En agosto de 2018, un entrenador de La Plata llegó por primera vez al Ecoparque de Mendoza para asistir a la elefanta africana Kenya por un problema que tenía en uno de sus colmillos (y que le estaba lastimando la cara). Meses después llegó una entrenadora de Estados Unidos con la idea de empezar a preparar a Pocha y Guillermina (las dos elefantas asiáticas que partieron este sábado hacia el Santuario de Mato Grosso) para cuando llegara precisamente el momento de emprender el viaje. Y, junto a las dos elefantas -madre e hija-, entrenaron además a Esteban Guevara, a Héctor Troncozo y a Miguel Ángel Fuentes, los tres cuidadores que ya llevaban varios años junto a las tres elefantas. Desde ese momento, las vidas de Esteban, de Héctor y de Miguel Ángel pasaron a girar en torno a las elefantas, cual satélites. Y para las elefantas, se convirtieron en lo más cercano a una familia en el Ecoparque mendocino.
Esteban Guevara tiene 71 años y entró al Zoológico de Mendoza (cuando todavía era tal) en 1994. Héctor Troncozo tiene 59 y luego de estar en la Dirección de Parques trabajando desde 1989, en 2002 también fue asignado al zoo. Miguel Ángel Fuentes, en tanto, es el más joven de los 3. Tiene 31 años y en 2015 empezó a trabajar en el paseo. Cuando el espacio se convirtió en Ecoparque, los 3 hombres ya eran las personas que se habían ganado la confianza absoluta de Pocha y de Guillermina, así como de Tamy y de Kenya (el elefante y la elefanta que todavía siguen en la provincia y se espera que viajen al Santuario de Brasil entre fines de año o ya en 2023). Desde el sábado, además, los 3 están en viaje a Brasil, acompañando a sus “consentidas” y como integrantes del operativo que las dejará en su nuevo hábitat.
“Y, la verdad es que un poco se las va a extrañar, porque uno ya se acostumbró a estar con ellas. Pero lo importante es que se van a ir a un lugar mejor y van a estar bien ellas”, se sinceró Héctor este sábado por la mañana en diálogo con Los Andes, cuando faltaban apenas unas horas para que Pocha y Guille emprendiera el viaje más esperado de sus vidas. A su lado estaban Esteban y Miguel Ángel y, en sus palabras, los cuidadores repasaban no solo el último año intenso de entrenamiento, adaptación y cuarentena de las elefantas –madre e hija-, sino también de los primeros pasos que dieron allá por 2018. Y es que Esteban, Héctor y Miguel Ángel ya vivían por y para las elefantas en el Ecoparque antes de estos hitos. Y también por Kenya y Tamy, los dos ejemplares que todavía siguen en el lugar y estarán siendo trasladados al santuario –de no mediar inconvenientes- entre fines de año y ya comienzos de 2023.
“Es como todo animal, ya sea un perro o un gato: saben cuándo uno se acerca a darles cariño y ayudarlas y cuándo para hacerles daño. Como a cualquier animal, a los elefantes y a las elefantas hay que respetarlas y saber cuándo acercarse a ellos y cuándo no. Y si bien al principio cuesta entrar en confianza, una vez que se adapta, se genera el vínculo. Las elefantas ya nos identifican por la voz y se dan cuenta cuando estamos nosotros para ir a darles de comer y limpiarlas”, acotó a su turno el más experimentado de los cuidadores, Esteban Guevara.
Memoria de elefantes
Guevara, Troncozo y Fuentes siempre han estado a disposición de las necesidades de las elefantas, así como también de Tamy –macho asiático con quien Pocha tuvo a Guillermina- y de Kenya –hembra africana-. En la etapa final de la adaptación y entrenamiento, completaron el equipo Rolando Gil y Mariano Munives.
Fueron ellos quienes no solo se encargaban de practicar con las elefantas los distintos movimientos preparativos y previos al viaje, sino que también tuvieron a su cargo la adaptación física y espacial del recinto. Una tarea nada fácil si se tiene en cuenta, además, que los elefantes pueden llegar a pesar entre 4 y 4,5 toneladas, y medir alrededor de 2,50 metros de alto por 4 metros de largo.
Los cuidadores mendocinos solían dividir su mañana en una “sesión privada” para cada ejemplar. “Abrirles la puerta interna para que salgan a la playita, encerrarlos, darle 2 o 3 veces al día comida; esa es la rutina más común”, reconoció Miguel Ángel Fuentes.
“Una vez que el elefante sabe que sos vos, te va a buscar y te hace saber cuándo quiere que le hagas cariño. Se echan al lado tuyo para que les sobes la cabeza y es como que te demandan cariño”, acotó por su parte Esteban, quien está abocado y destinado exclusivamente al cuidado y el acompañamiento de las y el elefante del Ecoparque. “Cuando te gusta lo que hacés, las cosas salen mejor todavía”, se sinceraba a su turno Héctor Troncozo.
