Un grupo de investigadores e investigadoras del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla, Conicet-Uncuyo-Gob.Mza) reconstruyó la historia de incendios forestales del sudeste de Mendoza, desde 1984 hasta 2023, y evaluó las relaciones entre la extensión del fuego y la variabilidad climática. Los incendios forestales naturales y antropogénicos queman grandes áreas de bosques áridos y semiáridos con importantes impactos socioeconómicos y ambientales. La magnitud de los incendios es controlada por la variabilidad climática. Los grandes incendios son favorecidos por combinaciones de años lluviosos seguidos de secos.
Pablo Villagra, líder del trabajo, afirma que en los últimos 39 años se ha quemado la mayor parte del desierto del sudeste de Mendoza, con zonas que se incendiaron hasta catorce veces. La distribución del fuego en los bosques no es homogénea, lo que resulta en un mosaico de parches con diferentes historias de incendios. Esta heterogeneidad puede estar relacionada con los patrones de vegetación y el uso de la tierra. Por su parte, la variabilidad temporal de los incendios está fuertemente influenciada por la variabilidad climática.
Monte Central
“Grandes extensiones de bosques áridos y semiáridos de todo el mundo se queman anualmente. El desierto del Monte Central, en el sureste de la provincia, con precipitaciones entre 250 y 400 mm anuales, es una zona donde los incendios forestales son muy comunes. Encontramos que se quemó más del cincuenta por ciento del área por lo que el fuego es un factor determinante de la dinámica de la vegetación en esta región”, añade Villagra.
El fuego ha sido una perturbación frecuente en numerosos ecosistemas durante millones de años, mucho antes de que las actividades humanas afectaran los regímenes naturales de fuego. Así, este fenómeno ha sido un componente muy importante en los procesos evolutivos y un impulsor fundamental de la dinámica de muchos ecosistemas. Sin embargo, el aumento de las actividades humanas y los cambios en la variabilidad climática, han modificado el régimen del fuego, cambiando la estructura y dinámica de la vegetación.
“En un trabajo previo, observamos que los incendios llevan a los algarrobos a tomar forma arbustiva por el rebrote desde la base, transformando el bosque en un arbustal y, en caso de alta recurrencia de fuegos, a la pérdida del estrato leñoso, generando un círculo vicioso donde los fuegos generan pastizales que son más propensos a los fuegos, impidiendo la recuperación del bosque”, dice el investigador.
Agrega que: “Las fuentes de ignición naturales parecen no estar relacionadas con la extensión de los fuegos por año”, y, a su vez, explica qué la ocurrencia de grandes incendios se vio favorecida por la combinación de un año con abundantes precipitaciones en primavera-principios de verano, que ayuda a la acumulación de combustible, seguida de un año de escasas precipitaciones que permite que ese combustible se seque y favorezca la propagación de los incendios. De esta forma se encontraron años con más de cuatrocientas mil hectáreas quemadas y años con muy pocos fuegos o ninguno.
El cambio climático predice para la región un incremento de la variación en la temperatura y precipitación, sugiriendo posibles cambios en la dinámica del fuego. “Nuestros resultados contribuyen a planificar las líneas de acción para el manejo de fuego, poniendo el foco en la secuencia de años húmedos y secos que favorecen la propagación del fuego”, concluye el experto.