El rostro de la boxeadora mendocina Yésica Marcos (35) supo ser portada y protagonista de las fotos más importantes de los medios mendocinos y nacionales entre los años 2009 y 2013. En esos cuatro años, “El Bombón Asesino” (apodo con el que saltó a la fama) se alzó con los títulos sudamericano y argentino de peso Supergallo, con el de campeona interina mundial de esa categoría de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) –título que defendió en tres oportunidades- hasta que, finalmente, en octubre de 2012 se adjudicó el título definitivo de campeona mundial de la AMB (el mismo que defendió en 2013). También en ese lapso, la nacida en el departamento de San Martín se alzó con otros tantos títulos de la misma categoría, aunque dentro de la Organización Mundial de Boxeo (OMB).
En todas estas fotografías o secuencias, se la veía a Yésica con una desbordante sonrisa que combinaban la gloria del momento deportivo con la felicidad de quien vive de lo que ama. A casi 8 años de haber defendido su último título, “El Bombón Asesino” conserva todavía esa sonrisa sincera y pícara, que hacen juego con sus ojos permanentemente entrecerrados –o entreabiertos, así es su mirada- y sus tímidas, pero contundentes palabras. Como a Cachito, aquel pugilista a quien León Gieco le dedicó una canción, todos aquellos que rodearon a Yésica en sus años dorados hoy brillan por su ausencia. “No los quiero ni recordar, he tratado de hacer un cierre de toda esa etapa. Cuando todo iba bien, mucha gente estuvo al lado mío. Hoy, que no la estoy pasando nada bien, esa gente se borró. Todos tienen su casa, menos yo. ¡Y no sabés las casas en las que viven!”, recuerda la boxeadora en el pequeño terreno que le consiguió uno de sus hermanos para que se instale, al costado de la Ruta 7 y en las afueras de San Martín.
Allí, Yésica –con ayuda de sus amigos, “la Flaca y el Tula”- ha levantado su humilde y precaria vivienda, esa misma que está formada por algunos palos de madera, mucho alambre, chapa –que consiguió y sigue consiguiendo como puede- y cuanto retazo de nailon encuentra. “Hace un mes hice esta casa con esos dos amigos que me ayudaron un montón, y desde entonces estoy acá. Antes estuve viviendo en la casa de mi ex cuñada que me hizo mucho el aguante, pero me fui para que ella pudiera arreglar algunas cosas de ella. Tuve mi casa en el barrio Norte, hace 7 u 8 años, pero también tuve que venderla por todas las deudas que tenía”, sigue Yésica, y repasa con nostalgia sus tiempos dorados de un pasado mejor.
Sin un trabajo estable, la boxeadora se gana la vida con un contrato que tiene con la Municipalidad de San Martín y que incluye como contraprestación el dictado de clases de boxeo en el Polideportivo Torito Rodríguez todos los días. “No es mucha plata, pero al menos me da algo de ingresos y puedo ir manejándome. Mi sueño es poder construir mi casa acá mismo, tener un patio para los perritos y paredes para no tener que estar preocupada porque se pueden escapar. Si alguien puede ayudarme con material, me vendría muy bien. Lo que más necesito es cemento, hierro, ripio, arena y ladrillos”, se anima a pedir Marcos a quien pueda y quiera ayudarlo. Eso sí, siempre tímida y con humildad.
Aunque hace casi tres años que Yésica no boxea –sus últimas peleas las protagonizó mientras estuvo viviendo en Chile, época en la que pudo incluso viajar y boxear en México y en Francia-, de ningún modo se considera retirada. “Intenté volver a boxear, pero está difícil la mano y hoy no te ayuda nadie. Eso no quita que en algún momento pueda llegar a volver, todavía no me he retirado ni he colgado los guantes; solamente estoy en una pausa”, desataca esperanzada y siempre sonriente, con esa misma sonrisa con que sonreía cuando se consagraba campeona. “Ahora la estoy peleando más que cuando boxeaba, pero todavía no tiro la toalla”, acota con una seguidilla de metáforas características del boxeo. No quedan dudas: Yésica Marcos no está en la lona, para seguir con metáforas pugilísticas.
En la cresta de la ola
“Desde Corrientes a Buenos Aires un señor lo vino a buscar,
cuando estacionó su auto vino el barrio a saludar.
‘Chau, Cachito, chau; vas a ser el campeón.
Desde aquí te alentaremos por la televisión...’”
(Cachito, León Gieco)
Yésica Marcos nació en San Martín el 5 de marzo de 1986. Su infancia no fue nada fácil, a tal punto de que con 12 años se fue de la casa de su familia. A los 14 años, la adolescente comenzó a boxear y, al menos durante sus primeros años, toda su vida hizo nido en ese departamento del Este mendocino. “Soy chacarera a morir”, destaca con orgullo. Y, una vez más, sonríe.
La carrera de Yésica comenzaba a dar indicios en ese momento de que sería –por demás- prometedora y, así como a Cachito lo fue a buscar al barrio ese señor en el auto –según canta Gieco-, a la sanmartiniana se le acercaron esas personas que tienen un sexto sentido para saber cuándo y a quién acercarse y, de ese modo, poder colgarse de la fama del elegido (o la elegida, en este caso).
Lo que vino después incluye el palmarés que ya se detalló y que la presentó ante los ojos del mundo como campeona argentina, sudamericana y mundial en la categoría Supergallo, tanto de la AMB como de la OMB.
