Mauricio López y Jesús Pereyra recibieron “un mimo al alma” durante el acto de fin de curso del Cebja 3-257 que funciona en la Biblioteca Popular Jesús Nazareno, en Gaymallén. Tal vez la mejor noticia y el mayor aliento de los últimos tiempos.
Fue cuando las autoridades de ese Cebja, cuya directora es Claudia Roxana Gutiérrez y que trabaja con una franja de edades muy amplia, desde jóvenes de 15 años hasta adultos mayores de más de 70 --entre ellos estudiantes con discapacidades-- les comunicaron que serían portadores de las banderas nacional y provincial.
Mauricio padece parálisis cerebral y la mitad derecha de su cuerpo no tiene movilidad, por eso se desplaza en silla de ruedas.
Jesús tiene dificultades para desplazarse. Lo hace con muletas debido a los efectos de una severa meningitis que sufrió de muy niño.
Además de grandes compañeros en el aula (ambos finalizaron sus estudios primarios), Mauri y Jesús son grandes amigos y vecinos en Guaymallén. A pesar de las dificultades motrices que ambos padecen, suelen disfrutar de paseos, salidas o juntadas en ambas casas.
“A lo largo de mi camino recorrido con ellos, son quienes me han enseñado que siempre se puede, que no hay limitantes”, dijo a Los Andes la docente de ambos, profesora Daniela Reina.
Dijo que el aula núcleo está ubicada en la escuela Padre Manzano, aunque el aula satélite, donde Mauri y Jesús cursaban, -ya pasaron al aula núcleo- está emplazada en el barrio Jesús Nazareno, de Guaymallén y funciona en la Biblioteca Popular Jesús Nazareno.
“Desde la modalidad de Cebja se trabaja a partir de la base de la real inclusión. Trabajamos la verdadera integración. Los docentes y directivos son los protagonistas de que esto funcione así, ya que muchos de nosotros no somos docentes de modalidad de especial y, sin embargo, atendemos la diversidad de nuestros estudiantes de manera tal que convertimos cada uno de los contenidos de manera individual para cada uno de los educandos”, sostuvo.
Expresó que, al no contar, en muchos casos, con docentes de apoyatura debido a varios temas, entre ellos la superposición horaria, los docentes del Cebja lograron ser “camaleones” en lo que respecta abordar estudiantes con discapacidad y sobre todo mayores con dificultades.
“Cada una de las currículas son adaptadas para cada uno de ellos, sin perder el eje de contenidos básicos a saber. Este año participamos de la Feria Makers y pasamos a instancias provinciales con un proyecto de reciclaje, donde la idea fue que los estudiantes, a raíz de esta iniciativa, puedan crear microemprendimientos y de alguna manera lograr en el corto plazo una salida laboral”, amplió su maestra, en diálogo con Los Andes.
Mauri fue escueto pero profundo y contundente al dejar su reflexión sobre el logro que acaba de obtener.
“Muchas sensaciones corren por mi cabeza y estoy muy contento por esto tan importante. Quiero seguir la secundaria y hacer una buena carrera, lucharé por un título”, dijo.
Nancy, su mamá, confesó “no poder más de orgullo”. Y aseguró: “Nos citaron del Cebja junto a mi esposo Dionisio y nos preguntábamos qué habría sucedido. No sabíamos por qué debíamos acudir a la escuela y, al llegar, nos dijeron que miráramos la pizarra”, relató la mamá.
Según dijo, fue una emoción muy grande observar el nombre de su hijo como portador de la bandera nacional.
“Lloramos mucho con mi esposo, no esperábamos todo lo que logró con esfuerzo nuestro hijo”, dijo, para agregar: “Seguirá hasta donde pueda. Estamos orgullosos”.
Mauri sufre una parálisis en el cerebro y en su cuerpo que le impide caminar. Escribe y habla con dificultad y se desplaza en silla de ruedas.
