Un doctorado sobre cómo “estirar la plata” es lo que podrá dictar en cualquier momento cualquier sobreviviente de clase media en Argentina. La inflación, la pérdida de poder adquisitivo, la brecha entre los precios y los ingresos y el fenómeno de los trabajadores pobres están haciendo mella en sus bolsillos.
Ante esto, los mendocinos de ese segmento apelan a diversas estrategias para sobrellevar una situación ya conocida. Ajuste es quizás la mejor definición para lo que hacen las familias y cuando ya no hay mucho que ajustar le toca a la comida. Reducción de gastos, nuevas formas de comprar, cuidado extremo de los recursos y un menú familiar diferente son parte de los métodos.
“Ahora, más que antes, trato de ver dónde me cuestan menos las cosas, entonces compro un producto acá, otro allá”, relató Marcela.
Reconoce que eso implica dedicarle más tiempo a las compras, no sólo para averiguar sino por tener que trasladarse a diferentes lugares. Es algo a lo que apelan muchos, incluso tras la búsqueda de ferias, especialmente para las verduras y frutas. Como contrapunto, ese tiempo cuesta encontrarlo cuando las personas trabajan -y cada vez más- o tienen a cargo niños pequeños u otras personas que no pueden dejar solas.
Carmen es jubilada y trata de ajustarse en todo lo que puede, preocupada por la situación y porque una buena proporción de sus ingresos se va en medicamentos, sobre todo para su esposo. Así, trata de no comprar más que lo indispensable en las verdulerías de su barrio ya que nota una buena diferencia con la feria de Guaymallén. Pero trasladarse le resulta complicado a veces por lo que acuerda con su hija y es ella quien le hace esa compra. Para la carne también van a un lugar más alejado donde faenan, compra más cantidad y congela, aunque le dura mucho porque reconoce que consumen cada vez menos.
Además, contó que incorporó otras estrategias como reciclar bolsas que puede lavar y reutilizar, guardar servilletas que ha puesto en la mesa y siguen casi sin uso para limpiar cosas cuando se caen y comprar papel higiénico y servilletas al por mayor, por ejemplo.
Sin embargo, no a todos les resulta sencillo moverse a buscar precios, en particular a adultos mayores.
La comida como ajuste
Los panaderos y almacenes notan un aumento de consumo de pan y prepizzas (ver aparte) de alrededor de 50% debido a que la gente está optando por una cena más tipo mediatarde.
“En la cena, estamos tratando de hacer comidas muy livianas, como café con leche, ya casi no hago comidas preparadas y si lo hago, es sin carne sino con verdura”, contó Paola.
Rubén David, del mayorista Oscar David, observa esta tendencia: “Lo que vemos, desde hace un tiempo, es que el consumo se vuelca a productos de primera necesidad: aceite, harina, fideos, arroz, leche, en detrimento de bebidas, alfajores, chocolate o productos para preparar, cuidado personal”. Dijo que la gente primero pone eso en la caja, luego compra hasta donde le alcance y deja el resto en carro.
Además manifestó su inquietud. “El consumidor en julio, entre aguinaldo y alguna especulación que había con la suba de precios, compró, tarjeteó, hizo todo lo que podía, hoy está estoqueado, con deudas en tarjeta y el consumo ha caído muchísimo, de manera alarmante. Hacía mucho que no veía un mes tan malo en cuanto al consumo como agosto, estoy preocupado”.
En una verdulería, carnicería, pollería y un almacén consultados coincidieron: la gente compra menos cantidad, ya no lleva por kilo, sino por un monto de dinero, o calcula una comida según la cantidad de comensales, un poco para cada uno.
El traslado y los arreglos
El tema de apagar las luces y prender la calefacción sólo cuando es necesario, se reitera, pasarse a un tipo de nafta más estándar, también.
Fabiana es docente de Nivel Inicial y tomó la decisión de empezar a ir al jardín en bicicleta: “Empecé esta semana para hacer ejercicio y es un ahorro obviamente, no solo ahorraría en combustible sino también en playa; yo creo que todos en mayor o menor medida aplicamos estrategias de acuerdo al presupuesto que tenemos”.
Hay quienes directamente usan poco y nada el auto y se han inclinado más por el transporte público, que muestra un aumento de usuarios. Postergar arreglos en la casa y en el auto es otra medida, aunque quienes lo hacen manifiestan su preocupación por el costo que implicará arreglar todo junto cuando ya no se pueda sostener.
Paola relató cómo se adaptó su familia: “Nos hemos puesto muy estrictos con los servicios. Apagamos todas las luces por ejemplo, porque nos llegaron 24 mil pesos por el bimestre y es una locura. Nos bañamos más rápido y para las meriendas trato de preparar cosas en casa en vez de comprar. Hemos vuelto a ir a la feria que habíamos dejado de ir, no compro más en verdulerías porque la diferencia es un montón. También estoy comprando menos en el supermercado, muy poco, y más en otros lugares como una dietética de la feria, carnicerías, voy donde me conviene, por ejemplo compro harina y azúcar suelta y las cosas de limpieza las estamos comprando por mayor”.
Además, como otros consultados, dijo que están adquiriendo lo mínimo de ropa: “Trato de comprar en locales más tranqui, para los chicos, para diario en lugares muy económicos”.