Fuerte debate por el futuro de las acequias en zonas urbanas de Mendoza

Para paliar la crisis hídrica, una de las opciones en análisis es dejar el riego por cuneta de árboles de las ciudades. Los Andes consultó a especialistas, que analizaron los riesgos y consecuencias.

Fuerte debate por el futuro de las acequias en zonas urbanas de Mendoza
Para los investigadores una opción es comenzar a plantar árboles con menos exigencia de agua y resistentes a las sequías. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

El debate por el uso y el cuidado del agua es algo positivamente común en Mendoza, pero lo que sorprendió en los últimos días fue la aparente intención del Departamento General de Irrigación de dejar de regar el arbolado público a través de las acequias, como medida para contrarrestar la crisis hídrica. Así lo indicó el superintendente de dicha cartera, Sergio Marinelli, lo que despertó la polémica y el debate sobre el tema. En ese contexto, Los Andes consultó a especialistas e investigadores que analizaron riesgos, consecuencias y diferentes alternativas para la situación.

Esta semana se dieron a conocer los primeros resultados del Censo del Arbolado Público de Mendoza, precisamente de los siete departamentos que conforman el Unicipio. Tras 82 días y alrededor de 3.700 kilómetros recorridos, los datos arrojaron que el oasis mendocino cuenta con 615.000 árboles y todavía faltan 35.000 para el número ideal. En ese contexto, el titular de Irrigación manifestó que “esos ejemplares tienen un requerimiento hídrico y hay que ver cuál es la forma más apropiada para dárselo, porque regarlos por acequia hoy es una locura”, en declaraciones hechas en radio Nihuil.

En el mismo sentido, Marinelli se refirió al sistema de riego urbano: “Las acequias son una cuestión patrimonial. Creo que hay que mantenerlas, porque son una característica de nuestra historia y de nuestro agro, pero no en la ciudad”. Las afirmaciones del superintendente de Irrigación rápidamente generaron eco en instituciones, autoridades y especialistas en el tema, ya que se trata de una problemática con implicaciones no sólo de índole hídrica, sino también ecológica, ambiental, patrimonial, paisajística y turística.

Uno de ellos fue el reconocido arquitecto, especialista en patrimonio e investigador Jorge Ricardo Ponte, quien además de profundizar en el sentido histórico y patrimonial del riego urbano, opinó: “Sin datos científicos que lo avalen, sin considerar el tema del sistema ecológico que Mendoza tiene, y me parece que, con mucha frescura, el superintendente general de Irrigación lanza, así como al pasar, la idea de que en las acequias de la Ciudad no debería circular agua. Me parece que ha sido una opinión un poco atolondrada, y que necesitaría una opinión de toda la comunidad mendocina”.

La doctora en Ingeniería Agrónoma Claudia Martínez respondió a la consulta diciendo que “partimos de la base de que debemos cuidar todos los recursos naturales de la provincia, empezando por el agua, pero también la forestación urbana como la nativa, el suelo y la fauna”. Además de asegurar que “tanto las acequias como el arbolado son un patrimonio cultural y ambiental”, la investigadora de Conicet destacó que “la forestación urbana aporta numerosos servicios ecosistémicos a la ciudad y a la calidad de vida del habitante”.

Por su parte, Sonia Fioretti, ingeniera agrónoma y magíster en Arquitectura Paisajística, se sumó aclarando que “no solamente es algo patrimonial e histórico, sino que es algo único en el mundo” por su sustentabilidad. “Me llamó la atención los dichos de este señor porque en Irrigación hay un departamento de gestión ambiental”, agregó. “Ya hay ese diálogo y ellos mismos han venido a la facultad y el INAE (Instituto de Ambiente, Hábitat y Energía) a buscar asesoramiento”.

Por último, Teresita Capezzone, integrante de la Asamblea por el Árbol y parte de las asambleas mendocinas por el agua pura, analizó que “hay una mirada muy mercantil del agua” respecto a la intención de Marinelli. “Decir eso para nosotros son barbaridades porque pareciera que no conoce adónde vive, que no conoce que el arbolado fue plantado por cuestiones de salud”, añadió. Mientras tanto, ni el Departamento General de Irrigación ni Aysam (Agua y Saneamiento Mendoza) respondieron a la posibilidad de sumarse al debate.

