Un mendocino que superó el coronavirus se animó a contar todo lo que vivió a la hora de donar plasma. Desde el momento en que le llegó el desesperado pedido de un conocido hasta la máquina que le extrajo la sangre. En el medio el dilema moral y el miedo. En esta historia se han preservado la identidad y los nombres de todos los involucrados por pedido expreso del donante. Una historia de amor y de solidaridad en tiempos de pandemia. Su historia relatada por él mismo:
1- La importancia de tener Whatsapp
Como hago cada 2 minutos, agarré mi celu y cheque el WhatsApp.
Un número desconocido, me escribió.
- “Pelado”, ¿estas?
Me dice “Pelado”, es alguien que me conoce…¿Quien será?
- Si, estoy. No te tengo agendado. ¿Quien sos?
- Soy Fer.
- ¿Que Fer?
- El Fer…de Ventas. – Compañero de trabajo.
- Ahhh!, avisa Fer!. ¿Que haces?
- Pelado, tengo la amiga de una amiga de mi prima que tiene una amiga que tiene al esposo internado. Está jodido el pibe. Tiene coronavirus y necesita plasma.
- Dejame que adivine... Fer: Me está pidiendo que le done plasma.
- Y, si…vos tuviste coronavirus.
Silencio...
¿Que le digo? ¿Cómo zafo de ésta?
Si no tengo compromiso con Fer de Ventas y tampoco conozco a la gente de la que me está hablando. Silencio. Mi cabeza piensa a mil. No, no puedo, no debo zafar. Sabía que en algún momento iba a pasar: Alguien me lo iba a pedir. Es el momento de hacerle frente.
No muy convencido, le digo:
- Bueno, pasale mi celu a la amiga de la amiga de tu prima que tiene el marido internado en el hospital y que está jodido. Dale. Ya veo que puedo hacer.
2- Me contacto con la amiga de la amiga de la prima de mi compañero de trabajo que tiene el marido internado con coronavirus
Al rato de haberme whasapeado con el Fer, recibo un mensaje de otro número desconocido. Lo abro y son dos audios. Cómo me jode escuchar audios de WhatsApp...
- “Hola VEA (VEA soy yo en esta historia), Soledad me pasó tu número. Mirá estamos buscando gente que done plasma para mi marido”. escuché en el primer audio.
- “Si vos podés ir, me comunico con la gente del hospital y te diría cómo hacer. Te agradecería con el alma si lo podes hacer”. aclaró ella en el segundo audio.
La urgencia y angustia de la voz de esa persona y la frase “Te agradecería con el alma”, me punzó el espíritu. “Claro que te voy a ayudar desconocida” pensé. Y le llamé. No daba para mensajitos ni audios. 16 minutos duró esta charla.
- “¿Que tal VEA?”. - Me dice en cuanto me atiende.
- “Hola, no me dijiste tu nombre”
- “Mi nomre es PG. Soledad me pasó tu número”. De ahora en mas, PG es la esposa del muchacho que está internado, bastante jodido, y que es amiga de una amiga de la prima de mi compañero de trabajo.
- “Mucho gusto PG. Siento mucho por el trance que estás pasando”, le dije.
- “¡Ay!, si…la verdad que si”. me dijo casi llorando.
- “PG, no sé quien es la Soledad que me mencionaste, pero, por alguna razón y de alguna manera hemos llegado a contactarnos. Y eso está bueno. Yo tuve esta “cuestión” pero… no se si estoy en condiciones de donar plasma.
Ahora – pongo condiciones - si vos me ayudas y me decís dónde y cuándo tengo que ir… contá conmigo.
- “Mirá, en el hospital, me dijeron que si tengo alguien concreto, que les avise y ellos me indican qué hacer. El plasma va a parar a un banco de plasma y de ahí se deriva a los hospitales. Pero, es necesario que la gente done, porque son pocos los donantes y el plasma disponible. Y hay gente que lo necesita con desesperación”.
Silencio otra vez. ¿Qué hago? Si no la conozco… ¿Me involucro?. Cedo.
- “Bien, dale. Me quedo a la espera. Quedate tranquila. Contá conmigo. Todo va a salir bien”.
Definitivamente, la voz transmitía urgencia, tristeza, miedo, esperanza, ilusión… todo junto. Sin decirlo, el tono de voz me pedía a gritos que dijera que sí, que era urgente, que necesitaba una mano, aún de un desconocido. La voz del otro lado quería saber si podía contar conmigo.