“Memoriza y eso es meritorio”, agregó Nancy, para señalar que su hijo es uno de los protagonistas del libro denominado “Sumergiéndonos en la inclusión”, cuyo autor es Fernando Giorgio.
“Porque él ha buceado. Es otro de sus grandes logros. El libro tiene varias anécdotas relacionadas con mi hijo”, advirtió.
Amor y superación
Jesús Pereyra recibió la bandera de la provincia durante el emotivo acto de fin de curso y para él su orgullo fue doble.
Por un lado, se sintió reconocido y reconfortado. Por otro, estuvo en un lugar de honor junto a su amigo y compañero incondicional, Mauricio.
“Iba con Mauricio al jardín cuando teníamos cinco años. Hoy tenemos 44 y 45, así que pasó mucho tiempo. No lo esperaba. Me llamaron para firmar un acta y pregunté qué estaba sucediendo. También convocaron a mi padre y nunca nos imaginamos tanta alegría y emoción”, dijo Jesús.
Jesús vive con Alfredo, su papá, en una casita del barrio Jesús Nazareno, Guaymallén. Su mamá falleció hace varios años y tiene dos hermanos.
“Uso muletas por una discapacidad motriz debido a una meningitis que sufrí de bebé. Pero fuera de eso estoy bien y soy un agradecido. Mi papá está muy orgulloso”, relató a este diario.
Valoró el acompañamiento de su papá, “Sin su ayuda y dedicación yo sería un bollito, una pelotita en una silla de ruedas”, graficó, emocionado.
Y agregó que siempre ambos están pendientes unos con otros, sobre todo con la medicación.
Lengua y gimnasia fueron las materias preferidas de Jesús durante la primaria. Matemática le cuesta, según aclara, aunque dice que nunca se dio por vencido.
“¿Con la bandera? Estaba feliz pero también algo nervioso. Le agradezco a mi maestra Daniela, que siempre ha sido una buena docente. Ahora estaré abocado a la secundaria”, adelantó, para confesar que algún día le gustaría recibir el título de enfermero.
Una carta que conmovió a Mendoza
Mauricio López cobró notoriedad en 2021, durante la pandemia, cuando le escribió una carta al gobernador Rodolfo Suárez pidiendo ser vacunado contra el Covid-19.
Cuando vio que las puertas se le cerraban para lograr vacunarse, comenzó a difundir su situación para lograr dar el paso que le permita volver –medianamente-- a su rutina habitual.
“Mi vida como persona discapacitada cambió radicalmente desde el inicio de la pandemia”, comenzó señalando a Los Andes.
Hasta entonces, decía, concurría a la escuela de adultos (en el CEBJA 3-257 de Guaymallén), salía con amigos y jamás se perdía los partidos de fútbol cuando jugaba Godoy Cruz.
“Estuve todo el año encerrado junto a mis padres jubilados y ahora necesito vacunarme para poder salir. El encierro me está matando”, dijo Mauricio en esa oportunidad.
La carta estaba dirigida al gobernador Rodolfo Suárez e intentaba concientizar a las autoridades provinciales sobre la importancia de tomar a las personas en su condición como grupo de alto riesgo.
“Pero cuando voy a la página (del Ministerio de Salud), no me permite inscribirme ¿Qué debo hacer? Supongo que tengo los mismos derechos que cualquier ciudadano en condiciones de recibir la vacuna”, exclamó.
Mauricio vivía por entonces con $13.900, que percibía como subsidio por su discapacidad y si bien asumía que su vida no es fácil, aclaraba que hasta antes de la cuarentena no sufría grandes limitaciones.
“Pero ahora sí, me siento limitado, encerrado. Necesito ayuda, necesito vacunarme por mis bajas defensas”, insistió. Sus padres cobran la jubilación mínima y su hermano falleció en un accidente.
“Es mi hermana quien me está ayudando en esto y confío en que pronto podré lograrlo”, indicó.
Poco después de la carta, publicada con una imagen en Los Andes, Mauricio o “El Negro”, pudo lograr vacunarse.