“Uno de los elementos más interesantes es que niños y niñas han tenido reacciones adaptativas que son saludables”, explicó Olga Isabel Isaza, representante adjunta de Unicef en Argentina, que realizó un “Estudio sobre los efectos en la salud mental de niñas, niños y adolescentes por Covid-19”.
El organismo consultó y observó a 780 niños y adolescentes del país a través de cuestionarios y diferentes propuestas lúdicas, con el objetivo de conocer experiencias, emociones, miedos y expectativas e identificar las necesidades emocionales y los cambios en sus comportamientos.
Para los más pequeños, una de las principales formas de procesar todo ha sido el juego, una herramienta protectora muy importante porque han podido nombrar sus emociones, recrear la información que reciben y digerirla, han podido tener algunas expectativas de futuro, y elaborar parte de los duelos en el caso de aquellos que han sufrido pérdida de familiares o personas cercanas”, explicó.
En el último tiempo se ha observado una menor disposición y ganas ante el juego. “Nos preocupa y es un llamado para que los adultos redoblemos esfuerzos y seamos muy creativos, aunque también estemos agotados y a veces no sepamos qué más inventar para jugar. Es importante recurrir al dibujo, los juegos de roles”, resaltó. Uno de los juegos que más se repite entre los más chicos es “la casita” o “la guarida” un lugar que les permite mantener su intimidad. Según el estudio, un 39% de los hogares de las y los niños encuestados no tenía espacios diferenciados para que pudieran jugar en sus casas.
“Para los adolescentes han sido las expresiones artísticas como la poesía, el teatro, la narración, la música a través de las cuales han podido procesar lo que está sucediendo”, diferenció. Más de la mitad mencionó, entre las actividades más recurrentes, alguna forma de uso del celular o la computadora para el uso de las redes sociales o los juegos en línea, entendiéndolo también como una búsqueda de nuevas formas de sociabilidad.
Tras el levantamiento de las restricciones, fue muy marcada la diferencia entre las actividades que realizan los varones de sectores populares para el encuentro entre pares (en general al aire libre, en las plazas o jugar al fútbol), y los de los sectores medios (mayormente redes sociales y juegos virtuales on-line). Osaza explicó que “todas las afectaciones a la salud mental y al bienestar emocional tienen diferencias significativas entre los chicos que tienen más recursos y sus familias tienen mejores condiciones de vida, que aquellos que no las tienen”.
“Las vivencias de los chicos en condiciones de vulnerabilidad son mucho más intensas y agudas. Tienen menos recursos, no sólo económicos, sino recursos para el manejo de las emociones. En general, se trata de familias monoparentales lideradas por una mujer en condiciones de pobreza, que tiene que resolver cómo comen, cómo lleva a los chicos a la escuela, cómo mantiene la actividad en el hogar”, explicó.
Las condiciones emocionales de las familias se han visto precarizadas, el estrés ha aumentado y las condiciones para el bienestar emocional de los chicos se ven afectadas. En adolescentes de sectores populares la angustia se puede vincular con las privaciones materiales que sufren y que se profundizaron con la pandemia.
“Es fundamental incluir en las conversaciones cotidianas en el hogar el tema de la pandemia, compartir las expectativas y las ilusiones hacia el futuro. Tenemos que mirar y ayudar a los más chicos a mirar hacia adelante, usar un lenguaje que nos genere perspectiva de futuro, que sea sencillo a través del cual ellos puedan sentirse cercanos y poder expresar sus opiniones”, aconsejó la especialista.
La posibilidad de intermitencia entre la presencialidad y la virtualidad escolar de acuerdo a la situación epidemiológica es uno de los temas a abordar, considerando el papel fundamental que cumple la escuela como espacio de socialización, contención y cuidados. “Es muy importante hablarlo, ser claros y francos comentando que es muy probable que hacia adelante haya aperturas y cierres. Se trata de darles a conocer los diferentes escenarios que posiblemente tengan que enfrentar. Eso les va a ayudar a procesarlos.”, explicó Isaza quien agregó que se debe transmitir entendimiento sobre las dificultades que están atravesando los niños y niñas y validar sus sentimientos. “Hay que mantener las perspectivas de proyecto o futuro. Es importante decirles que algún día esta situación se va a acabar”, agregó.
Cuerpos pequeños, grandes conciencias y reclamos
Isaza compartió que durante el estudio, niños, niñas y adolescentes demostraron su capacidad de cuidado y de comprensión de la situación y fundamentalmente expresaron su sensación de no ser tenidos en cuenta. “Han adoptado un rol de cuidadores muy importante dentro de las familias, saben cómo cuidarse. Nos están diciendo: también tenemos muy buenas ideas para ayudar a superar de la mejor forma la pandemia. A nosotros no nos están preguntando nada, simplemente nos están diciendo qué hacer”, contó. El reclamo se extiende al ámbito familiar, escolar y a otras decisiones colectivas.
¿Seríamos capaces de poder darles ese lugar? Isaza respondió: “tengo la ilusión de que sí. El camino es largo porque hay una gran desigualdad y vivimos en una sociedad adultocéntrica con una incapacidad muy grande para ver otras realidades. Pero están los movimientos de adolescentes, previos y durante la pandemia, que han mostrado una capacidad enorme de transformación y propuestas interesantes. Tenemos la ilusión de que una parte importante de la sociedad entienda este mensaje”. Y extendió el pedido a los medios de comunicación de hablarles a ellos también, de brindarles contenido y espacio, de incorporarlos como fuentes de información.
Mendocinos en primera persona
“No me ha influido el estar en casa. Me gusta estar encerrado, estar cómodo en mi zona de confort, pero siento que sin ir a la escuela me pierdo de una etapa que es muy importante como lo es el último año de la secundaria”, dijo Matías Quesada (17). Y agregó: " Igual, las medidas que se llevaron a cabo para retomar la presencialidad fueron apuradas y las primeras semanas presenciales de clases se me hicieron agotadoras. Considero que para que la gente pueda salir a la calle las medidas tienen que llevarse más a la medida de la población y no buscar siempre un relajo económico y sacar a la calle a las apuradas para mitigar el daño que hizo un año entero de cuarentena”.
“Estoy triste, porque por el coronavirus no puedo ver a mis abuelos”, es el sentimiento de Sophia, de 6 años.
“Pienso que han cambiado muchas cosas para todos, pero lo único que podemos hacer es adaptarnos y adoptar una postura positiva, tener esperanza. Estoy frustrada, no tengo tiempo para mí misma y estoy agotada. Pero ya me estoy adaptando, y he aprendido muchas cosas nuevas” compartió Camila Quesada,de 13 años.
“Me gustaría decirles que todos nos quedemos en casa y que jueguen más conmigo, que tengan más tiempo para estar. Estamos todo el día en la casa, pero mamá trabaja todo el día y papá también”, resaltó Ariana, chaqueña de 10 años.
Aumentó el número de consultas
“A través del estudio también nos dimos cuenta que el número de consultas o de solicitudes de apoyo frente a problemas de salud mental que podrían ser de mayor relevancia aumentó y ese no es un dato menor”, comentó Isaza.
El 10% de niños, niñas y adolescentes realizó una consulta por un problema de salud mental, pero ese valor se reduce al 5% entre las niñas y los niños de 3 a 5 años, y al 8% entre las y los de 6 a 12 años, mientras que se eleva al 18% entre las y los adolescentes.