Manzanas, camote, zanahoria, banana y zapallo son los alimentos que integraban la dieta cotidiana de los elefantes en el Ecoparque de Mendoza (y se mantendrá para Tamy y Kenya). Sin embargo, mientras se intensificó el entrenamiento para poder concretar en tan ansiado traslado al Santuario de Elefantes de Brasil, la manzana, la banana y la zanahoria se convirtieron en incentivos y “premios” para reconocer a Pocha y Guille cuando lograban completar los ejercicios necesarios.
En 2018 vinieron por primera vez entrenadores de afuera. El primero llegó de La Plata para asistir a Kenya (elefanta africana), quien tenía un problema en uno de sus colmillos que le estaba haciendo doler toda la cara. De nacimiento tenía el colmillo mal ubicado, así que hubo que hacerle un tratamiento. A raíz de esta molestia y de tanto refregarse, Kenya perdió sus dos colmillos (los elefantes africanos tienen colmillos más largos y grandes que los asiáticos). Pocha y Guillermina, por su parte –ambas elefantas asiáticas y de colmillos más chiquitos por una cuestión característica de la especie- tampoco tienen sus colmillos que se evidencien. Pocha porque también los perdió de tanto refregarse, mientras que a su hija Guillermina (de “solo” 23 años) le están creciendo por estos días. Tamy, el más “rebelde” de los elefantes –macho, asiático y padre de Guille-, por su parte, tampoco los tiene (llegó proveniente de un circo).
Ese mismo año (2018) llegó una entrenadora del Santuario de Elefantes proveniente de Estados Unidos, ya para preparar a las elefantas ante un inminente traslado. Luego de esos primeros viajes de entrenadores a Mendoza, las visitas de especialistas continuaron. Y también fue en ese momento en que se empezó a preparar a las elefantas Pocha y Guillermina para el traslado, y también a preparar a los cuidadores.
“Ya en el último año fue todo más intenso: más horas de trabajo en el adiestramiento y más trato de lo normal. Se les enseñó a las elefantas a levantar una pata, se las acostumbró a entrar y salir al contenedor, se les tomó muestras de sangre de las orejas para ver si estaban bien, se les hizo lavaje de trompa y todo lo referido a medicación”, repasaron los cuidadores, quienes aclararon que adaptaron toda la “playita” del recinto –el espacio que es abierto y que podía ver el público mientras el Ecoparque estuvo habilitado a las visitas-. “El animal va aprendiendo lo que tiene que hacer con la práctica, y nosotros lo incentivamos como comida”, acotó Esteban.
Si bien ninguna de las dos elefantas que continuará su vida en el Santuario de Brasil sabe lo que es vivir en libertad –Guillermina nació y se crió en cautiverio, mientras que Pocha fue captada de recién nacida-, han evidenciado en más de una oportunidad el estrés del encierro. “A la larga se adaptan. Es como una persona cuando se acostumbra a vivir en una piecita chica. Pero vos ves que el animal da vueltas todo el tiempo, nunca se queda quieto ni tranquilo y es como si siempre estuviera buscando algo”, resumió Héctor Troncozo.
A partir de mayo del año pasado se inició la cuarentena y se intensificó la adaptación para Pocha y Guille. “Guillermina entra primero al contenedor, caminando hacia atrás hasta llegar al extremo y se queda mirando a Pocha. Después entra Pocha y se queda parada delante de ella, mirándola de frente”, describieron los cuidadores en la previa al comienzo del viaje. Los contenedores estaban desde hace un año en el Ecoparque, mientras que el camión en que están siendo trasladadas –uno solo- llegó desde Buenos Aires y es de la misma empresa en que se trasladó a la elefanta Mara desde el Ecoparque de Buenos Aires hasta el mismo santuario.
Los cuidadores de las elefantas Esteban Guevara, Héctor Troncozo y Miguel Ángel Fuentes las están acompañando en su viaje a Brasil, hasta el Santuario de Mato Grosso. “Merecemos saber y ver cómo es el lugar en el que van a estar”, explicaron entre risas en la previa al traslado. “Va a ser el momento definitivo, el saber que todo para lo que hemos trabajado va a tener un buen final”, acotaron antes de emprender el viaje.
Si bien bajo ningún punto de vista el santuario está pensado como un espacio recreativo para las personas y no hay visitas, los cuidadores mendocinos se entusiasmaron con poder viajar dentro de algunos meses –o años- para ver cómo han crecido en libertad “La Pocha” y “la Guille”.