Tanto se ha escrito sobre Enrique Gaviola que resulta sorprendente que poca gente lo conozca, que algunas personas ni registren su nombre, que cada vez que se hace un homenaje o se lo recuerda haya voces que no adhieren a la posibilidad de un homenaje o que dudan respecto de que haya que homenajearlo. Gaviola despierta amores y odios y ésa parece ser la incansable báscula en la que se mueve la historia argentina, la de la Astronomía argentina y especialmente los personajes que la forjaron.
El 31 de agosto, recordamos el nacimiento de este científico que nació en Mendoza en 1900 y marcó la ciencia argentina de varias maneras. Discípulo de Bohr y de Planck, becario Guggenheim, constructor de telescopios, fundador de instituciones emblemáticas, no logró imponerse como uno de los más grandes científicos argentinos del siglo XX en el ámbito popular. Si hiciéramos una encuesta, pocas personas mencionarían algunos de sus trabajos o logros. La Astronomía argentina debería tener un espacio destacado para él, porque podemos considerarlo como el fundador de la astrofísica en nuestro país.
En este agosto que ya termina, mes de Gaviola, una serie de actividades especiales no sólo buscan rescatar la figura del científico, sino también la persona, a través de una muestra fotográfica que nos lleva a un recorrido desde 1908 hasta 1980. La muestra se puede recorrer de forma virtual aquí.
En 1908, Gaviola era un niño, y en la escuela primaria hacía todo con su hermano mayor, Jorge. Katri Aguiar Gaviola, su nieta mayor, nos cuenta que Enrique también tenía un hermano varios años menor al que acompañó en una posible carrera en Física, que no fue. Sin embargo, ese hermano resultó ser un diplomático de envergadura.
Lo podemos ver en Berlín (1927), cuando estudiaba Física moderna en el momento en que la Física moderna nacía; en Estados Unidos, desarrollando experimentos con alta tensión (1928) y, a su regreso al país, cuando se hizo cargo del Observatorio de Córdoba (1940).
En esta oportunidad, me gustaría recordarlo como en la foto en la que se lo ve junto a las cajas que contienen el espejo de 1,5 metro de diámetro de la estación astrofísica de Bosque Alegre, en el domo del telescopio, afuera del albergue, esquiando, en la ceremonia de inauguración junto con ministros y hasta el presidente de la nación... Mirado casi desde la periferia, los logros que seguramente otros se atribuían. Verlo junto a su hija, que lo acompañaba en sus trabajos y viajes. También resulta revelador respecto de su personalidad, ya que abogaba por la educación desde la infancia abriendo todas las posibilidades y todas las puertas que se debieran abrir para el desarrollo del pensamiento crítico de los ciudadanos.
Si ahora vemos la película completa de su vida, el inicio de la Asociación de Física Argentina y de lo que fue luego el Instituto Balseiro, los primeros experimentos con el láser, podríamos imaginárnoslo como uno de los científicos más emprendedores y exitosos del siglo XX, un innovador que arrastraba, con un convencimiento inigualable, a otros que continuaron sus proyectos.
Es probable que los astrónomos modernos no seamos dignos sucesores de Gaviola. Tal vez tampoco lo seamos de Aguilar, de Sersic o Sahade o Ringuelet o Niemela o tantos grandes científicos que estudiaron, trabajaron y formaron capital humano en el país. Pero, por esta vez, recordemos los 150 años de la Astronomía argentina y regresemos a la fundación del Observatorio de Córdoba en 1871. Conectemos ese momento con el de la inauguración de Bosque Alegre y la figura de Gaviola. Relacionemos todo eso con su convencimiento respecto de la necesidad de desarrollo científico y tecnológico para el avance del país, la importancia de la integridad intelectual para hacer ciencia, la fuerza de emprendimientos colectivos que nazcan de las comunidades científicas y, por sobre todas las cosas, el hacer lo que es realmente necesario sin esperar reconocimiento alguno.
Verlo junto a su hija, que lo acompañaba en sus trabajos y viajes, también resulta revelador respecto de su personalidad, ya que abogaba por la educación desde la infancia abriendo todas las posibilidades y todas las puertas que se debieran abrir para el desarrollo del pensamiento crítico de los ciudadanos.
En 1943 Gaviola crea los “Seminarios” (que siguen hasta hoy). Nos cuenta Santiago Paolantonio, del Observatorio de Córdoba: “El primer seminario fue dado por la doctora Schreiber el 11 de marzo de 1943, sobre las Nubes de Magallanes. Los seminarios dieron lugar a 35 reuniones semanales de dos a tres horas de duración. Las clases de la escuela para empleados comenzaron cinco días después, el 16 de marzo de 1943, funcionó hasta mediados de noviembre y se tomaron exámenes escritos al mismo entre el 22 y 27 de ese mes. Los orales se desarrollaron desde el 29 al 4 de diciembre siguiente, con resultados “tan heterogéneos como los alumnos”, según el informe de ese año, que puede verse en el libro de Omar Bernaola.
Paolantonio entrevista en 2002 a Ángel Gomara, protagonista de la aventura del telescopio de 1,5 metro de diámetro de Bosque Alegre (Minitti, Paolantonio, Córdoba Estelar, capítulo 24, p 487, 2013) y persona de confianza de Gaviola. Santiago nos cuenta: “Gaviola obliga a Gomara a que tome clases de trigonometría esférica. El profesor era Guido Beck, quien las realizaba brindándole una tableta de chocolate y “un cigarrillo”. En el entorno de Bosque Alegre, el mendocino impulsa la creación de la escuela 361, donde no sólo aprendían a leer y escribir los niños, sino también sus padres. Se les facilitaba la comida, se enseñaban tareas agrícolas y trabajos manuales, destinados a su supervivencia en el futuro. Según nos cuenta Katry Aguiar Gaviola, inclusive becaba de su propio sueldo a alumnos con dificultades económicas y los acompañaba en su proceso de aprendizaje, imponiendo el alcance de metas específicas.
El Instituto de Matemática Astronomía y Física de Córdoba (luego Famaf) no nace como tal sino como La Escuelita… Me gusta ese nombre. Aquellos que aprendíamos Astronomía en el Observatorio de La Plata alrededor de los ochenta del siglo XX, también cursábamos las materias en la denominada Escuelita. Podríamos pensar que el nombre estaba inspirado en aquella, la de Córdoba, donde Gaviola recorrió parte de la historia que hizo historia.
*La autora es astrónoma mendocina - ITeDAM (CNEA-Conicet-UNSAM)
**Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar