Joel Sánchez, el joven de 24 años oriundo de San Martín que se recibió de ingeniero electromecánico costeando su carrera con la cosecha de uva, recibirá el premio “Ing. Isidoro Marín”, que otorga la Academia Nacional de Ingeniería a los egresados sobresalientes de las carreras de ingeniería que se dictan en universidades argentinas.
Joel, que actualmente trabaja y vive en CABA, fue notificado en las últimas horas por autoridades de la Facultad Regional Mendoza de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
“Tenemos el agrado de informarle que Joel Agustín Sánchez, cumple con los requerimientos establecidos para recibir el premio, por lo que esta academia ha resuelto otorgárselo. La entrega de los premios se cumplirá en una sesión pública de esta academia el día viernes 2 de diciembre a las 18.15 en el Aula Magna de la Academia Nacional de Medicina, Av. Las Heras 3092, Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, señala la misiva.
Agrega: “Nos complacemos en invitar al señor decano al referido acto, y le pedimos quiera hacer extensiva esta invitación a las demás autoridades y a los claustros de profesores y de estudiantes, así como comunicárselo fehacientemente al premiado. Agradecemos desde ya, el indispensable apoyo económico que la Facultad Regional Mendoza de la Universidad Tecnológica Nacional pueda brindar al premiado, cuya asistencia destacará la presencia de esa distinguida casa de altos estudios en la ceremonia de mayor proyección nacional en el ámbito de todas las áreas de la Ingeniería, que reconoce la excelencia de los mejores graduados de la Argentina”.
Dicha carta es firmada por los ingenieros Tomás A. del Carril y Manuel Solanet, autoridades de la academia.
Joel recibió, de inmediato, una notificación de la UTN, sede Mendoza, en la que se le comunica el logro. “Es un orgullo para nuestra facultad contarlo entre los premiados. Ha sido recompensado por su esfuerzo y tesón”, fundamenta.
Desde Buenos Aires, en diálogo con Los Andes, Joel dijo sentirse “simplemente feliz” y agradeció a cada una de las personas que fueron parte de su camino y lo ayudaron a ser quien es.
El 20 de septiembre de 2021 Los Andes publicó la conmovedora historia de este joven de clase humilde que hizo grandes sacrificios desde niño y que fue sorteando obstáculos hasta recibirse.
“Al calor del sol y con la ropa sucia en una finca me imaginé un día levantando el cartel de ingeniero electromecánico”, había expresado este mendocino en la red Linkedin. A las pocas horas llevaba 15 mil “likes”.
Joel se recibió el 2 de agosto del año pasado, cuando rindió en la UTN “Proyecto Final” y rompió en un llanto eterno. Recordó cada paso, cada dificultad.
Siendo un niño falleció su papá y su mamá salió a limpiar casas de familia mientras él y sus hermanos comenzaron a cosechar uva en fincas de la zona para sobrevivir.
“Eramos menores y fue la única salida que encontramos para ganar dinero. La tarea era muy sacrificada pero aprendí mucho, le tomé la mano y pude terminar la secundaria. Me sentía motivado para seguir estudiando, siempre había soñado con ser ingeniero aunque muchos me decían que no era para mí, sino para otro tipo de gente, que era muy costoso y que no lo intentara. Pero yo me daba cuenta de que podía mucho más y que no había nada que perder. Ingresé al preuniversitario, conté mi historia en la firma constructora José Cartellone, que tomaba pasantes, y quedé seleccionado enseguida, me apuntalaron y me dieron todas las posibilidades para que jamás abandonara mi carrera. Siempre estaré agradecido”, recordó en la anterior entrevista.
Las distintas becas que recibió le permitieron obtener los medios para continuar: transporte, comedor, fotocopias y una residencia para estudiantes.
“Una sola vez había visitado la ciudad de Mendoza, éramos una familia humilde que nunca antes había salido del barrio Municipal de San Martín. Me perdí un millón de veces y me sucedieron miles de anécdotas”, contó.
“Siempre soñé con un futuro mejor y no reniego de quienes me desalentaron. Mi experiencia dice que se puede y eso les quiero aconsejar a los estudiantes que en algún momento se sienten perdidos. Siempre anhelé llevar a mi familia a otro nivel y jamás perdí la esperanza. Nadie en nuestro entorno, familia ni amigos, había alcanzado a ser profesional”, confesó.
El día en que obtuvo el título escribió estas palabras: “Luego de 5 años y 4 meses mi vida cambió para siempre. Todos los prejuicios quedaron atrás, que era una carrera infinita, que perdería tiempo y que se necesitaban recursos”.
Pero el “broche de oro”, tal vez lo más emocionante de su historia fue cuando su mamá, Graciela Sosa, lo esperaba a la salida del aula con la ganchera y la tijera que utilizó mientras trabajaba en las fincas.
“Se me acercó y me entregó mi ganchera y mi tijera, los elementos que me habían acompañado tantos años durante la cosecha para poder estudiar. Los había conservado todos estos años convencida de que este día iba a llegar –concluyó--. Y me dijo: ´es para que nunca te olvides los lugares donde estuviste’”.
Tras desempeñarse en Cartellone, pasó a Cartocor. Hoy trabaja en Ternium, una empresa que forma parte del grupo Techint. Y con una gratitud eterna, dijo, se vestirá de traje y corbata e irá orgulloso a recibir el premio.