Dos hojas A4 rompen con la sinfónica composición del colorido mural que adorna la tradicional esquina de Castellani y Belgrano, en Godoy Cruz. En los dos rectángulos –otrora, blancos, ahora impresos; y uno a cada lado de la puerta de ingreso- se comunica esa noticia que ninguno de quienes trabaja en el lugar quiere dar. Y que ninguno de los clientes de la histórica Cantina de Andes Talleres quiere leer (o escuchar): el emblemático sitio gastronómico y cultural atenderá únicamente a quienes lleguen al lugar hasta el 25 de abril. O, mejor dicho, atendería hasta esa fecha. Porque ayer, domingo, fue 25 de abril. Y porque hoy, lunes 26, Horacio Clerici estuvo recibiendo desde temprano en el lugar a los proveedores que se llevan exhibidores; y también descolgando –en cámara lenta y con nostalgia- cuadros, fotos y hasta obras de arte que decoran el lugar. “Tengo que entregarla a fin de mes”, sintetiza con resignación en un descanso de esta indeseable tarea.
Tras casi 8 años como encargado y concesionario del icónico espacio ubicado en esa esquina godoicruceña –”siete años y cinco meses, exactamente” acota, como si se tratara de una lección oral-; Horacio no tiene otra alternativa que desmontar la Cantina. “La nueva comisión directiva me comunicó que el alquiler iba a subir 120% más de lo que habíamos convenido para el nuevo valor, con la gestión anterior. Y es imposible”, se explaya con total simpleza Clerici. Y eso que él, en persona, se “estiró” –como suele decirse- lo más que pudo: ofreció aumentar 60% el valor del alquiler, partiendo del valor que había conversado ya con la anterior comisión a partir de mayo del 2021. Pero no hubo caso.
“La idea es volver, en un nuevo lugar; pero con el concepto de cantina que siempre hemos tenido. Quizás sea en algún club o ya veremos. Todo esto me hace acordar a la película argentina Luna de Avellaneda, la del club que iba a cerrar y se perdía todo lo social”, acota el hombre. Mientras tanto, a su alrededor, los rincones de la Cantina de Andes Talleres van desdibujándose. “Es realmente muy duro”, reitera.
Un emblema cultural
Mientras Horacio, en sus palabras, viaja por la actualidad y la historia del lugar; no dejan de entrar al lugar vecinos y habitués con caras largas. Y con muecas de sorpresa. “¡Qué noticia!”, le dispara un profesor que, tras nadar en la pileta del club; todos los lunes almorzaba en el lugar. Y se acerca a saludarlo. “Ojalá puedas volver cuanto antes, en otro lugar”, agrega. Y lo saluda, con tapabocas y el distanciamiento correspondiente. “Mucha gente se ha enterado por el cartelito de afuera, y entran para saludarme. ‘¿¡Dónde vamos a comer ahora!?’, me preguntan”, confiesa Clerici, y se seca las lágrimas que comienzan a inundar sus ojos.
El 6 de diciembre de 2013, tres amigos –Horacio, Sergio Pinto y Cristian Meizenq- iniciaron su andar en la Cantina de Andes Talleres. Sin embargo, recién pudieron abrir las puertas al público el 22 de enero de 2014. “Este no era un negocio inmobiliario, sino que la cantina y el club tienen que cumplir un rol social. Hicimos toda una inversión –que no estaba contemplada en el alquiler- e hicimos la cocina, arreglamos los techos, cerramos las cloacas (que estaban a cielo abierto), pintamos por dentro y por fuera. Si hasta construimos toda la pérgola que está afuera. Lo hicimos con mi viejo; él –con 80 años- y yo, podando y cavando”, rememora Clerici durante una charla en la que abundan las emociones, y las lágrimas lo invaden de forma prepotente y sin pedir permiso.
En las fotos enmarcadas que Horacio ya comenzó a descolgar –y que, por momentos, se cuelga observando mientras las tiene en sus manos- se lo ve abrazado y posando con artistas de toda índole: Alfredo Casero, Juan Carlos Baglietto, Luis Salinas y hasta Rodolfo Mederos. “Mederos es un gran amigo nuestro, nos ha grabado saludos cada vez que ha venido”, agrega, con orgullo, Horacio Clerici. Y también posa, sonriente, con una ilustración de Marcelo Marchese que ha enmarcado.
“Cuando comenzamos a trabajar, teníamos un concepto bien claro: queríamos ser parte de la comida tradicional, casera y criolla. Habíamos visto que en Mendoza no existía integralmente una oferta de este tipo; y para mucha gente se convirtió –además- en un centro cultural. Hasta el último día tuvimos exposiciones de cuadros, una biblioteca –con autores godoicruceños, mendocinos y clásicos-; y siempre con comidas tradicionales”, rememora con nostalgia el, ahora, ex concesionario.
Autores y editoriales locales eligieron desde siempre a la Cantina para presentar sus obras. Galas de lectura de poesías, una editorial que –al menos- una vez al año presentaba todos sus títulos, y otros eventos que combinaban lo cultural con lo gastronómico componían la atmósfera que solía envolver esa esquina godoicruceña. Y que, no quedan dudas, se extrañará.