“En 2016 me fui a Chile y allí estuve viviendo 3 años y medio. Viví en Santiago y allá entrenaba y seguí boxeando. Estando en Chile salí a defender mi título y hasta pude viajar a Francia a pelear, pero perdí por puntos”, recuerda Yésica, quien confiesa que nunca llegó a adaptarse del todo a la capital trasandina. “Lo que pagaba allá en alquiler era lo mismo que gastaba acá para vivir. Y la verdad es que extrañaba mucho, pero no quería darme por vencida”, rememora la sanmartiniana.
En 2019, Marcos regresó a Mendoza y ya en 2020 –más allá de sus expectativas y predisposición- debió hacerle frente a un imprevisto que dejó al borde del Knock Out a toda la humanidad: la pandemia de Coronavirus.
¿Madura el KO?
“Llora, Corrientes, llora la derrota de su campeón.
El jueves llega Cachito en el micro de las dos.
Y ese señor del auto no aparece por Corrientes
porque dice que es suficiente el dinero que ganó”
Como ese señor del auto que abandonó a su suerte al Cachito en su regreso a Corrientes –aquel a quien le canta León Gieco-, a Yésica Marcos –quien ya había hecho del apodo “El Bombón Asesino” su marca personal y sello distintivo- también le soltaron la mano aquellos “señores de los autos” que estaban a su lado en todas las fotos de sus años de bonanza.
“Cuando fui campeona, todos estaban. Pero después desaparecieron. Por ahí me cruzo algunos mensajes con esa gente, pero hasta ahí nomás. Yo estoy viviendo acá como puedo, pero toda esa gente pudo comprar o hacer sus casas. ¡Y qué casas!”, reflexiona en voz alta la otrora campeona.
En ese pequeño terreno que consiguió para instalar su humilde vivienda –y donde sueña con construir su casa de material con ayuda de quienes puedan y quieran darle una mano-, Yésica vive con sus 8 perros y su gatita. Ella misma construyó una especie de canil con tela metálica y allí pasan gran parte del día la perra Akila –quien ya tiene dos años y medio y quien acompaña a Yésica desde que era una cachorrita- y sus seis hijos –”las bendis”, como le dice Yésica en broma-: Perla, Nikita, Droopy, Luna, Estrella y Pelusa. A ellos se les suman, como una especie de hermanas adoptivas, la perrita India y la gatita Mancha. Con Yésica son 10 y, sin importar cómo ni a qué costo, siempre hay lugar y comida para todos en el lugar.
“Por la noche entramos los 10 a la casa, ¡por lo menos frío no vamos a pasar!”, sintetiza con su característico buen humor. El interior de la casa no es más que un único ambiente, de piso de tierra, paredes de madera y nailon y techos de chapa; donde sobresalen un horno –conectado a una garrafa-, un televisor y la cama de la boxeadora (y de sus 9 mascotas). “He tratado de cerrar la casa con nailon por todos los lugares en que he podido, pero el otro día me rompieron (por los perritos) algunos pedazos. La verdad es que me gustaría volver a tener una casa con patio, con paredes, donde no tenga miedo de que los perritos se me escapen o los atropellen”, sueña en voz alta.
Además del boxeo –actividad que tiene “en pausa”, según sus palabras-, Yésica Marcos juega al fútbol. Comenzó a practicarlo cuando regresó de Chile y mientras estuvo viviendo –por muy poco tiempo- en San Luis, y actualmente juega en el equipo femenino de San Martín. “Juego de defensora, y la verdad es que parto canillas nomás (risas). A veces me dicen que suba, pero porque le pego fuerte a la pelota”, se sincera.
En la misma época en que Marcos brilló arriba del ring, otras boxeadoras argentinas hicieron lo propio. La “Tigresa” Acuña y Alejandra “Locomotora” Olivera fueron algunas de ellas. Claro que el presente de estas dos pugilistas –que tuvieron desde un principio mayor exposición que Marcos- es distinto. Acuña, por ejemplo, es una de las participantes de la reciente edición de Masterchef Celebrity, mientras que Olivera también suele desfilar por distintos programas de televisión.
“Con Ale (Olivera) he seguido en contacto y de vez en cuando nos escribimos. Hace un tiempo vino a Mendoza a ayudar a unos comedores y me invitó a que vaya a acompañarla. Ella sabe que no la estoy pasando muy bien y hasta me ha enviado dinero para que pueda comprar una bolsa de comida para los perros. A nivel nacional, Alejandra está impulsando toda una movida para ver si consigue que se nos dé un subsidio a quienes hemos sido boxeadoras profesionales”, refuerza Yésica.
Aunque su presente no es el ideal ni el que probablemente haya imaginado cuando tocó el cielo con las manos (por supuesto, cubiertas con los guantes de box), Yésica Marcos mantiene un destacable optimismo. “Todavía sigo siendo ‘El Bombón Asesino’, y voy a serlo por mucho tiempo más. ¡Por siempre!”, concluye con entusiasmo.
Para ayudar
Quienes quieran ayudar a Yésica Marcos para que pueda construir su casa de material, pueden comunicarse al celular de la boxeadora (2664668589). El detalle es que el equipo está por demás deteriorado y, por momentos, no funciona. Por esto mismo, Yésica deja también el teléfono de su amiga Laura (2634668916), quien siempre está a su lado para ayudarla en lo que necesite.
Entre los materiales de construcción que necesita Yésica se destacan ladrillos, hierro, arena, ripio y cemento.