Mucho tiempo se creyó que con el pan tostado se perdían más kilos que con el pan sin tostar, sin embargo, esta afirmación es errónea y a continuación te vamos a explicar por qué.
Se cree que por tostar el pan se perderán los carbohidratos que hacen aumentar de peso, pero esto no es así. El tratamiento térmico en el pan solo produce un cambio en la textura, los ingredientes siguen siendo, a fin de cuentas, los mismos, al igual que los nutrientes (principalmente carbohidratos) que aporta a nuestro organismo.
Durante el tostado lo que ocurre es que se pierde agua y por eso el pan queda más rígido, menos esponjoso. Entonces como el agua no aporta calorías, su ausencia o su presencia no afecta al contenido calórico del alimento.
Según la nutricionista Romina Simoncini, “Lo ideal es consumir el pan de manera integral ya que nos aporta mayor contenido de fibra y de micronutrientes y hacen que ese aporte nos produzca mayor saciedad a la hora de comer y elegir un alimento, acompañándolo con diferentes alimentos para equilibrar la alimentación diaria.”
La clave que explica por qué las tostadas sí pueden ser útiles a la hora de adelgazar reside en una palabra: saciedad. Según Romina, “al pan se sugiere comerlo tostado para una mejor digestión y mayor absorción de nutrientes con lo cual brinda mayor saciedad y disminuye la grasa corporal”.
Frente al pan fresco, el pan en este otro estado ha perdido la mayor parte del agua, con la tierna miga reconvertida ahora en una masa crujiente y dorada lo que hace que sea más difícil de masticar por lo tanto su ingesta nos dará mayor sensación de saciedad. Psicológicamente hablando, al ser más difícil de masticar, se da más tiempo al cerebro para que envíe el mensaje de que está lleno.
En resumen, para aquellas personas que están habituadas a controlar su dieta midiendo porciones, una tostada va a suponer el mismo número de calorías que una rebanada de pan fresco.