3- Se empieza a mover la rueda
Media hora después, suena mi celular.
- Hola, que tal. ¿Hablo con el señor VEA?.
- Si, buenas tardes.
- Yo soy la Dra. UNO del hospital UNO. Soy una de los médicos que hago la primer entrevista a potenciales donantes de plasma. La señora PG, que tiene su marido internado, me dio su teléfono.
- Discúlpeme, doctora, no tengo idea de quien es PG y tampoco conozco a su marido, pero, por alguna razón, nos comunicamos y estoy dispuesto a ver que puedo hacer por ellos. Pero, cuénteme, doctora: ¿cómo puedo ayudarla?
Ahí empezó una charla que en solo 10 minutos rindió sus frutos para la doctora, para el sistema, para mi, para la señora PG y, fundamentalmente, para el paciente internado, en estado delicado, que estaba esperando su unidad de plasma para recuperarse del terrible trance.
La doctora me explicó qué se hacía y cómo se hacía en estos casos, yo le conté cómo y cuándo me infecté. Ella me hizo una corta entrevista que determinó, para ella, que era un candidato a potencial donante.
Una vez interiorizada, y ya convencida, con urgencia, respetuosa pero perentoriamente, la doctora disparó:
- Lo podemos citar mañana a las 8 am en el Hospital DOS para una extracción y una entrevista un poco mas extendida. La idea es tomarle la muestra bien temprano, procesarla, ver si está todo en orden e invitarlo a donar a la siesta. La verdad, es que estamos complicados, muy muy complicados, con muchos pacientes con mucho requerimiento.
Tiene que ir al Hospital DOS, ubicar al doctor DOS y él lo va a guiar para que pueda desocuparse rápidamente. No lo pensé mucho. Tampoco me dio opciones. Otra voz que transmitía urgencia, esperanza y, en este caso, hacer lo que mejor sabe hacer: ayudar a la gente a que supere sus dolencias.
- Sí doctora, estoy dispuesto a donar mi plasma en caso de que sea apto. Cuente conmigo – Me escuché decir, no muy convencido, claro.
Corté y me pregunté: ¿En que me metí?
En menos de una hora, ya estaba comprometido a probarme como donante de plasma con anticuerpos de Covid-19. Una vez más, la vida me ponía en el camino de alguien, desconocido, a quien tendría la oportunidad de ayudar.
Le escribí un WhatsApp a PG: “Listo. Me llamaron. Mañana temprano voy al hospital DOS. Si se dan las condiciones, donaría plasma y podría resolverse la situación de tu marido. Tranquila PG. Todo va a salir bien. Contá conmigo”
El “Gracias” por respuesta, resumió todo. Volvía la esperanza y se disipaba, un poquito, la angustia de PG y, seguramente, de su marido e hijas.
Volví a preguntarme: ¿En qué me he metido?.
4 – L a cita
Bien temprano, al día siguiente, fui al Hospital DOS.
Con solo nombrar el sector de hemoterapia, las puertas se abrieron y, rápidamente, vino a mi encuentro el Doctor DOS.
- ¿Cómo le va? ¿Usted es VEA?
- Si doctor DOS, soy yo.
- Venga, venga conmigo que vamos a hacer la extracción y un breve cuestionario.
Así fue, media hora, después, salía del hospital habiéndome hecho una extracción de sangre, como cualquier otra que me hice en la vida, y respondido algunas preguntas muy específicas sobre mi historia clínica y salud en general. Nada difícil, nada complicado. Trámite rápido y eficiente. Urgente. Había gente esperanzada, esperando en una cama de hospital. Me imaginaba la angustia del marido de PG, de ella misma y, sobre todo de sus hijas que tenían a su papá internado y sin verlo desde vaya a saber cuando.
Ya no me pregunté en que me había metido: Ya estaba metido en algo, algo grande. Algo serio y urgente.
5 – El resultado
A las 17 del mismo día sonó mi celular. Un número que no tenía en la agenda.
- ¿Hola?
- Si, ¿el señor VEA?
- Sí, buenas tardes. - Miedo
- Soy el doctor TRES, del servicio de hemoterapia del hospital DOS. Usted vino esta mañana a hacerse estudios previos a la donación. ¿Es así?
- Si doctor, es asi... (Miedo...).
