Cada año, con la llegada de las bajas temperaturas, el monóxido de carbono y los incendios se cobran vidas. Son los que trascienden a las noticias y las estadísticas, aunque tras ellos están también los intoxicados que logran sobreponerse porque pudieron actuar o fueron rescatados.
En lo que va de esta incipiente temporada fría, ya hubo en Mendoza 14 intoxicados con monóxido de carbono, y de ellos, tres murieron.
Se trata de los registros de Defensa Civil, en los que el área ha debido intervenir aunque hay un subregistro y se supone que los casos son más.
Pero la necesidad de calefacción y el mal uso de los artefactos que para ello se utilizan conllevan otra problemática todos los inviernos: los incendios. Entre abril y junio de este año, Defensa Civil debió atender 124 casos de los que denominan incendios estructurales, ocurridos en viviendas. Como consecuencia, hubo en total 10 víctimas, de las cuales dos fallecieron.
Como explicó el director, Daniel Burrieza, estos se ocasionan por el uso de productos para la combustión en salamandras, braseros o estufas, pero en particular, muchos son ocasionados por el uso inadecuado de artefactos eléctricos que implican una sobrecarga de la red eléctrica.
Dio como ejemplo que con frecuencia se enchufan en elementos como adaptadores, la famosa “zapatilla”, a la que se suman otros artefactos, lo que implica un sobrecalentamiento o sobrecarga de ésta, de los cables e incluso de la propia red que no está preparada para tal demanda.
“Estos accidentes se ocasionan usualmente desde una habitación donde hay colchón, ropa, cortina, acolchado, el combustible es tan alto que son incendios imparables y la gente muere por las quemaduras o por intoxicación por humo del incendio y los elementos carbonosos de lo que ha sido el combustible”, relató.
En cuanto a las situaciones que se presentan por intoxicación por monóxido o incluso pérdidas de gas, los especialistas mencionan instalaciones domésticas de artefactos hechas por personas no idóneas, falta de control anual de los equipos o modificación o anulación de las rejillas de ventilación.
“Van en aumento en relación: hay más días de frío y hay una mala utilización de los elementos para la calefacción y el otro problema es que no se respeta la prevención”, apuntó Burrieza en diálogo con Los Andes.
La Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) advirtió que la intoxicación por monóxido de carbono constituye la causa más frecuente de envenenamiento para todas las edades y entornos sociales, en Argentina y el mundo.
“En lo que va de 2024 se notificaron cerca de 500 casos, según el Ministerio de Salud de la Nación, pero se estima que la cantidad de intoxicados excedería los registrados en todo el país, algunos de ellos con secuelas irreversibles”, señaló la AAMR en un comunicado. A nivel nacional se estima que el monóxido de carbono provoca más de 200 muertes por año.
“Este tipo de intoxicación sucede cuando dicho gas se acumula en el torrente sanguíneo. Cuando hay demasiado CO en el aire, el cuerpo reemplaza el oxígeno en los glóbulos rojos con monóxido de carbono, lo que puede generar un daño grave en el tejido, o incluso la muerte. A su alta toxicidad se suma la peligrosidad de pasar desapercibido, al ser inodoro, incoloro y no irritar las mucosas. Las personas y los animales que se encuentran en estos espacios pueden intoxicarse si lo respiran”, detalló la asociación sobre estos episodios que, pese a que tanto se alerta, no dejan de ocurrir.
Casos
Durante la noche del 13 de junio pasado, una familia de Malargüe se intoxicó con monóxido de carbono mientras dormía. Se trató de una mujer de 83 años y sus dos hijos, de 52 y 39 años. La primera, identificada como María Berta Quinteros, murió en el domicilio.
El 23 de junio, la Policía de Mendoza informó sobre la muerte de una pareja de 40 y 41 años de edad debido al monóxido de carbono en Guaymallén. Un familiar dio cuenta de que en la vivienda tenían problemas con el gas. “Estaban con la estufa prendida, al acumularse tanto monóxido se pierde el oxígeno y por eso se apaga la llama”, detalló Burrieza.
