Martínez Araujo es actual integrante de la Específica de Construcción que preside Gustavo Lombardi y que conforman un total de 15 firmas sanrafaelinas, desde la que se trabaja también en conjunto con la CECIM (Cámara de Empresas Constructoras Independientes de Mendoza), una entidad de segundo orden que nuclea a las pymes del rubro en la provincia.
“En líneas generales San Rafael está en un muy buen nivel de construcción, tanto en el ámbito público como en el privado, y se está viendo cada vez más la implementación de sistemas de construcción en seco o industrializados. Hay muchas innovaciones en cuanto a la metodología constructiva”, asegura el empresario.
De estos nuevos métodos, Martínez explica que existen diferentes tipos, algunos totalmente industrializados y otros mixtos, combinando lo tradicional con componentes tecnológicos. Los beneficios de estos sistemas tienen que ver con lo tiempos de construcción y con las prestaciones de las viviendas, sobre todo en cuanto a la aislación térmica, antes que con los costos finales, en los que no se aprecia un ahorro significativo.
Esto radica en los bajos costos que todavía ofrecen los sistemas convencionales en nuestra zona, donde los ladrillos se consiguen con relativa facilidad y los áridos están cerca, por lo que no hay que sumarle costos de fletes y por lo que estos sistemas no son competitivos a nivel de precios, aunque sí en todo lo demás.
En cuanto a la vida útil admite que “Hoy no se tienen certezas de la duración en el tiempo de este tipo de sistemas porque aún no tienen un recorrido de años en esta región”.
En la Patagonia, por ejemplo, están probadas de sobra, pero en el Sur del país el frío es una constante, mientras que en Mendoza aún debe analizarse el comportamiento frente a la dureza del clima y una amplitud térmica muy grande, con calores intensos en verano y mucho frío en el invierno, por ejemplo, además de otros factores climáticos como el granizo. “Los saltos térmicos son muy importantes en la zona, es la única incertidumbre que tenemos al respecto”, reconoció el ingeniero.
“Que no estén del todo probadas aquí no significa que no lo estén en otras partes del mundo, donde han tenido excelentes resultados. Puede haber diferentes comportamientos y problemas a futuro, pero la única manera de evacuar todas las dudas es probar los sistemas en la práctica”, agregó.
También, el desempeño dependerá a su vez de lo que la gente espere de la construcción, ya sea si pretenden algo clásico o una vivienda innovadora.
“Hoy, acondicionar térmicamente una vivienda, por los consumos y el valor, es muy costoso. La optimización del gasto de energía está pesando mucho a la hora de planificar una construcción por los elevados costos que esto tiene. Lo que se busca es perfeccionar la aislación”, detalló.
Asimismo, la proporción muestra claramente que los sistemas industrializados han crecido mucho en los últimos años en esta parte de Mendoza. Si bien el método tradicional continúa a la cabeza, los números se han acercado mucho, a razón de un 70/30. Aquí, sostiene Martínez, es fundamental el impulso que dio el IPV desde la obra pública, al implementar este tipo de sistemas en la construcción de barrios.
“Eso equilibró la proporción y está generando un cambio cultural en la provincia”, asegura. “En líneas generales las construcciones son buenas y confiables, tienen gran eficiencia técnica y habrá que esperar para comprobar en el tiempo su funcionalidad”, confió.
En cuanto a los niveles de construcción en el departamento, explicó que se mantienen los históricos empujados desde el Estado.
El panorama, sin embargo, es difícil de leer hacia un futuro cercano, porque a pesar de que el nivel de actividad es alto, no se sabe hasta cuándo se va a poder sostener.
Esto se debe a dos factores; por un lado, se desconoce si el Estado va a mantener el ritmo de inversión y por el otro, por la ralentización de algunos proyectos ante la imposibilidad de contar con algunos suministros básicos, como alambre o clavos.
“Son elementos que no son significativas para el costo final de una obra, pero al faltar no te permiten avanzar. Es insólito tener que pedir permiso o favores para que las cadenas de comercialización te entreguen materiales”, lamentó el ingeniero.
A su vez, todo está inmerso en la situación macroeconómica, ya que cuando una empresa debe importar insumos para fabricar algunos de estos elementos, los costos se disparan por la distorsión y los diferentes valores del dólar que hay en la Argentina, ni hablar cuando a su vez exporta, porque debe adquirir insumos a un valor y venderlos a otro, lo que muchas veces termina implicando vender más barato un producto elaborado que el costo que se debió pagar por la materia prima.
Esto provoca que los proveedores dejen de vender, no para especular, sino para proteger su negocio. “Hoy estamos en un pico de actividad, lo que desconocemos es hasta cuándo se va a poder sostener bajo estas condiciones”, reflexionó Martínez Araujo.