Riesgos y consecuencias

Más allá de sus opiniones, cada uno de los entrevistados profundizó en el tema y brindó las explicaciones fundadas de su perspectiva. Para Ponte, se trata de una mirada histórica y de “cuál es la ciudad que queremos para el futuro”. “Aprovechar el tema de la escasez de agua con lo de regar las acequias es volver al desierto. Es como si alguien estuviera proponiendo volver a esa Mendoza anterior a 1872, que no tenía árboles ni sombra en las calles”, ejemplificó.

Además, el especialista reclamó: “En Mendoza estamos en deuda con la falta de institucionalización de organismos que se dediquen a la preservación, no sólo del patrimonio arquitectónico y ambiental, sino también a la del ecosistema”.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

La doctora Claudia Martínez, en tanto, aseguró que el corte abrupto de riego “no es posible aplicarlo a árboles adaptados al clima local con más de 100 años de vida, porque en breve se vería su impacto en términos de estrés hídrico”. Además, la ingeniera agrónoma advirtió: “En ese supuesto escenario tendríamos, en el mediano plazo, la muerte de un alto porcentaje de los árboles, lo que conlleva la grave pérdida de una estrategia de acondicionamiento térmico, de sombreado y de confort imprescindible para el modelo urbano de ciudad abierta o ciudad oasis que tiene Mendoza”.

Desde una perspectiva ambiental, “justamente estos bosques urbanos son los que van a compensar de alguna manera el cambio climático, estas altas temperaturas y la deshidratación que hay”, explicó Sonia Fioretti. Sobre posibles consecuencias, señaló que “las raíces de esos árboles empezarían a secarse, perderían el anclaje, y el viento o cualquier otro tipo de inclemencia puede hacer que se caiga”. Y aunque reconoció que el riego “no es eficiente” y que “el recurso hídrico es cada vez más escaso”, insistió con que el agua también tiene que llegar al bosque urbano “porque nosotros vivimos en un oasis, y sin esa arboleda y todas sus contribuciones al ambiente sería imposible vivir”.

“Por eso hay que planificar para seguir regando lo que está, y lo nuevo que se vaya acostumbrando a la humedad del perfil que le quieras dar. Estamos hablando de mantener un paisaje heredado y de las nuevas planificaciones”, continuó la ingeniera agrónoma especializada en arquitectura paisajística. En el mismo sentido, Martínez confirmó que “para las nuevas forestaciones sí se está evaluando proponer especies de menor requerimiento hídrico”.

Llamado al diálogo

Por eso, la estrategia ideal para Fioretti sería un riego eficiente y presurizado, y a partir de ahora comenzar a plantar árboles con menos exigencia de agua, resistentes a las sequías. “No solamente pueden ser nativas; son plantas que cuando no tienen el agua crecen menos, pero no se mueren. Es otro eslabón para sumar”, detalló la especialista.

“Es un tema que en mesa redonda y, con las diferentes miradas, se puede llegar a consensuar. Sí, hay una falta de agua y necesitamos un riego más eficiente, pero también hay un paisaje heredado que nos da calidad de vida y confort, y que tenemos que mantener”, finalizó.

En el mismo camino, la doctora Claudia Martínez resumió: “Es importante buscar soluciones integradoras que den respuesta y preserven todos los recursos naturales de la provincia, tanto el agua como las forestaciones urbanas, no unos en desmedro de otros”.

Para Teresita Capezzone, el arbolado público tiene una importancia global. “Marinelli dice que el agua tiene que ser solamente para actividades productivas, como si tener árboles no fuera altamente productivo en oxígeno, en sombra, en salud y en trabajo, como el turismo. Estoy segura de que, si no tuviéramos las plazas, los parques y las calles que tenemos, en verano no vendría nadie a Mendoza”, aseguró.

Jorge Ricardo Ponte, por su parte, manifestó que los mendocinos “tenemos un modelo de ciudad que es más vivible por la calidad ambiental que tiene Mendoza”. “Estamos ante una mirada productivista en el corto plazo, frente a una mirada estratégica en el largo plazo”, analizó. Ante esto, el especialista en patrimonio sembró la pregunta: “¿Queremos vivir en una ciudad que vuelva a no tener árboles?”.

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