El valor de las tierras secas

Las tierras secas incluyen las regiones de la superficie terrestre donde la producción de cultivos, forraje, madera y otros servicios del ecosistema son limitados por el agua. Esta definición abarca todas las tierras donde el clima se clasifica como seco (hiperárido, árido, semiárido y subhúmedo seco).

El valor de las tierras secas
Bosque seco en la llanura oriental mendocina.. Foto: Gentileza

Las tierras secas representan alrededor del 40% de las tierras emergidas. Han sustentado los medios de subsistencia de las personas durante miles de años. Hoy en día son el hogar de aproximadamente dos mil millones de personas.

Cuando se habla de tierras secas, la mayoría de la gente piensa en áreas estériles donde no vive nadie. Sin embargo, un informe reciente del World Research Institute (Instituto de Investigación Mundial) argumenta que sus puntos de vista podrían cambiar si mejora su comprensión de las tierras secas y los beneficios que brindan.

Las tierras secas son ecosistemas notables que abarcan pastizales, tierras agrícolas, bosques y áreas urbanas. Estos ecosistemas brindan una amplia y única gama de bienes y servicios que sustentan la biodiversidad y a sus habitantes.

Civilizaciones en las tierras secas: Ciudad de Chan Chan en el hiperárido peruano. Foto: Gentileza
Civilizaciones en las tierras secas: Ciudad de Chan Chan en el hiperárido peruano. Foto: Gentileza

En relación con la biodiversidad incluyen plantas y animales excepcionalmente adaptados a ambientes de condiciones extremas y variables. Son grandes almacenadoras de carbono (mayoritariamente en el suelo). Son proveedoras de vastos recursos para energías alternativas, como la solar, el viento o la geotérmica. Sus amplios y abiertos paisajes son considerados cultural y espiritualmente importantes. Han sido cuna de destacadas civilizaciones y de las tres religiones monoteístas más extendidas del mundo. Albergan altas densidades de ganado: desde cabras a camellos, encontramos un amplio rango de variedades de animales domésticos, proveedores de carne, leche, lana, fibras y cueros. Son importantes fuentes de agua para abastecimiento humano y animal e irrigación y proveen soporte para grandes humedales. Las cuencas varían entre muy bajas densidades de población (una persona/km2) a altas concentraciones como en Lima (400 personas/km2). Sus ecosistemas son intensamente utilizados para la producción. Muchas de las mayores cosechas de alimentos, como el trigo, el sorgo y el mijo, son originarias de tierras secas. Variedades silvestres de estos centros de origen sirven como fuentes de material genético vegetal para el desarrollo de variedades resistentes a la sequía.

Lo primero que surge con fuerza es el tema de las limitaciones en las tierras secas. Restricciones con un signo de interrogación. Estamos acostumbrados a afirmar que las tierras secas son ecosistemas muy frágiles. Es necesario revisar estos conceptos desde sus cimientos: cómo puede ser frágil un sistema si es capaz de reaccionar inmediatamente al menor impulso positivo o negativo. Si el impacto es negativo, como un uso inadecuado del agua, llegamos a la desertificación, pero si los impactos son positivos, como un uso adecuado del agua, surge, por ejemplo, un oasis con alta capacidad para producir alimentos.

Fragilidad y vulnerabilidad vs sensibilidad

Las tierras secas son ambientes que enfrentan grandes desafíos, tanto en aspectos biológicos como sociales, económicos y políticos, resultantes de una gran competencia por el uso de la tierra y por la apropiación de recursos estratégicos como el agua y el suelo. Esto conduce a procesos de centralización de la riqueza y el poder que generan profundos desequilibrios territoriales y falta de equidad social.

No confundamos sensibilidad y resistencia con fragilidad. Las tierras secas son sensibles a reaccionar rápidamente, positiva o negativamente, a impactos positivos o negativos. Y ahí radica su fuerza y la oportunidad de intervenir con éxito en su capacidad de regeneración y sustento.

Esto es notable en el caso de los humedales de tierras secas, que, durante décadas sin agua y aparentemente sin vida, renacen instantáneamente cuando el agua vuelve, en una explosión de vida… y nos preguntamos cómo es que la vida siempre estuvo ahí.

