Juan Emilio Sarmiento cumplió 65 años el pasado viernes, 14 de abril. Nacido en Córdoba, es sacerdote misionero de la orden claretiana, licenciado en Teología Pastoral y llegó a Mendoza hace poco más de un mes, ya que fue recientemente designado como rector del Santuario de la Virgen de Lourdes (en El Challao, Las Heras).
Sin embargo, y más allá del desafío que le significa esta nueva misión en su vida, sus últimos años han sido una verdadera aventura, digna de una novela autobiográfica. O de esas charlas en las que el tiempo se escurre como arena entre los dedos sin que sus participantes caigan en la cuenta de ello.
“Pasé 24 años de mi vida viviendo en otros países, como parte de mi rol misionero. De ellos, 20 fueron en Rusia, estando un año en Siberia, un año en San Petersburgo y los otros 18 en la ciudad de Múrmansk, dentro del Círculo Polar Ártico.
Allí, en 2007, fundé la primera iglesia católica que lleva por nombre San Miguel Arcángel”, enumera con una simpleza y simpatía contagiosas el Padre Juan, como lo llaman todos en el imponente santuario en el piedemonte mendocino, donde además está la casa donde está viviendo el religioso.
“Múrmansk está ubicada al Norte de Rusia, frente a Noruega y a Finlandia. Es una ciudad portuaria donde está la base de los submarinos atómicos, por lo que en la época de la URSS y de la Perestroika (reestructuración post fin de la URSS) estaba cerrada a los visitantes. Después de la Perestroika, el Gobierno de Rusia devolvió las iglesias que había confiscado en todo el país cuando se instaló el comunismo.
Y, ya estando en Rusia, me ofrecí a ir como misionero a esta ciudad, ya que había pedido ir a una donde hubiera fieles católicos. Recuerdo que lo primero que hice cuando llegué a Múrmansk fue poner un aviso en el diario del lugar donde decía: ‘Sacerdote católico invita a católicos del lugar a reunirse’. Las primeras reuniones fueron en un hotel. Así empezó el sueño de la iglesia”, rememora Sarmiento, mientras recorre las instalaciones del santuario y mira las nubes grises que cubren por completo el cielo matinal de El Challao. Según sus propias palabras, la postal le recuerda a las jornadas de octubre en Múrmansk, justamente la época en que comienza la noche polar en el Círculo Polar Ártico.
Sus años en la Rusia del fin de la Perestroika, su estadía en Siberia, los encontronazos con la Policía Rusa que no entendía por qué la Iglesia Católica enviaba un cura latinoamericano a misionar a ese país, y el sufrimiento de los amigos que le quedaron allí y actualmente están padeciendo las consecuencias de la guerra en Ucrania son solo algunos de los pasajes de una atrapante charla.
“Estoy en permanente contacto con gente de allá. Incluso, tuve que borrarme de Facebook por pedido de amigos que me quedaron en Rusia, ya que ellos me dijeron que desde el Gobierno están revisando todo y, si llegaban a ver a alguno de ellos en mi lista de amigos, iban a ir a buscarlos a ellos”, agrega, con preocupación.
No obstante, su amor por Rusia y por los habitantes de aquel país distante se mantiene intacto.
“En mi vejez quisiera volver a Rusia, pasar mis últimos años allá. Como siempre se dice, el primer amor tira. Y, además, hacen falta sacerdotes”, piensa en voz alta. “Me gustaría volver a Rusia por la gente que está allá, por la parroquia que fundé, no por los gobiernos. Si de algo me he dado cuenta en tantos años viajando es que la gente de cualquier país es la primera que sufre a sus gobiernos. Y por eso quiero volver, para estar con ellos y acompañarlos”, reafirma sin necesidad de que haya repregunta.
Un sacerdote argentino misionando en Rusia
Juan Emilio Sarmiento se ordenó como sacerdote en 1990 y, desde entonces, quedó a cargo del Seminario Misionero en Córdoba. Entre 1991 y 1994 lo enviaron al Sur del Conurbano Bonaerense, donde llegó a desempeñarse en Florencio Varela y en Quilmes.
A partir de allí viajó a España –en 1995-, donde estudió Teología, y esa fue su puerta de entrada a Rusia.
“En 1997 llegué a Rusia. El primer año estuve en Krasnoyarsk (Siberia) y me tocó ver los coletazos de la Perestroika”, repasa el Padre Juan sobre su llegada a Rusia. Allí comenzó a estudiar ruso, idioma que habla con una envidiable y destacable fluidez.
