Roxana Martínez tiene 40 años y desde fines del 2019 vive en Graz, la segunda ciudad más importante de Austria después de Viena. Es licenciada en Administración de Empresas y ha especializado su trayectoria en docencia universitaria. De hecho, mientras estuvo en Mendoza dedicó casi 15 años a este rubro.
Ya instalada en Austria -país al que se mudó con toda su familia luego de que a su esposo le surgiera una oportunidad laboral-, la mendocina decidió jugársela con su propio emprendimiento. Y creó una plataforma en la que, con clases online y más de 20 docentes de distintos países (Argentina, Colombia, Venezuela, Ecuador, Chile y hasta Israel), prepara en distintos oficios y trabajos a gente de todas las edades. Desde chicos de 18 años que acaban de salir del secundario hasta adultos mayores de setenta y largos que se animan a perderle el temor a internet y a la tecnología.
“La verdad es que me hubiese resultado mucho más fácil buscarme un laburo en una empresa, trabajar entre cuatro u ocho horas diarias, volver a mi casa y listo. Pero no es lo que quería. Yo quiero ayudar a los demás. Emprender es difícil, nadie lo duda. Pero siento que con mis cursos estoy haciendo inclusión digital para cualquiera. Si me tengo que sentar y estar 40 minutos con un alumno, para mí no es tiempo perdido, es tiempo ganado y un analfabeto digital menos”, destaca con entusiasmo la mendocina desde el otro lado del Atlántico, en esta ciudad austríaca ubicada a 200 kilómetros de Viena, a cuatro horas de los Alpes Altos y de Alemania y en las inmediaciones de la frontera con Eslovenia.
Luga Up es el nombre de la plataforma que creó Roxana y por la que, hasta el momento, ya han pasado cerca de 100 estudiantes de América Latina y de España. Los cursos tienen una duración estándar de un mes, aunque cada persona puede continuar en distintos niveles si así lo desea. “Es una síntesis de mis 15 años de docencia y de mi especialización en docencia universitaria. Con la pandemia me empecé a centrar en personas vulnerables con deseos de superación, por lo que la gente puede hacer cursos de oficios, como son el de niñera, el de cuidado de adulto mayor, entre otros. Están destinados a aquellas personas con deseos de superación y con esta posibilidad se les brinda herramientas, incluso para quienes no tienen experiencia”, explicó Martínez desde Graz.
Volver a empezar
A fines de 2019, a Lucas (esposo de Roxana) le surgió una inmejorable oportunidad laboral. Lo habían convocado para un puesto de investigación en un centro de estudios austríaco, por lo que en septiembre de 2019 el hombre viajó para instalarse y comenzar a preparar lo que sería el nuevo hogar de toda su familia. En diciembre de ese mismo año, su esposa Roxana y los hijos de ambos -Luciano (10) y María (7)- se le unieron en este nuevo destino y para comenzar con su vida casi desde cero.
“A veces uno no busca la nueva vida, se la cruza de frente directamente. El 1 de diciembre de 2019 me fui de Argentina, cuatro meses antes del primer lote de coronavirus en Austria. Dejamos el verano y el calor de Mendoza para venirnos al invierno crudo, vivir aquí es la sensación de estar viviendo en Bariloche. Ahora oscurece a las 19, pero en enero (pleno invierno europeo) a las 14 ya es de noche. Fue todo un cambio para nosotros venir de la tierra del buen sol a este panorama”, sintetiza Roxana, entre risas.
Hasta el 31 de octubre, son cinco horas de diferencia entre Argentina y Austria. En aquel país, al igual que en el continente europeo, siempre hay que sumar esas cinco horas al horario argentino. Pero a partir del primer día de noviembre, se reducirá a cuatro la diferencia. Y es algo que Roxana y su familia celebran, ya que estará un poquito más “cerca” -al menos en lo que hace al horario- de esta parte del mundo.
“Hacía tiempo que estábamos viendo la posibilidad de irnos a probar suerte a otro lado, por lo que ni bien surgió la posibilidad de viajar y descubrir otro país decidimos aprovecharla. Liquidamos todo y nos vinimos con una mano atrás y otra adelante. Con el trabajo de Lucas, al menos lo que era lugar para vivir y otros temas los teníamos o menos solucionado. Pero fue llegar, ir a Ikea a comprar unos pocos muebles, tirar los colchones en el piso y ahí nos fuimos acomodando de a poco y como pudimos”, agrega la emprendedora.
Más allá de que en la ciudad austríaca en la que están viviendo hay una importante comunidad de argentinos y que todos han estado siempre a disposición para lo que han necesitado, la familia mendocina reconoce que todavía siguen adaptándose día a día. “A veces sentimos que, cuando volvemos a casa, no hemos llegado en realidad a nuestra casa. Pero eso es porque la adaptación sigue. La gente es súper cordial, amorosa y nunca tuvimos ningún problema. Tal vez los niños lo viven de otra perspectiva y les ha costado bastante adaptarse. Acá a los chicos los crían de forma imperativa, no usan mucho el ‘por favor’ o ‘gracias’, ¡es como si la gente gritara! Pero no es que sean malos, están criadas de otra manera”, reflexiona Roxana.
Y aunque cada vez se siente más cómoda en Graz, la melancolía y nostalgia siempre encuentran un hueco en su rutina. “Cada tanto pongo la canción de ‘Otoño en Mendoza’ y se me pianta un lagrimón”, confiesa.
Universalizar la educación
Durante los primeros meses en Austria, y con el agregado de la pandemia, la familia mendocina se centró en terminar de equipar su casa y adaptar su vida al estilo de Graz. Pero en la medida en que fueron transcurriendo las semanas y los meses y cuando la pandemia fue permitiendo acomodar las rutinas, Roxana descubrió cuál sería el próximo paso a dar.
“Decidí armar mi propia startup, con una función más social. Un día caí en la cuenta de que había 9 millones de habitantes en Austria y es un país con potencial en el mundo. Y me pregunté cómo era posible que este país Austria sea potencia con una población que equivale solamente a lo que es el conurbano bonaerense, mientras que Argentina tiene 5.120 kilómetros de norte a sur y, en Europa, en esa extensión hay distintos países y hasta religiones. Y me di cuenta de que la diferencia es la educación. En Latinoamérica la diferencia en comparación con Europa es grande y la brecha cada vez se amplía más”, relató la mendocina sobre los inicios de su proyecto.
Así fue como nació la idea de Luga Up, un proyecto que contempla cursos cortos online para preparar en oficios a personas de todas las edades y de cualquier parte del mundo. La herramienta incluye clases sincrónicas, autoaprendizaje y gamificación para estimular más el aprendizaje.
“Sueño con una universidad accesible para todos. Una mujer que queda embarazada no puede seguir, porque te exigen horarios chinos y ocho horas presenciales. Es algo que pasa en Argentina y en el mundo, pero ese modelo de universidad tiende a desaparecer y tenemos que empezar a reverlo. Los chicos hoy en YouTube aprenden un montón y nadie puede negarlo, y la pandemia vino a demostrar eso”, agrega Martínez.
Así fue como nacieron los primeros cursos, que intentan escapar a lo tradicional y lineal y que realmente pretenden integrar a la virtualidad como una plataforma y no como una excusa. Incluso, en invierno, Roxana ha llegado a coordinar cursos de recreación para adultos mayores -de 70 años y más- y en los que todos los participantes participaban entusiasmados de las distintas actividades, y todo conectados desde un dispositivo.
“Incluso, recuerdo que de uno de los cursos de Cuidado a los Adultos Mayores participó una mujer que tenía un puesto de panchos en Uruguay y llevaba casi 40 años con él. Pero por la pandemia se pinchó, y afortunadamente la mujer pudo perfeccionarse y reinventarse”, ejemplifica.
Para mediados de octubre Roxana ya tiene todo listo para lanzar desde Luga Up un nuevo curso orientado al turismo, a los proyectos sustentables y a las especificaciones y exigencias que se pedirán en un futuro casi inmediato para contar con certificaciones ISO que hacen a la seguridad.
“Entre tantas cosas malas que trajo, la pandemia demostró que los adultos tienen la segunda oportunidad de estudiar a su ritmo. Se ponen muy felices cuando reciben sus títulos, es una persona a la que le cambiamos la vida y es motivador para que la gente se anime a estudiar”, destaca con entusiasmo y hasta se anima a soñar con su nueva meta: sumar más profesores que se sumen a su “locura”.
“Estoy detrás de un cambio cultural. ¿Quién iba a imaginar que yo iba a terminar acá? Pero para mí fue dar vuelta la página, emprender con una mano atrás y otra adelante y siempre con mucha actitud”, concluye.