Un equipo internacional de investigadores, entre ellos los neurólogos del Centro Médico de la Universidad de Rochester (EE. UU.), Ray Dorsey, Ruth Schneider y Karl Kieburtz, han publicado un artículo de hipótesis en el Journal of Parkinson’s Disease que sugiere que el tricloroetileno (TCE) podría estar impulsando el aumento de la enfermedad de Parkinson, la afección cerebral de más rápido crecimiento en el mundo.
El TCE es una sustancia química incolora y no inflamable ampliamente utilizada en la limpieza en seco, que disuelve fácilmente grasas, ceras y alquitranes. En el documento, los científicos detallan el uso generalizado de la sustancia química y la evidencia que la vincula con el Parkinson. Además, describen siete casos de personas que desarrollaron la enfermedad después de trabajar con el TCE o de estar expuestos a él en el medio ambiente, incluyendo un exjugador de baloncesto de la NBA, un capitán de la Marina y un senador de EE. UU.
El TCE fue utilizado ampliamente en diversas aplicaciones industriales, médicas, militares y de consumo, incluyendo la eliminación de pintura, la limpieza de motores y la anestesia de pacientes. Los investigadores señalan que su uso alcanzó su punto máximo en Estados Unidos en la década de 1970, cuando se fabricaban más de 270 millones de kilos de esta sustancia química anualmente. Aunque su uso doméstico ha disminuido desde entonces, el TCE todavía se utiliza para desengrasar metales y para la limpieza en seco.
La posible asociación entre el TCE y el Parkinson se planteó por primera vez en estudios de casos hace más de 50 años. Desde entonces, estudios en ratones han demostrado que la sustancia penetra fácilmente en el cerebro y los tejidos corporales y, en dosis elevadas, daña las mitocondrias, las partes de las células que producen energía. Además, en investigaciones con animales, el TCE ha demostrado provocar la pérdida selectiva de células nerviosas productoras de dopamina, un rasgo distintivo de la enfermedad de Parkinson en los seres humanos.
Los autores del estudio alertan sobre el riesgo elevado de desarrollar Parkinson en personas que han trabajado directamente con TCE, pero también advierten que millones de personas pueden estar expuestas al químico sin saberlo a través del aire exterior, las aguas subterráneas y la contaminación del aire interior.
El TCE puede contaminar el suelo y las aguas subterráneas, formando ríos subterráneos que pueden migrar con el tiempo y penetrar en las casas, escuelas y lugares de trabajo de las personas, exponiéndolas a un aire interior tóxico.
El estudio describe siete casos en los que el TCE puede haber contribuido al desarrollo del Parkinson, incluyendo el de Brian Grant, un jugador de baloncesto profesional diagnosticado con la enfermedad a los 36 años.
Los autores proponen medidas para hacer frente a la amenaza que representa el TCE para la salud pública, como la rehabilitación de lugares contaminados y la mitigación de la exposición al aire interior mediante sistemas de recuperación de vapores. Sin embargo, señalan que es necesario acelerar el proceso de limpieza y contención en los miles de lugares contaminados en Estados Unidos, así como investigar más para comprender mejor cómo contribuye el TCE a enfermedades como el Parkinson. Los autores concluyen pidiendo la eliminación del uso de sustancias químicas como el TCE.