Luego de ese primer año en Siberia, en 1998 se mudó a San Petersburgo (a casi 6.000 kilómetros de su primer destino) y allí comenzó a tomar forma la misión pastoral que lo llevaría al Círculo Polar Ártico. Antes, junto a otros sacerdotes, fundaron la primera casa misionera en San Petersburgo y tomó cursos sobre el idioma y la cultura de Rusia.
“Después de la Perestroika, se devolvieron las iglesias, no solo al Catolicismo, sino a otros cultos y religiones que habían sido bloqueados con el comunismo. El Seminario de San Petersburgo había funcionado como una fábrica de lámparas en ese período. Ello no quitaba, por ejemplo, que en la intimidad de sus hogares haya habido gente que celebraba ceremonias religiosas y yo llegué a conocer a una señora que bautizaba clandestinamente a niños. Pero con este resurgir, comenzamos a darle forma a la misión educativa”, rememora Sarmiento.
Múrmansk y la primera iglesia católica en el Círculo Polar Ártico
La llegada del cura a Múrmansk (en la desembocadura del río Kola en el mar de Barents, a 1.400 kilómetros al norte de San Petersburgo y a 3.000 kilómetros del Polo Norte) se dio en 1999. La publicación del aviso en el diario donde avisaba que un sacerdote católico buscaba fieles para reunirse terminaría por convertirse en el primero de tantos pasos antes de llegar a la Parroquia San Miguel Arcángel.
“Al principio nos reuníamos en un salón que alquilábamos de un hotel, hasta que finalmente en 2007 se consagró la primera iglesia católica en el Círculo Polar Ártico. Yo fui el fundador y el primer párroco. Y con solo ver una foto, se luce la iglesia como una perla en medio de toda una estructura comunista”, describe Sarmiento en alusión a cómo el templo rompe la lúgubre monotonía arquitectónica y seriada de los paisajes de esa ciudad.
“La Rusia post comunismo fue realmente toda una aventura. El gran quiebre en ese momento se da en el momento en que comienza a respetarse a la persona por lo que es, y no por ser alguien a quien se consideraba como uno de los ‘engranajes’ de una gran máquina, máquina que -para colmo- al final ya tampoco funcionaba”, ejemplifica el religioso. En ese sentido, aclara que esa recuperación del protagonismo por parte de la religión a mediados y fines de los 90 no fue hostil, sino más bien todo lo contrario.
Dada su ubicación y sus características geográficas, Múrmansk tiene noche polar (entre diciembre y enero) y también se puede observar el fenómeno siempre cautivante de la aurora boreal en el lugar, ya durante marzo. La temperatura media en invierno es de entre - 8 y -13 grados, aunque puede bajar incluso hasta los – 35 grados. “He pasado Navidades con – 22 grados”, repasa Sarmiento. En verano, en tanto, la temperatura media llega a 15 grados, mientras que durante casi dos meses (mayo y junio) el sol no se oculta.
La ciudad nació en 1916 por la necesidad de abrir puertos comerciales y militares, ya que el río Kola es el único que no se hiela en su desembocadura. Es centro de comercio pesquero y de navegación, aunque la proximidad de la base de submarinos nucleares la convierten en zona de alta peligrosidad y contaminación. No obstante, es un territorio rico en gas, petróleo y minerales, y tiene una fuerte relación con Finlandia y Noruega.
El día en que la ciudad le pidió plata a la iglesia
Las anécdotas de Juan Emilio Sarmiento y su estadía en Rusia durante dos décadas son infinitas, casi tanto como podría llegar a considerarse la extensión territorial de ese país. En esa búsqueda de la autorización y del espacio para construir una iglesia en Múrmansk, por ejemplo, el Padre Juan escuchó comentarios del estilo: “Si van a construir una iglesia en la ciudad, eso es bueno. Porque las iglesias tienen plata y le van a poder dar a la ciudad”.
“Me tocó llegar a Múrmansk y dialogar con quienes habían sido parte del sistema comunista, ya que en el lugar estaba la base de submarinos atómicos. Pero, al mismo tiempo, ellos se habían convertido en los primeros democráticos”, reflexiona Sarmiento.
En ese sentido, no sorprendió entonces que el intendente de esa ciudad -y a quien Juan Emilio fue a visitar mientras peregrinaba (literalmente) por el lugar para la iglesia- haya sido antes parte de los funcionarios de control del régimen en los años de la URSS.
“En los distintos lugares en los que he vivido, yo he visto a la izquierda, a la derecha, al socialismo. Pero lo que la gente quiere, en el fondo, es que se la respete por lo que es, y que haya dignidad y respeto por el otro. Siempre hemos intentado establecer un diálogo desde la dignidad por el simple hecho de ser persona. Lamentablemente, eso es lo primero que se elimina con los totalitarismos”, reafirma.
Oficialmente se estima que entre 90% y 95% de la población rusa pertenece al cristianismo ortodoxo, mientras que católicos hay cerca de un millón. Hasta 1917, año en que estalló la Revolución Rusa, se calculaba que en todo el país había cerca de 1.700 parroquias católicas. Muchas de ellas fueron cerradas, destruidas y refuncionalizadas durante los años de la URSS, por lo que en la actualidad se mantienen cerca de 300.
Y más allá del predominio de la Iglesia Ortodoxa en Rusia, en otros países que fueron oportunamente parte de la URSS hubo desde siempre una marcada presencia de católicos (como en Bielorrusia, Ucrania, Lituania y Letonia, por ejemplo).
“La convivencia con la Iglesia Ortodoxa Rusa es buena ahora, aunque se pasó por momentos de rispideces”, se explaya.
Sapo de otro pozo
Mientras estuvo en Rusia, los efectivos de la fuerza policial le hicieron sentir al Padre Juan en todo momento que su presencia en el lugar era atípica y, por momentos, llegó a sentirse incómodo.
“En una ocasión, justo el día de mi cumpleaños, viajaba en tren de San Petersburgo a Múrmansk (son 28 horas de viaje) y casi en la mitad, subió la Policía Rusa y comenzó a pedir el listado de pasajeros, camarote por camarote. Cuando llegaron al mío, vieron que había un latinoamericano y se fueron a entrevistar conmigo. Me pidieron el pasaporte y yo veía que lo revisaba una y otra vez, lo hojeaba, me miraba y seguía con mi pasaporte. Yo le pregunté al policía si había algún problema, pero él solo me dijo: ‘estoy mirando’, y estuvo varios minutos con el pasaporte. Yo no me pude quedar callado y le dije que no podía retenerme el pasaporte si no había ningún problema, ¡tenía hasta la autorización de residencia! ‘Aquí las cosas no son como en su país’, fue lo púnico que dijo el policía antes de devolverme el pasaporte”, recuerda Sarmiento sobre el incómodo momento vivido.
Pero todo no quedó allí. Porque Juan Sarmiento llegó a Múrmansk, donde lo esperaba gente de la congregación católica con carteles para desearle un feliz cumpleaños. Pero, parados firmes detrás de aquellas personas que se habían juntado para la cálida y feliz bienvenida, había otra comisión de bienvenida, aunque para nada amistosa: varios efectivos de la Policía de Rusia esperaban al sacerdote también en la estación de trenes.
“Se acercaron, se presentaron y lo primero que hicieron fue preguntarme qué problema había tenido con el pasaporte durante el control. Una vez más les dije que tenía todo en orden y que el problema había sido que no me lo habían querido devolver. Les expliqué que era pastor católico y ellos, extrañados, me preguntaron que dónde estaban los católicos en esa ciudad. Pero cuando me dijeron que iba a tener que acompañarlos a la comisaría, la gente que estaba esperándome quiso venir conmigo. Ahí vieron donde estaban los católicos”, rememora, y sonríe. Y aclara que, aún en la época post URSS, había fuertes controles y que, incluso, a otro obispo que criticó al sistema ruso en la televisión polaca le anularon la visa y no pudo regresar a Rusia.
Cómo vive la guerra entre Rusia y Ucrania a la distancia
Al párroco Juan Emilio Sarmiento le quedaron muchos amigos en Rusia. Y, según él mismo cuenta y en base a lo que ellos le han contado, no la están pasando nada bien con el conflicto bélico que se inició hace casi 14 meses.
“El pueblo sencillo, la gente creyente la está pasando muy mal. Por empezar, usar la palabra ‘guerra’ está prohibido en Rusia”, destaca el cura cordobés e instalado en Mendoza.
La primera vez en que Vladimir Putin asumió como presidente de Rusia (en 1999), el Padre Juan estaba en Rusia ya. “Esto que está demostrando ahora no se veía en él al principio, prácticamente lo puso (su antecesor, Boris) Yeltsin. Pero aquí, el conflicto con Ucrania, es una cuestión geopolítica y el objetivo es la OTAN. Ucrania es la madre de toda la Rusia, Kiev estaba habitada por tribus eslavas y Putin quiere retomar ese espíritu, aquella época. Por eso, con la guerra, lo que busca Putin es mostrarle los dientes a la OTAN y decirles que se terminó la supremacía de ellos”, concluye.