A más de un año de haber muerto a raíz de una obstrucción estomacal y en conmemoración al Día del Animal, quedó inaugurada hoy una escultura en memoria de “Negrito” un perro que vivía en el Municipio de San Martín y que fue adoptado por todos los empleados.
La inolvidable mascota, que solía aparecer en las sesiones del Concejo Deliberante y que dormía en el hall, autorizada por el intendente municipal, fue durante los últimos tiempos destinataria de numerosas colectas. No solo para brindarle alimento sino asistirla con veterinarios.
El objetivo de la escultura fue generar conciencia en la comunidad sobre la importancia de la tenencia responsable de mascotas. Y el pequeño homenaje formó parte de las acciones que la gestión del Intendente Raúl Rufeil lleva adelante por el cuidado de los animales, que incluye una permanente y federal campaña de vacunación y castración.
Tal vez “Negro” haya nacido en el seno de una familia, o tal vez no; en cualquier caso, en algún momento quedó a merced de los avatares que implica vivir en la calle hasta que encontró su lugar en la comuna, donde algunos empleados comenzaron a cuidarlo y alimentarlo.
Con el tiempo, funcionarios y empleados se encariñaron y colaboraban mes a mes con un fondo común para comprarle alimento, vacunas y abrigo.
Mario Valdivia fue el artista de la escultura ubicada desde hoy en el kilómetro cero de la ciudad de San Martín y que recuerda a “Negro”, la mascota municipal que el 3 de diciembre de 2020 cerraba sus ojos para siempre.
Aquel día, Laura Alfonso, empleada de Prensa y “madrina”, publicaba en las redes un pedido de ayuda económica para su internación: a los pocos minutos recibió numerosos mensajes de gente que donaba dinero para costear su tratamiento.
“Pero no llegó. Como todo callejero, era sufrido. Una bacteria afectó su torrente sanguíneo y no resistió”, dijo a Los Andes, angustiada, para agradecer la cálida atención del veterinario José Casagrande.
“No lo envenenaron ni lo maltrataron, afortunadamente. Pero como perro que llegó de la calle y luego fue adoptado, tuvo una vida anterior sin los cuidados necesarios”, aclaró.
“Gordo rico, pura ternura”, así definía Laura al Negro o Negrito, al que conoció en un paseo verde cerca del municipio. Pidió permiso a jefes e intendentes, la autorizaron y allí instaló el hogar canino.
Una vez por mes se hacía una “vaquita” en una urna para comprar alimento, vacunas, medicamentos y hasta chalecos para que pase mejor el invierno.
Dueño y señor de su zona, era una mascota amigable y cariñosa. “Todos nos enamoramos de él y hoy lloramos su partida. Será difícil ingresar a la municipalidad y no encontrarlo”, lamentó.
Laura lloraba y se reía a la vez cuando lo recordaba en sus andanzas. Y se consolaba: “Estos últimos años vivió como un rey”.
Hoy, Laura dijo sentirse feliz porque “Negro” quedó inmortalizado. Como los grandes.