- Le comento: Tiene anticuerpos y está en condiciones de donar. Ya le mando el resultado. No se cuando podrá acercarse para realizar la donación. – Sin opciones, venga, así nomás.
- Por un lado, le agradezco muchísimo doctor, que me dé esta noticia. Mas allá de que me de un poco de miedo, me reconforta y, discúlpeme, me he emocionado un poquito. Me he emocionado porque tengo la posibilidad de ayudar a alguien.
Definitivamente, por raro que parezca, me quebré. Si, me debo estar poniendo viejo, o simplemente estoy sensible, pero se me cortó la voz y tuve que hacer una pausa para reponerme. Necesitaba unos segundos para digerir la noticia: Tenia anticuerpos, mi plasma era útil y alguien, vaya a saber quien, lo necesitaba con urgencia.
- Bien, si usted me permite un rato y me dice dónde llamar, le diré como puedo ayudar.
Antes de volver a llamarle, dígame, cuánto demora la extracción.
- Se demora, desde que empezamos a armar la maquina, hasta que finalizamos la extracción, unos 40 minutos. La donación en si, demora unos 20 minutos o un poco mas.
- Bien. ¿Esto implica algún tipo de riesgo para mi salud? ¿Me puedo volver a contagiar o contagiarme alguna otra cosa? – Mi ignorancia en el tema, claro, era absoluta.
- No, implica ningún riesgo. Mañana, antes de proceder, todas esas dudas me las puede consultar, pero, no, para usted no hay ningún riesgo. Todo el material es descartable, ni usted ni su sangre tienen contacto con otra cosa que no sea este material descartable.
- Bueno, doctor, me ha dado una muy buena noticia. Perdone que me haya emocionado y, mas allá de que no tenga a nadie cercano en situación de riesgo, me pone feliz saber lo que usted me acaba de transmitir. – Todavía estaba emocionado...
- Perfecto, mañana muy temprano tenemos un par de donantes. Podría recibirlo cerca de las 11:30.
- Ok. doctor. Mañana a las 11:30 nos vemos.
5 – La importancia de tener WhatsApp 2
Después de cortar con el doctor TRES, respiré hondo, me tranquilicé y evalué el efecto de la noticia: Tuve la enfermedad, la superé y tengo las herramientas para que alguien más, que lo necesita, la supere también. Me acorde de una amiga que me dijo: “VEA, de esta salimos juntos”. Y ella tenía razón.
Ya, con una vaga sensación de alegría, abrí el WhatsApp y le mandé, a mi señora, a mis hijos, a la señora PG y a la doctora UNO, la primera que me contactó oficialmente, el siguiente mensaje: “Buenas noticias: estoy en condiciones de donar. Tengo anticuerpos”.
Que gratificantes fueron los emoticones de aplausos, caritas sonrientes con un corazoncito. Resumían mil palabras y sentimientos. Emocionante.
6 – Llegó la hora de la verdad
Esta mañana me levanté un poco nervioso.
Situación rara, extraña, desconocida esto de tener que volver al hospital a someterme a una máquina. Que me saque sangre, que separe el plasma y me vuelva a meter la sangre en el cuerpo. No me entra en la cabeza y me da un poco de miedo.
¿En que me metí?, volví a pensar.
Once y media en punto estaba en la guardia del hospital DOS, preguntando por el doctor TRES. De repente, veo alguien que viene, con guardapolvo blanco y con una bolsita con líquido amarillo, acompañado de una joven.
- Hola... ¿Usted es el doctor TRES?. Pregunté adivinando.
- Si... ¿Y usted es el donante, el señor VEA?
- Si señor, soy yo.
- Espéreme que despido a esta señorita que acaba de donar plasma y estoy con usted.
Cinco minutos después, estaba en el consultorio. Sentado al lado de la máquina que iba a quedarse con mi plasma. Claro está que la miré de arriba abajo con desconfianza. No podía ser de otra manera: no la había visto nuca y no sabía que hacia esa “cosa”
El doctor TRES, con profesionalismo y sabiendo lo que hacía, empezó mostrándome los insumos: “Todos nuevos, sin uso y descartables”.
Inició el proceso de “armar” el circuito que iba a hacer, automáticamente, la separación del plasma de mi sangre… con su carga de anticuerpos, útiles para alguien que sufría en algún lado.
