Hasta siempre “Brujo” Altamirano

Después de más de un año de luchar contra el cáncer, Daniel Altamirano falleció en la madrugada de este lunes.

Hasta siempre “Brujo” Altamirano
Daniel "Brujo" Altamirano, uno de los tantos días de trabajo en a redacción de Los Andes, allá por 2016. Foto: Marcelo Rolland / Los Andes

“Quiero que esta apertura sea distinta”, solía pedirle cuando tenía un “4 de Copas” y quería que se luciera como el mejor contenido de Sociedad. Daniel Altamirano -”el Dani”, “el Brujo”, “el Córdoba” o “Cordobés”- me interpelaba; se daba cuenta de que necesitaba su complicidad, hacía su “magia” y me “armaba” una página en la que nos destacábamos todos: él desde el diseño; el periodista con su nota y yo, con la edición.

Para la tapa de este lunes histórico, pensé en él (aunque la hicimos con Ariel Querini). Estaba internado, una de las tantas veces en que su lucha de más de un año contra el cáncer que lo aquejaba lo llevó al hospital. Su partida era previsible (falleció en la madrugada), pero no deja de ser un golpe que sorprende, que entristece.

Durante 29 años desplegó sus conocimientos de diseñador en diario Los Andes, como compañero y como jefe de la sección Arte y Diseño de la Redacción (poco más de la mitad de su vida: en septiembre había cumplido 54). Siempre fiel a sus principios del diseño, del sistema visual que adoptó el diario en los diferentes cambios para sus páginas, pero siempre con esa cuota y ese margen para innovar. Pedía ese espacio, sobre todo cuando se acercaban ediciones especiales como las de Vendimia, las de Elecciones, el Aniversario o los productos que lo desafiaban a salir de la rutina.

Daniel Altamirano junto a su banda Rito.
Daniel Altamirano junto a su banda Rito.

Era un compañero y jefe solidario, noble y “de primera”. Hablaba lo necesario, pero lo suficiente para saber que estaba orgulloso de su esposa Griselda y de sus tres hijos Melissa, Ángeles y Joaquín, a los que trató de acompañar en sus actividades más allá de los horarios laborales.

Había venido a estudiar a Mendoza, pero siempre contaba cómo lo reconfortaban sus escapadas a Nono o Mina Clavero. Fanático de sus sierras cordobesas, era oriundo de la tierra que Luca Prodan eligió para refugiarse. Tal vez, por eso, sentía ese rock en sus venas. Lo vimos disfrutar con su guitarra o con el bajo en La Colmena y luego en Rito. Revolviendo el arcón de los recuerdos -como él mismo describió en su Instagram- encontró un cartel de su segunda banda. Algunos seguidores pidieron armar un recital.

En 2019, estaba rearmando una de sus bandas. Tuvo un toque antes de la pandemia. Luego, vendría el tumor que cambió todo para siempre.

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