Inseparables: Lidia, Natividad y una gran amistad que se forjó en un hogar de abuelos

Ambas viven en una residencia en Ciudad. Apenas se conocieron comenzaron a charlar. “Nati”, de 86 años, casi no puede ver y Lidia es su guía. “Conversan incluso cuando están por dormirse, toman mate y cantan. Es muy tierna la imagen que nos regalan día a día”, dice Isabel, una de sus cuidadoras, en este Día del Amigo.

Inseparables: Lidia, Natividad y una gran amistad que se forjó en un hogar de abuelos
Natividad y Lidia. Amigas que pasan sus días en un hogar.

Lidia Furlani y Natividad Muñoz, que viven en una residencia ubicada en la Sexta Sección de Ciudad, representan el mejor ejemplo de que las amistades en la tercera edad, cuando se mantienen y consolidan, pueden contribuir significativamente a una vida más feliz y saludable. Lo aseguran ellas, entre risas, en diálogo con Los Andes, y también Isabel de la Torre, la encargada del lugar, quien comparte con ellas largas horas todos los días.

Nati tiene 86 años y Lidia 79, son viudas y llegaron al hogar por circunstancias parecidas. Apenas se conocieron hubo un “feeling” especial. Comenzaron a hacerse confidentes, amigas, hermanas. Hoy, la rutina es muy tierna y similar todos los días: como Natividad es casi ciega, Lidia se convirtió en sus ojos. La guía, la acompaña y hasta suele quitarle las medias y abrirle la cama a la hora del descanso en la habitación que -por supuesto- comparten desde un primer momento.

En el verano, disfrutan de las tardes en el patio de la residencia, mate de por medio, con charlas eternas y risas que resuenan por todas partes. “Lidia se encarga de llamar a Nati cuando se recuesta y es hora de comer y también le reserva un lugar al lado suyo colocando algo en la silla para que nadie la ocupe. Solemos hacer competencias para agilizar la memoria y ellas siempre forman un equipo. Jamás han jugado en contra, siempre son una dupla indestructible”, señala Isabel.

Lo mismo sucede con el karaoke, algo muy común en el hogar. “Como una de ellas no puede leer, comienza a cantar la otra hasta que ambas empiezan a entonar la melodía. Realmente son un show y da gusto contemplarlas todos los días con tanta energía, vitalidad y sentido del humor”, resume.

Natividad trabajó toda su vida en una droguería y llegó al hogar en 2017. Es una de las abuelas con más años en este lugar que, no por casualidad, se denomina “Andares”. Poco después llegó Lidia, madre de dos varones, Mariano y Gerardo. Fue peluquera de vocación y ese trabajo le permitió ganarse la vida siempre.

Nacida en Mendoza el 12 de octubre de 1946, Lidia suele evocar a su mamá Mariana en cada una de las conversaciones con Nati: “Se llamaba Mariana y está siempre conmigo. No pude terminar la secundaria, pero estudié peluquería y a los 23 me casé”, indica.

Una amistad que nació y se consolidó en la tercera edad.
Una amistad que nació y se consolidó en la tercera edad.

Y no duda en advertir que Nati es su mejor amiga y que apenas se vieron comenzó la charla de manera natural, como si se conocieran de toda la vida. “Aunque a mí el mate no me gusta, con ella lo comparto. Es muy buena persona y la quiero mucho”, define.

Las tardes también se disfrutan con los familiares que suelen visitarlas. Lidia dice que cada vez que llega su nieta de dos años, continúan las risas. Y luego llega la noche y la charla sigue. Muchas veces la propia Isabel las oye hablar de historias pasadas.

Natividad Felipa Muñoz nació en Guaymallén el 24 de diciembre de 1936 y fue la menor de cinco hermanas. Después de desempeñarse un año en una fábrica, dedicó nada menos que 41 años de su vida a una droguería. Se jubiló en ese lugar. Tiene dos hijos, Sandra y Rubén.

“Llegué a este lugar creyendo que estaría poco tiempo, pero me adapté perfectamente y hice muchísimos amigos y amigas. Claro que Lidia es muy especial. Hemos atravesado muchísimos momentos, conversaciones largas sobre nuestras vidas y una pandemia entera juntas”, repasa.

Somos confidentes, le cuento cosas y ella me cuenta las suyas. Nos sentamos juntas en todas las comidas. Y sí, también nos reímos”, señala, para agregar que Susana y Raquel también son de la partida.

“Soy una persona feliz. Y también veo al personal como amigos. Creo que a esta altura somos una gran familia”, grafica.

Rezar y compartir

Susana Piccirili también quiso contar su experiencia a Los Andes. “Para nosotros la amistad es muy importante. Todas somos amigas, pero tengo especial relación con Raquel”, detalla y cuenta que es santafecina y que gran parte de su vida la pasó en Rosario.

“Susi” dice que conversa “hasta por los codos” y que también canta. A Raquel le encanta bordar, pero ya su vista no se lo permite. De todos modos, siempre encuentran la manera de compartir un buen rato.

“Me casé a los 23 años y tuve un hijo, Mauro, mi orgullo. Llegar al hogar fue difícil al principio, pero me adapté y hoy me siento muy bien y acompañada. Leo y rezo por quienes ya no están, entre ellas mis amigas Francisca y Angela, que también pasaron por acá”, relata.

Raquel toma la palabra y acota: “Me divierten mis amigas. Son muy graciosas”. En parte, se refiere a los juegos que suelen organizarse en el hogar y que generan momentos de alegría.

Nacida el 15 de enero de 1945, Raquel también es viuda y madre de dos hijas, Eliana y Marcela. Menciona a Gladys y a la Gringa como otras de sus amigas eternas.

“Soy Rosa y me dicen la Gringa”, se presenta, y cuenta que nació el 19 de junio de 1933. Es una madre orgullosa y confiesa que su mejor amiga de la vida es Elodia Millán, con quien suele hablar por teléfono muy seguido.

“Ingresé a la residencia en 2018 y me recibieron amorosamente. Soy una agradecida con la vida que llevo. A esta altura, con más de 90 años no puedo pedir más”, concluye.

La importancia de la amistad en la tercera edad

Tener amigos es maravilloso a cualquier edad. Sin embargo, los abuelos suelen encontrar entre sus pares un verdadero apoyo emocional ya que proporcionan una red que puede ser crucial en momentos de necesidad o dificultad.

En esta etapa de la vida, las relaciones de amistad contribuyen a la salud mental: está demostrado que las conexiones sociales ayudan a reducir el riesgo de depresión, ansiedad y otras afecciones. Tener amigos con quienes hablar y compartir experiencias puede mejorar el bienestar emocional.

También son un aliciente y un estímulo cognitivo ya que las interacciones sociales pueden ayudar a mantener la mente activa, lo que puede reducir el riesgo de deterioro cognitivo y enfermedades como el Alzheimer.

En esta franja etaria, además, las amistades a menudo fomentan la participación en actividades físicas, como caminar juntos, lo cual es beneficioso para la salud física. Sin embargo, tener amigos proporciona un sentido de pertenencia y propósito, lo cual es esencial para la autoestima y la satisfacción con la vida.

Finalmente, en la tercera edad los amigos pueden ayudar con tareas prácticas y ofrecer apoyo en situaciones diarias, como Lidia y Natividad, que se ayudan mutuamente.

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