Mientras armaba el aparato, me explicaba que mi sangre solo iba a circular por los conductos plásticos y transparentes, que nunca iba a tocar otra cosa que los materiales descartables que estaba montando y, claro, transmitiéndome tranquilidad durante el proceso de ajuste de la maquina “a la vista” de quien quisiera verlo… en este caso, yo.
El miedo y desconfianza, de a poco, iba cediendo paso a una tranquilidad recelosa. Finalmente, quedó ajustada la máquina infernal y se aproximaba el, para mi, peor momento: Enfrentarme a la aguja que se iba a acomodar en mi vena. De más está decir que desde antes de nacer que le tengo miedo a las agujas.
El doctor TRES, con habilidad, buscó y encontró la vena mas propicia para insertar la aguja mariposa y comenzar con el proceso. Un simple pinchazo, como cualquier pinchazo que se hace para una toma de sangre de rutina. Solo eso. ¡No puedo haberme asustado tanto por tan poco!...Ya me estaba envalentonando. Buena señal.
7 – Chau plasma con mis anticuerpos
Una vez dispuesto todo, los cañitos, llavecitas y conectores puestos en la máquina y la amenazante, pero, casi indolora aguja en mi vena, el doctor le dio “play” a la máquina.
Claro, antes me dijo que ruidos haría y que significaría cada ruido, con lo cual, el arranque de la centrifugadora, que separaría mi plasma en un recipiente exclusivo para él, no fue sorpresa. Es más, lo esperaba.
La sangre, mi sangre, empezó a circular por los cañitos…la vi como iba y venía hasta almacenarse en un sachet (o vaya a saber como se llame). En algún momento, el volumen del plasma recogido, ya era visible. La magia se estaba produciendo ante mis ojos. Increíble, el miedo cambió a curiosidad. Me anime a mirar más allá y fascinarme con el recorrido que hacia cada fluido, con la certeza y rapidez que la máquina, ahora conocida para mí, hacia su trabajo en forma rápida, anónima e indolora.
Mientras esto ocurría, trabamos charla con el médico: Me contó algo de su historia, yo le conté de la mía, como me contagié, que síntomas tuve, como tomé la noticia del diagnóstico positivo y el tránsito del proceso.
El tiempo pasó. No mucho. ¿Cuarenta minutos? No sé, a lo mejor fue una hora y la maquina ya se había hecho de 600 mililitros de mi plasma, rico en anticuerpos. Útil para alguien, esperanza para varios.
Esos 600 mililitros, se dividirían en unidad de no se cuántos mililitros cada uno y, cada unidad, se suministraría a algún paciente en situación y condiciones de recibir este tipo de tratamiento.
Así como empezó el proceso, terminó. Rápido, eficiente, indoloro. Perdón que insista en lo de indoloro.
Me despedí del doctor TRES. Antes de irme, le agradecí por contenerme y cuidarme durante el proceso. Por tener esa vocación de ayudar al otro, de cuidarlo y curarlo.
Cuando salí del hospital, todavía me preguntaba en qué me había metido y la respuesta se fue formando rápida y consistentemente en mi mente: Me metí en una historia fantástica, donde la solidaridad, esperanza, empatía y contención fueron actores principales y, de alguna manera afectaron varias vidas…la mia, claro; la de PG que tiene su marido internado, y que está peleándole al virus, y es amiga de la amiga de una prima de un compañero de trabajo, la de las hijas del infectado y su familia toda, la de mis hijos y amigos que supieron de esta aventura, de esta historia y se sorprendieron de lo rápido y fácil que es involucrarse y ayudar en tiempos de coronavirus.
Siento la falta de plasma?...mmm…no. Modificó mi salud?...mmm…no. El miedo, mi miedo a la maquina y al proceso mutaron en alegría, en orgullo, en satisfacción, para mi, claro.
Finalmente, y en resumen, haber donado mi plasma, rico en anticuerpos, generó un gran cambio en mí. Estoy emocionado de haber podido cumplir conmigo mismo, disipado mi miedo a esa cosa desconocida, estoy feliz de haber llevado un poco de paz y esperanza a alguien que no conozco y que está sufriendo. Estoy seguro que el marido de PG, amiga de la amiga de la prima del Fer, el de ventas, esta noche, duerme tranquila y esperanzada. Y sus hijas, también, y su familia, también. ¿Y yo? ¡Claro! Yo también me voy a dormir feliz.
Chau. La próxima donación, les cuento cómo me fue.