El 22 de enero de 2018, tendidos en un campo de la zona cordillerana de Los Molles (Malargüe), fueron encontrados 34 cóndores, 2 ovejas, un puma, una cabra y un cordero sin vida. Luego de los análisis y de la investigación posterior, se confirmó que los 39 animales habían fallecido tras ingerir los restos de un animal de ganado que había muerto y sobre el cual el responsable del puesto había colocado carbofurán (un agrotóxico altamente venenoso).
Esta trágica e ilegal práctica es muy común y se recurre a ella con frecuencia para intentar combatir a los predadores en la zona rural. El detalle es que en este episodio fallecieron especies carroñeras que se acercaron a alimentarse el animal ya muerto y que había sido utilizado como cebo para atraer a estas especies. A ello se suma que este tipo de veneno es altamente tóxico, se impregna en el lugar y puede contaminar hasta el agua, por lo que una o varias personas podrían haber fallecido también en el episodio.
A casi 5 años de este trágico episodio -y que derivó en detenciones y condenas para los responsables del campo-, un episodio similar se registró el sábado pasado, también en el Sur mendocino, Esta vez fue en San Rafael, más precisamente entre Rama Caída y el Cañón del Atuel. Según confirmó un guardaparques de Valle Grande, desde la Fundación Cullunche, desde la distrital San Rafael de la Policía Rural, se encontraron más de 10 ejemplares de perros, zorros y aves de la zona, también fallecidas por intoxicación y de la misma manera en que a comienzos de 2018 se hallaron a los 34 cóndores.
“Le puedo asegurar por mi experiencia que ha sido un contaminante fuerte, porque los animales comían y caían a los pocos metros. Afortunadamente no se extendió más lejos y eso es bueno, porque los animales envenenados no llegaron a tener contacto con los condores y los afluentes del río”, destacó a Los Andes el guardaparques Angel Nehuel Napoléon, quien se desempeña en Valle Grande y fue quien primero intervino en el operativo.
“Podría haber sido una catástrofe y no lo fue de milagro, porque tuvimos suerte. Porque en la zona de Valle Grande se han avistado ya nidos de cóndores, y podría haber llegado a ellos el veneno también. El problema aquí es que sigue habiendo agrotóxicos en manos de cualquiera. Seguimos esperando la aprobación de la Ley de Trazabilidad de agrotóxicos con la que se permitiría tener el detalle de todas las manos por las que pasan estos elementos desde que salen de la fábrica”, destacó la presidenta de la Fundación Cullunche, Jennifer Ibarra.
Las víctimas y el trabajo en equipo
Siete perros, un zorro, un chimango, un jote de cabeza negra y otro de cabeza roja fueron los animales que se encontraron muertos y diseminados en un radio de no más de 1,5 kilómetros. Además, en el lugar sobresalían los restos óseos de un animal que, aparentemente, pertenecía a parte de la producción de ganado del lugar y que serían los restos a los que se les colocó el componente tóxico para que funcione como cebo de los predadores.
“Todo comenzó porque recibí rumores y denuncias de gente de la zona de calle Los Olivos, porque fueron encontrando a sus animales domésticos envenenados. Primero avisaron de la muerte de 2 perros, luego avisaron de otros 4 que que estaban en tratamiento. Y se sumaron caranchos, jotes, un zorro y un chimango, que son animales carroñeros. A mí me alarmó porque tenemos población de cóndores en el lugar, por lo que tomamos las medidas y asistimos con la Policía Rural, la gente de Recursos Naturales y después llegó la orden del fiscal para desnaturalizar los cadáveres”, contó el guardaparques.
Además, destacó el trabajo en equipo y el asesoramiento que recibió telefónicamente y en tiempo real de parte de la Fundación Cullunche, de la Fundación Bioandina y del grupo de rescate del cóndor andino en San Rafael.
“Fue muy importante poder trabajar libremente y de forma rápida. Eso nos permitió cortar la cadena de envenenamiento y que no se expanda para otras zonas. Durante las últimas 48 horas hicimos un monitoreo y, afortunadamente, no se vio nada nuevo ni otros ejemplares envenenadas”, resaltó.
Una práctica común y peligrosa
Entre los puesteros y productores mendocinos -no solo del Sur-, desde hace ya varios años se ha adoptado esta peligrosa costumbre y que, afortunadamente, se ha comenzado a erradicar. Cansados de perder cabezas de ganado como consecuencia de la caza por parte de otras especies, los responsables de la producción utilizan como cebos a aquellos animales que ya han muerto (muchos son atacados por los predadores, quienes los retiran de la zona más concurrida y los dejan allí para volver durante las noches siguientes a seguir destrozándolos).
Con la idea de erradicar a los predadores, algunas personas colocan sustancias agrotóxicas en los restos de la presa, para que cuando el cazador regrese y consuma su carne, muera. El detalle es que esta práctica suele cargarse con la vida de los carroñeros, aquellos animales que -como los cóndores- no son cazadores, pero sí se alimentan de restos de animales muertos. Una de las maneras en que se intenta erradicar esta peligrosa y prohibida práctica -la de los cebos envenenados- es a través de los perros de corral. Y es que al incluir a perros en los corrales y el ganado, simplemente con su presencia y su olor, otros animales directamente ni se acercan a los corrales.
Respecto al caso registrado este fin de semana, fue un guardaparques de la zona quien encontró a los más de 10 animales muertos sobre el campo, por lo que dio aviso a personal de la Policía Rural de San Rafael e intervinieron en conjunto. Según confirmaron desde la Policía Rural de ese departamento a Los Andes, en el momento se hicieron las actuaciones legales y la desnaturalización de los cadáveres, por lo que todo ha quedado en manos de la Justicia ahora. Mientras que en cuanto a los resultados exactos de las pruebas y que permitan confirmar con exactitud la sustancia tóxica que consumieron, todavía no hay precisiones.
“Necesitamos que se trabaje seriamente en el tema y que haya sanciones para los dueños y encargados de los campos donde se encuentran los cadáveres. Porque estamos hablando de agrotóxicos que son tan potentes que llevan a que los animales caigan en el mismo lugar donde lo consumieron”, destacó Ibarra, de la Fundación Cullunche.
En cuanto a la normativa y el marco legal, la activista del medio ambiente indicó que luego de la matanza de los cóndores en Los Molles se prohibió la venta libre del carbofurán, pero no así de su versión granulada y al 1%. “Necesitamos que la venta sea bajo prescripción, con documento de identidad, y que haya todo un seguimiento de quién lo compra y quien lo tiene. Desde Cullunche nos preguntamos si realmente van a esperar que muera una persona o un niño, como murió una nena en Misiones que comió una mandarina, para aprobar de una vez por todas la ley de trazabilidad. Estos tóxicos quedan en la tierra, en el agua, en el ambiente y no los inactivan ni el sol, ni la tierra ni el tiempo”, sentenció.