El sábado se conoció el caso de una mujer de 72 años que falleció tras sufrir una intoxicación en Godoy Cruz. Burrieza comentó al respecto que una de las conjeturas es que haya puesto la tetera en la cocina, que el agua hirvió y apagó la hornalla pero siguió saliendo gas. Por ello, la intoxicación sería con este y no con monóxido.
En aumento
Si bien los registros son relativos, los datos con los que se cuenta permiten observar que se trata de una problemática que va en aumento.
En Defensa Civil tuvieron en 2018, nueve intoxicados, en 2019, dos víctimas y en 2020, ocho. En esos tres años no hubo víctimas fatales. Pero luego, en 2021, hubo nueve en total con cinco víctimas fatales. En 2022 hubo 32 intoxicados con dos víctimas fatales (incluidas en los 32). Finalmente, en 2023, hubo 49 víctimas, de las cuales cuatro murieron.
Burrieza detalló que quienes sobreviven son atendidos por un servicio de emergencia o derivados a hospitales, pero destacó que pueden tener consecuencias. “Hay que hablar de las secuelas que pueden quedar, porque las células cerebrales son las que más se ven afectadas por la falta de oxígeno”, apuntó el director de Defensa Civil.
En cuanto a los incendios, en sólo tres meses ya se registraron casi la mitad de los hechos y víctimas que en 2023. El año pasado hubo 296 novedades, 15 víctimas no fatales y seis fatales. La mayor cantidad de casos se concentra entre abril y septiembre.
Hay cuestiones culturales, conductas arraigadas o falta de hábitos que ponen en juego las vidas de muchas personas. A eso se suma la falta de conciencia en cuanto a tomar medidas preventivas. Justamente, Burrieza señaló que es bueno conocer los síntomas de la intoxicación para actuar, pero mencionó que lo más importante es tomar los recaudos para prevenirlo.
Asimismo, el contexto socioeconómico y la pérdida de poder adquisitivo confabulan para desmejorar el escenario. La recomendación de hacer controlar los equipos, cañerías, instalaciones, ventilaciones una vez al año, es algo que muchos pasan por alto.
Los gasistas el año pasado ya reconocían que la gente llamaba menos para hacer control de estufas y calefones. Este año, persiste.
El gasista matriculado Jorge Vargas comentó que, efectivamente, mucha gente consulta pero no hace el trabajo o, para ahorrar dinero, lo instala alguien que no es gasista matriculado y no puede evaluar las instalaciones ni dar garantías del trabajo.
La limpieza de un calefactor puede rondar entre $10.000 y $15.000. En un escenario en que muchos hacen malabares para llegar a fin de mes, es común que estas cosas se posterguen, pero Vargas se preguntó: “¿Cuánto vale una vida? Los gasistas somos civil y penalmente responsables por 10 años por lo que hacemos. En cuestión de seguridad no podemos experimentar, a mí me duele como profesional ver qué pasan esas cosas”.
Las rejillas de ventilación de las casas permiten circulación de aire, sin embargo, Vargas dijo que muchas veces son modificadas, tapadas o eliminadas, o que hay casas antiguas que no cuentan con este recurso esencial para salvar vidas. Otra práctica frecuente es el uso de mangueras de goma, que no están homologadas para ser usadas con gas y se rompen, generando pérdidas. Otro hábito sobre el que se advierte es que entre quienes tienen menos recursos se suele quemar cualquier material, no sólo leña.
Además, hay personas que, sin ser matriculadas, prestan estos servicios como una salida laboral en estos tiempos difíciles.
Las instalaciones deben revisarse una vez al año, antes de la llegada del invierno, por un gasista matriculado. Una llama azul es adecuada, pero amarilla indica mala combustión. Resguardar las rejillas de ventilación, mantener recambio de aire en el ambiente y usar estufas de tiro balanceado. De no ser posible, apagarlas para dormir, cerrar el gas, no usar hornallas para la calefacción, no se recomienda el uso de braceros, no usar mangueras de goma, no usar calefones sin salida al exterior en el baño ni en la cocina y mantener limpias las salidas de las estufas a leña.