“Si una persona tiene hambre, podés darle caviar o un pancho; esa es una realidad. Y la prioridad de la persona que tiene hambre va a ser saciarlo. Pero cuando vas al lugar y te invita con toda una situación, es distinto”, reflexiona Horacio. Y recuerda que la Cantina sirvió hasta para que artistas mendocinos puedan vender sus cuadros. “Estaban expuestos, y gente que venía a comer y los vio, nos pidió el teléfono del artista”, acota.
El boca en boca a lo largo de estos casi 8 años convirtieron a la Cantina de Andes Talleres en un espacio que cualquier artista que pasara por Mendoza tenía la “curiosa obligación” de visitar; y –por supuesto- de comer en el lugar. “Un año vino Pérez Esquivel a Mendoza, y me llamó uno de los chicos que lo trajo para venir a comer a la Cantina. ¡Y vino!”, sigue Clerici. El filósofo Darío Sztajnszrajber y la cantante colombiana María Mulata también están entre las pintorescas fotos que adornan –o adornaban- las paredes del lugar. “Este es el jazzista chileno Cristian Cuturrufo, que falleció hace poco. Cada vez que andaba por Mendoza, ya sea porque venía a tocar acá o porque iba a Córdoba (por ejemplo) y estaba de paso; se organizaba para venir a comer acá”, sigue Horacio, mientras sujeta la foto encuadrada del músico trasandino. Es otra de las imágenes que, al menos hasta este mediodía, estaba en la pared sur de la cantina; la que da al playón y los aros de básquet.
La Cantina (hasta el domingo, de Andes Talleres) llegó a ser parte de unos de los puntos de la movida alternativa denominada “Cocina Anti Gourmet”. El propio (ex) concesionario la describe como una red nacional integrada por locales gastronómicos antagónicos a aquellos restaurantes en los que –por lo general- se paga mucho y se come poco. “Al ser nacional, entre quienes son parte de la movida se recomiendan los distintos lugares de ‘cocina anti gourmet’ en todo el país para ir. ¡Éramos parte de la movida!”, acota Clerici, sonriente.
A los sorprendidos comensales que se enteraron del cierre cuando llegaron al lugar y vieron los carteles en la pared este fin de semana, se suman también aquellos que leyeron la noticia durante el fin de semana en las redes sociales y en los diarios online de Mendoza. De hecho, el mensaje de despedida –que más que un “hasta siempre” es un “hasta luego”, puesto que queda en claro que la intención es reabrir en otro lugar- tuvo una gran cantidad de comentarios e interacciones en Facebook.
“Nos han escrito hasta de Chile; y a mí me escribió anoche un amigo que está en España. Todos están tristes por la noticia”, repasa Clerici; mientras mira su celular y repasa fotos viejas.
Cantilo cantó en la Cantina
En enero de este año, en medio del descanso que dio la pandemia de coronavirus entre la primera y la segunda ola en Mendoza y en el país; la Cantina vivió una de sus tantas noches de antología; de esas que quedarán por siempre en la memoria de sus responsables y de quienes estuvieron presentes.
“Se presentó Miguel Cantilo en la Cantina. Fue una noche perfecta, para 120 personas (por las restricciones); y hasta las condiciones del tiempo fueron perfectas: hicieron 24°. Toda la gente que estuvo se fue muy feliz, fue una gran noche. ¡Y también la escena de club social y de barrio me hizo acordar a Luna de Avellaneda!”, recuerda el –hasta el domingo- concesionario. Y, una vez más, se emociona.
Cada vez que alguna de las disciplinas de Andes Talleres se consagraba campeona en lo suyo, los festejos eran en la cantina. También muchos socios la elegían para festejar sus cumpleaños; pero todo esto ya no podrá ser (al menos, en la Cantina como se la conocía). “Por acá han pasado políticos de todos los partidos; hemos tenido días en los que había un radical en una mesa, un peronista en otra y un demócrata en la tercera. ¡Y entre ellos se han cagado de risa!”, se sincera Horacio.
Lo que viene
Más allá de que el deseo de Horacio Clerici es montar la cantina en otro espacio (“me gustaría que siga siendo en un club”, confiesa), sabe que no será fácil. “Estábamos pensando en abrir algunas sucursales, si se podía; pero ahora tendremos que empezar de nuevo. Soy un enamorado de este tipo de comida, y veo que se está perdiendo. Hace unos días me preguntaron cuál es el secreto de la cocina, y creo que no tiene un secreto; la clave es tener idoneidad y tiempo para hacer un buen plato. Todo esto es lo que queremos llevar ahora a otro lado”, sostiene Clerici.
Cuando habla de “este tipo de comida”, el ex concesionario se refiere a las especialidades características de la casa. Por un lado, están las carnes al horno (vacío, tapa de asado –ambas con 3 horas de cocción y 5 horas de maceración-, colita de cuadril); y también las pastas (canelones, lasaña, sorrentinos). A estos platos se suman, además, locro, lentejas, puchero, mondongo, pastel de papa, arroz con pollo y paella.
“Siempre hemos servido platos de medio kilo, y la idea es mantener todo lo que tiene que ver con el concepto de cantina. Pero también la parte cultural. Sabemos que las circunstancias son muy difíciles en este contexto de pandemia, y también en lo económico. Pero ya veremos cómo y cuándo podemos volver”, concluyó Clerici.
En el lugar, además de Horacio, trabajaban otras 5 personas. Y, según explica el propio Clerici, está haciendo todo lo posible (y más) para lograr conseguirles trabajo a todos ellos.