la División Robos y Hurtos de la Policía Federal, que tenía a su cargo la investigación, llevó adelante allanamientos sorpresivos en las joyerías de la calle Libertad, en el centro porteño, para dar con el reloj. Pero todos los intentos eran en vano: la valiosa pieza de Belgrano no aparecía.
Casi un año después, las investigaciones apuntaron a una banda delictiva formada por varios miembros de una misma familia que se dedicaban a robos de piezas históricas en museos. Se encontraban detenidos por el robo a otro museo porteño y rápidamente los investigadores pudieron encontrar las similitudes en los dos casos.
El grupo estaba integrado por dos hermanos, Jorge y Nazareno Baldo, y el hijo de uno de ellos, Nazareno Ariel. Los acompañaba un hombre que hacía de chofer y brindaba apoyo logístico. En poco menos de siete meses, la banda había robado 500 monedas muy valiosas del Museo Histórico y Numismático del Banco Nación y el reloj de Belgrano del Museo Histórico Nacional.
Poco después, también fueron investigados por el robo de piezas de valor de los museos Isaac Fernández Blanco y Evita.
Según informó en 2009 la agencia Télam, los Baldo fueron sometidos a juicio oral y público por haber robado joyas del patrimonio histórico argentino, entre ellas, el reloj de Belgrano, una lapicera fuente de oro del ex presidente Roberto Ortiz y la colección de monedas del tesoro del Banco Nación.
Mientras se encontraban detenidos con prisión preventiva en la cárcel de Devoto, la mujer de uno de los cabecillas de la banda intentó llevarles una de las valiosas monedas robadas, escondida debajo de la plantilla de una de sus zapatillas. Fue de las pocas piezas históricas que pudo recuperarse. El reloj que acompañó hasta el final de sus días al creador de la bandera nunca volvió a aparecer.