Jorge Nieva es un trabajador nato. Tiene 39 años, es cordobés y recorre muchos kilómetros por día a través de las rutas de la provincia vendiendo insumos para panaderías. A pesar de su juventud, el hombre vivió un episodio de salud angustiante días atrás: estaba con el grupo de amigos con los que juega todos los sábados al fútbol, cuando un cabezazo en un despeje de un centro le generó una convulsión, por la que fue derivado de urgencia a una clínica privada de la capital cordobesa.
Los estudios evidenciaron un tumor en el cerebro y el equipo de neurocirujanos que lo intervino le propuso realizarle una operación de alta complejidad, pero que brinda ciertos beneficios: la intervención despierto. El neurocirujano Enrique Herrera del Sanatorio Allende propuso hacer este tipo de operación con Jorge debido a su “temperamento, templanza y su historia de vida”.
“Yo soy vendedor viajante y la zona donde está el tumor es la de la parte mecánica del habla. Yo vivo de eso, desde los 18 años que estoy en la calle. Por eso, cuando me dijeron que la operación despierto podía servir para tener menores riesgos de secuelas, acepté de inmediato”, cuenta Jorge.
Ocho horas duró la operación. “Me despertaron cuando llegaron a la parte más complicada. Dentro del equipo había una psicóloga que me hacía test durante la operación. En un momento me pidió que nombre animales con la letra A y yo pensaba ‘anaconda, anaconda’ pero no lo podía decir. Eso les dio la señal de que habían tocado algo que me iba a traer secuelas y se pudo corregir”, relató Jorge a La Voz.
Jorge tiene como ejemplo de lucha y tenacidad a su madre, Cristina Rosa Nieva, quien falleció hace 8 años de una patología renal y, aún estando en diálisis, terminó la educación primaria y secundaria. “Con dolores, la llevaba todos los días a la escuela. El pilar y el ejemplo más grande mi vida es cómo vivió ella”, recuerda Jorge.
Fue operado el miércoles 17 de marzo de 2021. Dos días después le dieron el alta. Tuvo que volver por una convulsión fuerte, un par de días después, que lo asustó bastante, pero que también logró superar. “Me temblaba la boca. Pensaba en ‘vidrio’, pero no podía decir la palabra. Una hora estuve así. Pensé mil cosas, que la cirugía había fracasado, que el problema se agravó. Pero en el hospital me estabilizaron y me explicaron que eso podía pasar, porque el cerebro se estaba reacomodando”, contó.
Jorge hoy se recupera favorablemente en su domicilio, donde vive con su esposa Lourdes y sus tres hijos: Valentín, Tomás y Benjamín. Pero se desespera por volver a trabajar y a que le permiten alguna de las cosas que le apasionan: el fútbol, el kayak o Aikido, el arte marcial que practicaba dos veces por semana. “Alguno en mi lugar podría aprovechar para tener la licencia más larga posible, pero yo hace dos meses que no viajo y quiero volver ya. Toda mi vida hice eso. Y también necesito que me dejen volver al Aikido o al fútbol”, dice Jorge, quien agradece el acompañamiento de la empresa para la que trabaja, Jambo SA, y en particular a su jefe, Federico Gerber.
Una cirugía especial
La neurocirugía que se hizo tuvo como objetivo realizar la intervención quirúrgica en el cerebro sin generar daños a los tejidos sanos. Se inspira, según el jefe de servicio de Neurocirugía, Ernesto Herrera, en el concepto que da título a la obra del cirujano inglés Henry Marsh: “Ante todo, no hagas daño”.
El procedimiento fue realizado por un equipo multidisciplinario conformado por profesionales de diferentes especialidades (Quirófano, Anestesiología, Diagnóstico por Imágenes, Neurología, Terapia Intensiva, Medicina Interna, Rehabilitación, Enfermería, entre otras). Por neurocirugía participaron Herrera, el subjefe del equipo, Francisco Pueyrredón; los médicos de staff Daniel Velazquez y Javier Campana; y el médico residente Franco Rinaudo.
“Fue un procedimiento poco habitual porque se tuvo que hacer con el paciente despierto. El diagnóstico surgió de manera incidental. Los estudios indicaron que podría tratarse de un glioma, que es un temor del tipo de los más benignos que se desarrollan en el cerebro. En Jorge afectaba el lado izquierdo, en el área del lenguaje. Esto presentaba el desafío de hacer una incisión que no lesione las áreas funcionantes del cerebro. Teníamos que operarlo y tratar de sacar la mayor cantidad posible de tumor con el menor déficit neurológico”, consideró Herrera.
Una de las singularidades del procedimiento es que se hizo un “mapeo” de la corteza cerebral con ayuda de expertos en fonoaudiología, neuropsicología y psicología para detectar en qué zonas no había daño neurológico potencial.
Durante este procedimiento, “hubo un área en que se detectó una resta de lenguaje y allí pudimos decidir qué área no tocar”, confió el cirujano.
Fue un gran trabajo de un equipo médico muy numeroso, pero Herrera quiere destacar a Jorge, el paciente. “Este es un procedimiento que no se puede indicar a todo el mundo, porque no todo paciente se anima y puede tener la tranquilidad para afrontar la cirugía en forma consiente”, destacó.
A pesar de que la evolución es favorable, los médicos no le dejarán a Jorge que vuelve a hacer actividades deportivas, al menos, por seis meses, lapso en el que tiene que volver a soldar la cobertura ósea cerebral, aproximadamente en seis meses.