Un grupo de egresados del Colegio San José Maristas de Mendoza, amigos entrañables de los tiempos de la secundaria, visitó días atrás San Carlos de Bariloche para rememorar el viaje de fin de curso sin imaginar que aquella experiencia terminaría con un gesto impensado que cobró notoriedad pública.
Fue cuando Santiago Erice, Juan Pedro Filice, Carlos Fourcade, Patricio Hernández, Emiliano Quiroga, Juan Pablo Saá, Gonzalo Santotomás y Matías Tello recorrían el Centro Cívico de Bariloche. Allí contemplaron el estado calamitoso en que se encontraba la estatua de bronce que homenajea al general Julio Argentino Roca y decidieron poner manos a la obra.
Con buena voluntad, sentido patriótico y unos pocos elementos, dejaron este monumento –que suele ser blanco de protestas y eje de toda clase de movilizaciones– en condiciones. Previamente, pidieron autorización a la Policía.
El aplauso de las personas que se encontraban en la plaza, sobre todo turistas, y el agradecimiento de los uniformados que recorrían el sector, dejó sorprendidos a estos ocho mendocinos inseparables.
“Nos produjo mucha tristeza observar lo que habían hecho con el monumento a Roca. Fue un acto cien por ciento sentido y, al mismo tiempo, apolítico, porque no estamos a favor ni en contra de ningún partido”, advirtió Carlos Fourcade, para agregar: “Fue un acto de respeto, de patriotismo, algo que nos han inculcado nuestros padres y profesores”, añadió.
“En definitiva, debemos cuidar todo lo que pertenece a los argentinos, aceptar las distintas opiniones pero jamás dejando que se produzcan desmanes ni actos de vandalismo. Nos sorprendió gratamente la repercusión y el aplauso de los presentes”, dijo.
Por su parte, el profesor Carlos Pincolini, ya jubilado y a cargo de varios viajes patrióticos de aquellas épocas, envió un mensaje: “Queridos exalumnos, no tenía previsto recibir semejante dosis de argentinidad. Me inundó la emoción al verlos junto al General Julio Argentino Roca restañando las heridas provocadas por la barbarie e ignorancia que reina en un minúsculo sector de nuestro pueblo”.
“Gracias por dejar en lo más alto el orgullo marista de sentirnos argentinos”, amplió el docente, quien, por ejemplo, en 1997 acompañó a ese mismo curso a realizar en los hielos continentales un acto reafirmación de la soberanía a instancias de la Fundación Vivencias Argentinas. Entre otros docentes que forjaron estos valores, figuran, además, Rolando Lucero, María Eugenia Diez y Eduardo Bermegillo.
Pincolini, profesor de una cátedra en este colegio –una de las instituciones católicas más importantes de la provincia– tomó relevancia el año pasado cuando fue grabado por sus alumnos cuando arremetía con insultos y lamentos, en plena clase, contra Carlos Menem y contra Marcelo Tinelli.
La estatua de Roca
En el centro de la plaza, a pocos metros del Lago Nahuel Huapí, se levanta la estatua de puro bronce que homenajea al general Julio Argentino Roca, recordado no sólo como doble expresidente sino como artífice de la denominada Campaña del Desierto. Durante casi 50 años, su figura no despertó mayor rechazo, aunque las expresiones críticas comenzaron a surgir a fines del siglo pasado, y llegaron para quedarse.
Lo cierto es que hoy la estatua de Roca es motivo de escraches permanentes y ha servido de soporte para las manifestaciones más diversas, desde festejos deportivos hasta movilizaciones políticas y denuncias indigenistas. También fue usado para atar carpas, para proteger mangrullos de sonido en los recitales o para instalar un pino navideño.
El monumento fue colocado en el lugar a comienzos de 1940 y el hijo de Roca, entonces ministro de Relaciones Exteriores, advirtió sin vueltas que no le gustaba. Recordó que su padre “cuando hizo la campaña era un hombre joven, de apenas 32 años, y aquí el escultor lo presenta como un hombre viejo, cansado, vencido”.