Los ecosistemas con esta capacidad de reacción a los estímulos no son sistemas frágiles, son ecosistemas fuertes, con milenios de adaptación, únicos en el mundo, que almacenan reservas de vida en sus más diversas expresiones.

El mayor recurso de las tierras secas es su población. Sus habitantes han desarrollado un despliegue de estrategias de adaptación y ajuste al cambio, ya sea cíclico o excepcional, en prácticas ligadas a la memoria colectiva y a la reproducción social, que organizan las acciones sobre los recursos naturales y permiten a los grupos dialogar con el cambio y adaptarse a él.

Estas condiciones permiten superar el umbral de incertidumbre que caracteriza a las tierras secas, colocando a los grupos sociales muy por encima de las condiciones de variabilidad.

Cultivos en terrazas en Perú. Foto: Gentileza
Cultivos en terrazas en Perú. Foto: Gentileza

En las tierras secas, estas consideraciones sitúan el concepto de resiliencia en un nivel muy alto y sirven de ejemplo para otros ecosistemas a nivel mundial que también se ven afectados por condiciones de variabilidad asociadas a escenarios de cambio climático. Los habitantes de las tierras secas han sabido dialogar a lo largo de los años con niveles de incertidumbre que se extenderán a otras áreas en un futuro cercano, constituyendo una de las grandes preocupaciones de las convenciones ambientales y de los estados nacionales.

Las inversiones en el desarrollo y mejora de estos bienes y servicios pueden hacer mucho para aumentar el apoyo a las poblaciones de tierras secas y conducir a mejores estilos de vida y alivio de la pobreza.

Durante décadas, los formuladores de políticas nacionales e internacionales han estado preocupados por el riesgo de degradación de las tierras secas, es decir desertificación: la pérdida de su capacidad a largo plazo para suministrar bienes y servicios a las poblaciones humanas. La desertificación exacerba las condiciones de pobreza y amenaza los medios de subsistencia de quienes más dependen de los recursos naturales. Y, al vivir en regiones de lluvias muy variables y sequías periódicas, experimentan una alta inseguridad alimentaria.

Esto se evidencia en la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego que socavan la productividad de la tierra, pero básicamente en la falta de jerarquía de las políticas ambientales como políticas de Estado. Y, cuando se toman en cuenta, dichas políticas son difíciles de implementar debido a los múltiples intereses sectoriales en juego y los bajos presupuestos disponibles. Los temas ambientales no son una prioridad para la sociedad, urgida para solucionar problemas urbanísticos y necesidades básicas. De estos problemas se ocupa la UNCCD, Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, sancionada en París en 1994, a la cual adhirió por ley nuestro país en 1996.

La vida florece en las tierras secas. Foto: Gentileza
La vida florece en las tierras secas. Foto: Gentileza

El desarrollo sustentable de las tierras secas es esencial para muchos países, desde los Andes secos en América del Sur hasta las regiones desérticas del norte de África, para impulsar la producción nacional y mejorar la calidad de vida de las comunidades locales.

Los países en desarrollo son los más afectados porque las condiciones de sus tierras secas se ven agravadas por la pobreza, inestabilidad política, desequilibrio territorial y procesos de concentración propios de la globalización.

Las iniciativas de gestión de las tierras secas, no han logrado generar el interés y la financiación adecuados, en gran parte porque los inversionistas, las agencias de desarrollo y el público tienen una comprensión incompleta de la gama de bienes y servicios valiosos que las tierras áridas tienen para ofrecer.

El apoyo al desarrollo en tierras áridas tiene el potencial de crecer significativamente si se presta más atención a sus diversas capacidades de producción, al mismo tiempo que se incorpora la optimización del uso de sus recursos, centrándose en la seguridad alimentaria y potenciando la participación de la población local en los objetivos y acciones del programa.

(*) Primera parte y resumen de la ponencia de presentación de la licenciada Abraham al ser nombrada en la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente.

*La autora es investigadora principal del Conicet. Iadiza-CCT Conicet Mendoza

Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar

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