El agua en Mendoza es uno de los tesoros más preciados o debería serlo. Y aunque las extensas sequías y la ya familiarizada crisis hídrica son una constante histórica de la provincia que no distingue entre estaciones del año, es cuando las temperaturas superan los 30 y 35 grados el momento en que las falencias de la provisión de agua se agudizan. El Oeste de Las Heras, de la Ciudad de Mendoza y de Godoy Cruz suelen ser las zonas más castigadas por las bajas de presión y los cortes periódicos.
Esta semana, en los más de 35 barrios que integran La Favorita (al Oeste de Ciudad) hubo miles de personas que padecieron más de cinco días sin el suministro de agua potable. La situación derivó en un fuerte reclamo popular, que incluyó manifestaciones en el ingreso al lugar.
“Gracias a Dios sale agua de este surtidor y no se ha cortado. Desde ayer (miércoles) que la gente viene a llenar baldes, botellas y bidones; se forman filas interminables. Incluso ha llegado a venir gente a las 3 de la mañana para pedirnos agua porque no tienen ni una gota. Anoche dejé algunos baldes llenos para que la gente pudiese llevarse”, resume Aylén Del Pino Díaz (20).
La joven vive en una de las casas del ingreso a La Favorita y la postal que se convirtió en un componente más del barrio durante los últimos días fue impactante: filas de diez o más personas aguardando, recipientes en mano, sobre la vereda para poder llenarlos. Es jueves al mediodía y desde el lunes los vecinos están sin agua. Pese a los desesperados movimientos de brazos para que se detengan en el lugar, los camiones de agua que envía la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza deben abastecer a los vecinos de las casas de más arriba primero, por lo que no frenan.
Sin llegar a la situación extrema de los casi 60.000 vecinos de esta zona, todos los veranos son miles los mendocinos que deben convivir con cortes y otros problemas y muchos de ellos ya se han resignado a esta situación.
Del lado Sur del zanjón Frías (Godoy Cruz) cada verano la situación apremia y los vecinos intentan hasta exprimir las canillas. “Los veranos son insoportables. Mi hija vive unas calles más arriba y tiene que venir acá a cargar bidones o baldes. Nosotros nos tenemos que bañar a las 2 o 3 de la mañana para tener un poquito más de agua”, resume Virginia Fuentes, quien vive en el barrio Suárez, del Oeste de Godoy Cruz.
Desesperante
Aylén vive en frente de la rotonda principal que marca el ingreso a La Favorita. La puerta de su casa fue desde el lunes el lugar más transitado de la zona. Como si se tratara de un santuario, las botellas invaden su vereda. Pero no están abandonadas en el lugar; al lado de cada una de ellas hay personas a la espera del “oro líquido” que llene los envases. “Hay fila desde las 8”, cuenta la joven mientras muestra en su teléfono las fotos que ha sacado en la puerta de su casa, siempre con vecinos aguardando. “A este surtidor ha venido todo el barrio”, agrega.
En ese momento (mediodía del jueves) apenas sale un hilito de agua del surtidor de plástico. Como si hubiese un tesoro enterrado, en la vereda están casi todos los vecinos esperando su turno para abastecerse y también se han acercado de barrios aledaños. “En verano es peor, pero también tenemos problemas en invierno. Cada vez que llueve podemos estar días enteros sin agua o sin luz. Pero la boleta del agua llega igual”, agrega con enojo Natalia, quien vive en el barrio Alto Mendoza.
“El agua es fundamental siempre, ¡imaginate en pandemia! Ayer (por el miércoles) varios vecinos fuimos hasta el destacamento policial que está frente al Cerro de la Gloria y, con la mejor predisposición, los policías nos dejaron pasar y cargar agua de una canilla. Pero no todos tienen movilidad para ir hasta allá y volver con bidones cargados”, acota Marcela Díaz, otra vecina histórica del lugar
En lo referido concretamente al más reciente de los cortes, desde Aysam explicaron que tuvo que ver con trabajos de reparación en una de las dos cañerías de impulsión que transportan agua hasta el lugar. Y aunque durante la tarde del jueves confirmaron que se habían completado los trabajos, los vecinos estuvieron un tiempo más sin agua y recién se reestableció en el transcurso del viernes.
Desde la comuna capitalina resaltaron que pedirán al Ente Provincial de Agua y Saneamiento (EPAS) que intervenga para que los damnificados de la semana pasada reciban un reconocimiento económico ante esta situación, al tiempo que insistirán a la Nación que envíe los fondos restantes para poder ejecutar los avances de los trabajos ya confirmados en ese sector.
De todo el Oeste
Sonia vive en el barrio Sanidad, de Las Heras, y se ha (mal) acostumbrado a convivir con la baja presión en verano. “Intentamos tener siempre reservas de agua y a aprovechar cuando sale más”, destaca.
También en Las Heras, en el Cementista, los vecinos conviven con esta histórica problemática. “Desde diciembre, al menos dos veces a la semana nos quedamos sin agua. Casi siempre ha coincidido con la limpieza en el dique y tenemos un grupo de WhatsApp donde las quejas son constantes. Pero muchas veces la misma gente que se queja es la que está regando en la calle con manguera o baldeando la vereda”, agrega en tono autocrítico Estefanía.
En los barrios Suárez y CEC, en el Oeste godoicruceño, también son constantes los problemas. “Desde hace cuatro o cinco años, en verano el agua se corta constantemente en el barrio Suárez. Tenemos que tener siempre agua guardada en baldes y para bañarnos usar la del tanque, aunque apagando el calefón. Pero pagamos por el agua y estamos al día”, se sentencia Macarena.
La solución demanda U$S 800 millones
Ante los reiterados reclamos de los vecinos afectados por cortes de agua, desde Aysam explicaron que cualquier alteración en cuanto a la calidad y cantidad de agua cruda que ingresa a los establecimientos potabilizadores (por ejemplo: cambios bruscos en la turbiedad, causada por tormentas en la precordillera o apertura de compuertas del dique Potrerillos) y el aumento excesivo en la demanda, saca al sistema de producción de su equilibrio, perjudicando a las zonas más altas de cada cuenca. Además, no se cuenta con capacidad de producción remanente que permita atender estas alteraciones.
La falta de producción o distribución asociada hace que las tuberías se llenen de aire, demandando muchas horas de trabajo de purga en el sistema.
“La resolución de los problemas de fondo demanda más de 800 millones de dólares”, admitieron desde Aysam. Se necesitan, por lo menos, 15 años para ejecutar obras que permitan ampliar los sistema de potabilización y renovar más de 300 kilómetros de redes distribuidoras. Adelantaron que este año se colocarán 20.000 medidores para controlar el consumo y el derroche y hacer más eficiente el sistema de distribución.