Después de la reunión Cúpula de la tierra (Río de Janeiro 1992) importantes líderes mundiales de la época como Maurice Strong de Canadá, Mikhail Gorbachev de Rusia (recientemente fallecido) y el Gobierno de Holanda coordinaron, dos años más tarde, el proceso de creación de la Carta de la Tierra.
Esto se hizo realidad en la ciudad de La Haya, hoy Países Bajos, en el año 2000 con el propósito de que fuera un documento oficial de las Naciones Unidas en el que se establecieran los principios para una sociedad global justa, equilibrada, sustentable y pacífica. O sea un contexto mucho más amplio que la cuestión ecológica a la que nos referimos en este trabajo.
Ese manifiesto cuyo preámbulo ya aspiraba a que la humanidad tomara conciencia de los peligros ambientales que enfrentaba, debatiera y decidiera el camino correcto a tomar para aspirar a un futuro cierto y previsible asumiendo que la familia humana tiene un lugar de vida y un destino comunes. Los participantes de este evento no plantearon paraísos ni expectativas placenteras sino que advirtieron, que a pesar de que la naturaleza proveía todos los recursos necesarios para desarrollar la vida, al mismo tiempo esto representaba la posibilidad de que ella fuera una aventura exigente e incierta si el uso de esos recursos no fuera hecho con responsabilidad.
De manera general se propuso iniciar el proceso de conservación de la naturaleza mediante la protección y restauración de los ecosistemas con especial preocupación por la diversidad biológica y los procesos naturales que sustentan la vida.
Esta afirmación generó el camino que llevó a realizar muchas actividades tendientes a crear normas, principios y desarrollos que permitieran, entre otras acciones, la creación de reservas naturales protegidas en tierras y santuarios marinos, la recuperación de especies nativas, el prevenir y/o erradicar la introducción de organismos no nativos, y la conservación de especies amenazadas, para lo cual es imprescindible poder manejar adecuadamente los recursos naturales básicos, aire, agua, y suelos.
Otro tópico importante a que se refieren los autores es a la relación sustentable que debemos mantener entre recursos naturales que son limitados o finitos y el volumen de población humana en el planeta que no parece tener límites.
Esto equivale a decir que si el aire que respiramos continúa siendo contaminado llegará un momento en que no habrá cantidades suplementarias que nos permitan respirar mejor, o si el agua dulce que es la que necesitamos para vivir es sobre usada o contaminada no habrá lugares donde buscar más, o si las tierras arables o de pastoreo se agotaban por la presión de producir alimentos no podrán extenderse a otros lugares y no habrá tierras suficientes para producirlos.
Quedaría claro entonces que si no mantenemos, como dijimos, una relación sustentable entre los recursos naturales y la población que podría crecer hasta el infinito tendríamos en algún momento un desequilibrio peligroso de los ecosistemas siendo esto particularmente grave.
Uno de los mensajes principales de esta iniciativa fue divulgar el concepto de responsabilidad universal ya que sin esta sería difícil cumplir con el propósito de mantener la actual calidad de vida. O sea, no solo cuidar el equilibrio ecológico de nuestras regiones sino de todo el planeta ya que las fronteras son solo convenciones políticas mientras que la naturaleza se comporta de manera global. La Carta de la Tierra incluye también una amplia recomendación tendiente a evitar daños ambientales inclusive con legislación que permita sanciones a los infractores, esto incluye restringir y hasta Impedir la contaminación tanto del agua como del aire y los suelos y principalmente evitar actividades que transgredan la capacidad regenerativa tanto de la tierra como de los cursos de agua y humedales.
No fueron olvidadas otras recomendaciones, hoy muy conocidas, como fomentar el reciclado de productos y objetos en general para evitar seguir extrayendo materias primas de la tierra, y propiciar el desarrollo de recursos energéticos limpios en lugar de aquellos de origen fósil.
Uno de los conceptos vertidos más discutidos fue el garantizar la asistencia a la salud humana fomentando el comportamiento reproductivo responsable. Esto significa recordar que el exceso poblacional del planeta es una causal hoy casi indiscutible a la hora de explicar el origen del cambio climático.
Según lo expresado en el documento es muy necesario el apoyo y la colaboración con las comunidades científica y técnica así como el intercambio de información útil para la rápida evolución del conocimiento acerca del calentamiento global y la alteración de los ecosistemas, pero la verdad es que solo la divulgación científica acerca de la degradación de la vida en el planeta no ha conmovido mucho a la sociedad y principalmente a aquellos países que han llegado a un alto grado de desarrollo tecnológico y económico que por naturaleza se han mostrado como negacionistas.
Con referencia a este punto vale la pena comentar un intercambio personal que mantuve con la escritora portuguesa Lídia Jorge en la Bienal del Libro, (São Paulo- julio 2022), notoria por su lucha contra la desigualdad social, pobreza y el ambiente. Mi consulta acerca del tema divulgación informativa sobre el cambio climático fue: “Por qué la Literatura ha dejado sola a la ciencia en su disputa con las corporaciones sobre el peligro que el cambio climático significa para nuestras generaciones futuras?” Ella se sorprendió con esa pregunta, tal vez esté ocurriendo en estas latitudes, me dijo, pero en Europa ya desde hace unos años la ficción y la difusión masiva están muy activas en la concientización de la sociedad a través de todas sus áreas de modo que ya gran parte de la población en la UE no puede alegar desconocimiento del tema.
Al respecto, hace pocos días vi reflejado algunos de esos conceptos en Netflix en la última temporada de la serie dinamarquesa “Borgen” en la que se plantea un claro conflicto entre intereses económicos y posturas conservacionistas dentro de un mismo sistema político gobernante en aquel país, en un contexto totalmente actual.
Esto que estamos planteando aquí es lo que la comunidad científica mundial y quienes actuamos como divulgadores de sus investigaciones y conclusiones tratamos de hacer, que es concientizar a todos y cada uno de los habitantes de nuestra casa común sobre el riesgo que corremos a corto y mediano plazo.
Está claro, que en función de los resultados obtenidos hasta ahora no podemos decir que la tarea fue ni será fácil. La Carta de la Tierra fue el inicio pero a pesar de lo mucho que se ha hecho en los treinta años transcurridos de lo que ella planteaba percibimos que no ha sido suficiente para que nos sintamos seguros. La sociedad mundial tiene muchas preocupaciones algunas prioritarias, la mayoría de corto plazo, que actúan como impedimento al acercamiento de los temas ambientales.
Pobreza, indigencia, desigualdad, exclusión, negacionismo, intereses contrarios, desinterés, deficiencias educativas de base, protesta social y acciones bélicas son algunas de las causas del poco avance receptivo en la sociedad de la que solo las franjas etarias más jóvenes parecen ser la excepción. Independientemente de esto, lo que nos está pasando está bien explicado en el conocido cuento de la ranita.
*El autor es periodista especializado en temas ambientales
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar