La odisea de una abuela mendocina y su nieto para cruzar la frontera de EE.UU. de manera ilegal

Matías “saltó” el muro desde la peligrosa Tijuana para vivir en el país del norte cuando tenía 13 años. Hoy tiene 31 y regresó a su Rivadavia natal hace años. Su impactante historia y su lucha para triunfar en la música.

La odisea de una abuela mendocina y su nieto para cruzar la frontera de EE.UU. de manera ilegal
La aterradora odisea de la abuela y su nieto mendocino para cruzar la frontera de Estados Unidos de manera ilegal

Tiene 13 años y está jugando a la pelota con sus amigos en un barrio de Rivadavia, Mendoza. No sabe que es el último ‘picadito’ de su infancia. Menos se imagina que en cinco días estará en medio del desierto mexicano peleando por su vida junto a su abuela.

Matías Mercado hoy es Matías Yankee, tiene 31 años y trabaja como operario en una bodega del Este mendocino mientras persigue su “sueño americano” de triunfar en la música. “Yo se que voy a llegar”, anticipa. De hecho, está llegando.

Para adquirir el mote de Yankee, Matías tuvo que antes embarcarse en perseguir el “sueño americano” familiar. En 2004 cruzó la frontera estadounidense de manera ilegal “camuflado” entre mexicanos, guiados, y maltratados, por “polleros” (persona que transporta trabajadores indocumentados a los Estados Unidos) y junto a su abuela María Elena Suárez, “Coca” para la familia. Esta mujer se convirtió en la heroína de esta aterradora aventura que duró una semana.

Matías Yankee, el mendocino que cruzó la frontera de Estados Unidos a los 13 años y hoy es parte de la escena urbana de Mendoza.
Matías Yankee, el mendocino que cruzó la frontera de Estados Unidos a los 13 años y hoy es parte de la escena urbana de Mendoza.

Crisis del 2001: de Rivadavia a Estados Unidos

Mónica, la mamá de Matías, es enfermera y en 2001 tenía dos trabajos en su profesión, en el hospital Español y guardias en el Central. “Salía de Rivadavia a la madrugada y volvió de noche, ni la veíamos”, recuerda el artista mendocino.

Matías y su hermana más grande Jimena (hoy tiene 34 años) se criaron con sus abuelos Coca y Hugo. Su madre trabajaba todo el día, literalmente. Para inicios de los 2000, Mónica formó pareja con José María y la familia se mudó a Godoy Cruz.

Pero la crisis de 2001 los golpeó con fuerza. A José María lo echaron de su trabajo, vendía motos en una concesionaria, y emigrar a los Estados Unidos comenzó a instalarse como una opción viable.

Un tía que ya había logrado instalarse en Nueva York les aseguraba que limpiando casas ella podía vivir bien. La abuela Coca fue la primera en animarse y sacó pasaje rumbo al Norte. Pero los atentados en las Torres Gemelas en septiembre de 2001 cambiaron todos los planes.

El avión de Coca salía en 3 días y ahora, tras el 11-S, se requería visa para ingresar a EE.UU.. No daban los tiempos. José María, el padrastro de Matías, tomó el pasaje de la abuela. El hombre fue militar y prestó servicio en Panamá, esto le permitía entrar sin problemas al país de George W. Bush padre. El hombre viajó al norte y se instaló en Florence, Óregon. Desde esa pequeña ciudad cercana a Washington, comenzó a formar el nuevo hogar de la familia de Rivadavia.

En 2002, Mónica consiguió la visa como turista, aunque su fin no era vacacionar, y se sumó a su pareja. Matías aún recuerda el llanto de su madre cuando les dijo que se iba. “Me voy por ustedes, para buscar algo mejor”.

La pareja se instaló en Florence, Mónica trabajaba en un hogar de ancianos y José María en un Lubricentro. Rápidamente los mendocinos se adaptaron a la comunidad latina.

Por estas latitudes las cosas no mejoraban. La panadería de los abuelos de Matías y Jimena apenas cubría los gastos. Durante años intentaron conseguir la visa como turistas pero su perfil encajaba a la perfección con el de los “vacacionistas” que no regresaban del norte, algo muy común en esos años. Nunca consiguieron el sello verde.

 Coca (abulea de Matías) y Mónica (mamá)  en el Golden Gate Bridge.
Coca (abulea de Matías) y Mónica (mamá) en el Golden Gate Bridge.

Cómo es cruzar la frontera de Estados Unidos de manera ilegal, en primera persona

La idea de pasar de forma ilegal la frontera de Estados Unidos por el desierto mexicano de Tijuana comenzó alejarse de la locura para pasar a la lista de “posible”. “La familias amigas de mi mamá le aseguraban que era seguro, que muchos lo hacían y ellos los contactaron con toda esa gente”, relató Matías.

Diciembre 2004. Coca, aterrada pero inquebrantable, armó los bolsos y, junto a su nieto de 13 años, partió a México. Hugo y Jimena, que tenía 15 años e iba a ser madre, decidieron quedarse en Mendoza. Nuevamente la familia se dividía.

Escala en Guadalajara y directo a la peligrosa Tijuana. “Llegamos con instrucciones muy precisas”, contó Matías que recuerda cada detalle con una memoria fotográfica.

Llegaron al hotel “El Rey” y preguntaron por “Rosa”, su contacto. Inmediatamente les asignaron la habitación A7. Los lujos eran inexistentes. Solo había miradas desconfiadas.

“No podían descubrir que éramos argentinos, teníamos que mirar al piso y hablar lo menos posible”. Los “polleros” o “coyotes” solo “operan” con mexicanos.

Coca dejó a su nieto bajo llave en la habitación A7 y fue, mirando al suelo, hasta un locutorio con un número de teléfono anotado en un papel -año 2004 el celular era un lujo y el WhatsApp no se había ni pensado aún. “Ya estamos en Tijuana”, dijo y cortó.

Ya es real. Intentarán evadir a la temida “Migra”, la policía migratoria de Estados Unidos, para cruzar sin visa al país norteamericano. “Hacía unos días estaba jugando a la pelota en Rivadavia con mis amigos y ahora estaba en Tijuana. Era una locura”, recordó el mendocino en una impasse en el relato.

Matías en sus primeros meses en Estados Unidos.
Matías en sus primeros meses en Estados Unidos.

Los mendocinos se subieron a un micro junto a otro grupo hasta una terminal. El micro de las 21 los llevó hasta la segunda parada, donde los esperaba un taxi. “No nos cobró nada. Ahí entendí que era todo una red de delincuentes, de trata de personas”.

El taxi dejó a la abuela y a su nieto, junto con un grupo de mexicanos, en una tranquera en medio de la nada. “Había un hombre y un perro, nada más”. Caminaron 15 minutos y llegaron hasta una especie de refugio. “Me impactó cuando entramos. Había más de 50 personas”. Todos intentarían ‘saltar’ el muro.

Allí, formaron grupos de 7 personas. “Ustedes con el 5to”, les dijo un “pollero”. “Salen a las doce de la noche”, agregó y siguió caminando con una lista en su mano.

Coca respiró profundo, agarró la mano de Matías y empezó a caminar, sin emitir palabra, no podían descubrir su nacionalidad. “En solo 30 minutos llegamos a un agujero tapado con un cartón y cruzamos el famoso muro que divide México de Estados Unidos”.

Pese a ya estar en suelo norteamericano, allí comenzó la verdadera odisea. “Eran 3 polleros, uno al frente, otro al medio y uno atrás que borraba las huellas”, describió Matías. “No paraban de maltratarnos, con insultos y con golpes. Yo pienso que era para que el miedo nos obligue a seguir pese al cansancio”, analizó 20 años después.

Luces irrumpen la oscura y fría noche. Diálogos en ingles resuenan cada vez más cerca. Se confirma el peor terror: es la migra. El grupo acató de inmediato el protocolo antes indicado. “Nos habían dicho que nos juntáramos y apretáramos entre todos y no nos moviéramos”. “La intención era que nos confundieran con algún arbusto. Ahí no hay nada para acultarse”.

La aterradora odisea de la abuela y su nieto mendocino para cruzar la frontera de Estados Unidos de manera ilegal
La aterradora odisea de la abuela y su nieto mendocino para cruzar la frontera de Estados Unidos de manera ilegal

El precario plan funcionó y ocurrió el milagro en el desierto. Los oficiales no los vieron y se fueron. “Ahí decidimos volver a México”. Los polleros ya habían escapado y nadie sabía cómo volver a la casa “base”. “Apareció como de forma mágica una chica que estaba escondida en un arbusto y nos guio de regreso”, explicó el mendocino, que además recordó que para poder volver, esta pollera le pidió la contraseña: “Teníamos que repetir tres veces ‘di la clave’”.

“Llevábamos 3 días viajando. Yo lloraba mucho y quería volver. Gracias a la fortaleza de mi abuela pudimos seguir”, remarcó.

Al día siguiente volvieron a intentarlo. Mismo proceso, aunque esta vez “los polleros” fueron más amables y no hubo maltratos. Sin problemas cruzaron el muro. Caminaron por 7 horas. “Me acuerdo muy bien el cansancio y el frío. Fue tremendo. Sobre todo para mí y mi abuela, yo tenía 13 años y ella era una mujer de más de 50″.

El grupo llegó a una ruta donde una camioneta los esperaba. “Era un ‘tetris’ de personas adentro de la caja y no entrabamos los dos en el mismo vehículo”, asegura el mendocino.

Allí, el nieto vio como su abuela se convirtió en heroína. Coca se le plantó a los polleros con la seguridad que los impactó para que no la separarán de su nieto. “Nos amenazaban con subirnos a un auto y tirarnos de nuevo en México”.

Finalmente los mendocinos fueron subidos juntos en la cabina de otra camioneta. “Fue un viaje de unos 5 horas insoportable. Me pegaban para que me agachara y no podíamos ni movernos”.

Tras el viaje por ruta de San Diego, llegaron a un departamento que el joven Matías vio como un palacio. “Había agua caliente y sillones. Eran lujos para ese entonces que llevábamos más de 4 días de viaje”.

Matías Yankee, parte del a escena urbana de Mendoza, junto a El Negro Tecla
Matías Yankee, parte del a escena urbana de Mendoza, junto a El Negro Tecla

Multa por Argentinos

En esa casa en San Diego los polleros se enteraron de la nacionalidad de Coca y Matías. “La mujer se comunicó con mis padres y los “multó” con 1.500 dólares por cada uno y los amenazó que si no pagaban los tiraba de vuelta por el muro”.

La familia ya había pagado 3.000 dólares por cada uno lo que terminó saliendo 4.500 dólares por Coca y 4.500 por Matías. “Mis viejos hicieron de todo para conseguir la plata en muy poco tiempo. Mi mamá ganaba 800 dólares al mes”, ejemplificó el mendocino.

Con la multa saldada, una minivan los llevó de San Diego a California y los dejó en una playa de estacionamiento de un 7-Eleven (cadena de tiendas 24 horas). Allí los esperaba “un tío” (amigo de los padres). Coca y Matías hicieron por ruta las 11 horas que separan California de Florence y concluyeron su odisea que duró una semana.

La vida de una familia de migrantes en Estados Unidos

Matías se reencontró con su mamá tras casi 3 años sin verla. Encontró una casa alfombrada y un auto en la cochera. “Eso me impactó, en Rivadavia nunca tuvimos un auto”. Pero además conoció a Sophia (hoy tiene 17 años), su hermana menor que había nacido en suelo estadounidense. “Tuvieron que anotarla con “ph” porque no le aceptaron Sofía, con ‘f’”, acotó.

En solo 6 meses Matías logró dominar el inglés y pudo casi concluir la secundaria. “El primer año me lo regalaron en el colegio, no podía hacer nada. Ni siquiera escribir. Me ayudaron mucho mis amigos mexicanos”.

La abuela aplicó y entró a Mc Donnales. “Eso fue una bendición, en los estudios pre-ocupacionales le descubrieron un cáncer. La empresa le pagó la operación y todo el tratamiento en un hospital que parecía un hotel 5 estrellas. Allá la salud es carísima, casi inaccesible”, dijó Matías.

“Estábamos bien, pero siempre te falta algo. Yo extrañaba mucho mis amigos y a mi hermana más grande, con ella me crie. Y mi mamá ya estaba cansada de estar lejos de Argentina”, resumió el músico mendocino.

La familia en Las Vegas, celebrando el cumpleaños de Matías.
La familia en Las Vegas, celebrando el cumpleaños de Matías.

Nueva crisis y regreso al país

La burbuja explotó en Estados Unidos y provocó la gran crisis económica de 2008. Esto sumado al endurecimiento de las leyes migratorias empujó a la familia a regresar el país.

En 2009 y con un veto de 10 años para entrar a Estados Unidos, Matías y su familia regresaron a Mendoza.

Coca falleció en 2017 y Hugo en 2023. “Mi abuela fue la persona más importante en mi vida. Fue una mujer excepcional que dejó todo por nosotros”, dijo emocionado Matías.

Matías es ahora Matías Yankee y atesora su aventura por Estados Unidos. “No lo vuelvo a hacer ni loco, pero rescato muchas cosas positivas. Sé hablar y escribir inglés a la perfección, pasé un cumpleaños en Las Vegas, conocí Disney. Fueron años muy alegres en mi vida”.

El sueño de Matías Yankee: triunfar en la cumbia

La música es una parte muy importante en la familia de Matías. Y él lo lleva en la sangre. En 2010 comenzó su camino para llegar a las “grande ligas” y fundó junto a sus amigos Sebastián Sosa y Álvaro Silva el sello discográfico Y home studio Ivizza, un proyecto que les ha dado grande ssatifacciones y que 14 años despúes promete terminar de dar al gran salto.

Matías Yankee y Sebastián Sosa
Matías Yankee y Sebastián Sosa

Aunque las tendencias lo han llevado a fluctuar por muchos estilos ligados a la música urbana, Matías ama la cumbia y hacia allí enfoca su carrera. No es un improvisado, ha trabajado con nombres relevantes del género: formó parte de la banda “de la calle”, estuvo junto a El Noba (falleció en un accidente en moto) en los comienzos de la carreta de uno de los fundadores de la “cumbia 4:20″ y hasta participó en uno de sus videos clips. Además, ha trabajado con el mendocino del momento, “El Negro Tecla”, y hace apenas 5 meses lanzó el sencillo de RKT Rompediscoteka junto a Matitee, con Ivizza Music y Sebastián Sosa como productor. “Seba sumó mucho a la escena, ha trabajado temas de El villano, Pablo Chill y Alex Caniggia, entre otros”

“Vivir de la música es mi principal objeto y sé que lo voy a conseguir”, finalizó el Yankee mendocino.

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