El santuario de La Cruz Negra, a poco más de 60 km de la capital provincial, marca un punto de referencia en la desértica geografía del lugar donde se ponen de manifiesto la historia, la leyenda y la fe.
Una pequeña capilla donde se celebran misas, algunas churrasqueras para los que quieran pasar el día y la formación de una comisión para mantener el lugar limpio y en condiciones hablan del renacer de un paraje que cuenta una no muy conocida historia mendocina de “campo adentro”.
Después de lo que fue un año de abandono por la pandemia y su consecuente cuarentena y a través de la página de Facebook, “Amigos de la Cruz Negra” un grupo de creyentes se reunió para limpiar el predio, pintar carteles y arreglar las roturas que el tiempo y la desidia habían causado en el lugar.
Patricio Tobar, administrador de la página de la red social explica que se había abandonado mucho el santuario y el dueño de los campos lindantes al paraje se había quejado de la suciedad que llegaba hasta su propiedad, por lo que se reunieron para limpiar y cuidar el lugar. “A partir de ese momento se decidió volver a elegir una comisión directiva y a la vez se armó un grupo de Facebook llamado Amigos de la Cruz Negra… todos los que quieran sumarse son bienvenidos para aportar lo que más se pueda”.
Juan Guerra, un sancarlino devoto de la Cruz explicó: “estamos recibiendo colaboración de la municipalidad de Tunuyán en este momento. Si bien el paraje está en Tupungato, pertenece a la diócesis de Tunuyán y es la historia de un sancarlino. Ahora ya formada la comisión, vamos a ver si entre los tres municipios se puede embellecer el lugar para que la gente conozca el paraje...”
La historia de Raimundo Palleres
Cuenta la historia que don Eugenio Bustos, propietario de campos en San Carlos, empleaba a un peón hábil en el manejo de caballos pero sobre todo de mucha confianza y honradez. Su nombre era Raymundo Palleres. A él le encomendaba la venta de productos del campo, cobros, adquisición de víveres y otros mandados ya sea en Chile como en la ciudad mendocina.
En 1864, años después del terremoto que destruyó la ciudad de Mendoza, a Palleres se lo vio muy seguido realizando los mandados de su patrón. Los viajes desde San Carlos que hacía Palleres a veces tenían destino Mendoza y otras Chile. En uno se sus viajes, regresaba con una importante suma de dinero que le adeudaban a su patrón.
En determinado momento del viaje, por el camino que conecta el Valle de Uco con la urbe mendocina, el baqueano presintió que alguien lo seguía. Tal vez su conocimiento de la huella, del campo y sus sonidos, o simplemente su intuición le advirtió que algo malo estaba por pasar.
Por precaución tomó el dinero, lo guardó y lo colocó en las mulas a las que liberó dándole un golpe para que volvieran solas a la estancia. En un recodo del camino, que aún hoy hace la ruta, lo emboscaron. A Palleres le dieron muerte en ese lugar mientras los animales volvieron a la casa de Eugenio Bustos.
Al ver que los equinos volvieron con el dinero pero sin el jinete, el patrón ordenó que lo fueran a buscar. Cuando lo encontraron, yacía muerto en un costado del camino. Cuenta la leyenda que decidieron enterrarlo a unos metros y colocaron en su tumba una cruz negra para recordarlo.
Con el pasar de los años los viajeros que pasaban por ahí se detenían y pedían protección para el viaje con alguna promesa, que en la medida que se cumplía era pagada con otras pequeñas cruces u objetos que mostraban su agradecimiento.
Cierto día levantaron una gran cruz pintada de negro y así nació el paraje “La Cruz Negra”, a partir de ese momento, el paganismo y la devoción popular convirtieron la historia en leyenda y después de más de 150 años, miles de personas piden favores, ruegan por sus seres queridos, realizan promesas y agradecen a la cruz y a Raimundo Palleres.
Fieles y devotos
María y Coco 1970, Familia Navarta 1971, Familia Pavez 2007, Familia Jara 2011, son algunas de las cientos de plaquetas colocadas en el santuario donde agradecen los favores recibidos. Pero también se ven botellas con agua, patentes viejas, gorras, botines de fútbol, juguetes, fotografías y sobre todo cientos de cruces a modo de ofrendas en el propio santuario y cerros aledaños.
Guerra cuenta que llegó a la Cruz por su madre que era devota y en honor a ella ha seguido con la tradición al igual que sus hermanos, haciéndole promesas o tocando bocina cuando pasan por la ruta. También dice que de cada cinco viajes, en dos se para a prenderle velas.
“Es una leyenda muy linda y yo prometí alguna vez que me voy a tatuar la Cruz Negra y lo cumplí. Tengo amigos devotos de la Difunta Correa que también se están haciendo devotos de la Cruz Negra por mi..”
Patricio Tobar, por su parte. comenta que conoció el paraje al pasar por ahí y al acercarse vio una imagen de la Virgen de Lourdes, de la cual es creyente. Al conocer la historia empezó a creer y cuando tenía un problema en la familia, o una persona enferma le pedía ayuda a la Cruz y en cierta forma tenía su respuesta. Además charlando con otras personas también le decían lo mismo, que era milagrosa y cumplidora. Prometió seguirla hasta el final. “Hace 20 años que sigo la Cruz Negra, inclusive mi familia completa visita el lugar, hasta mi nieto es loco por la Cruz Negra” cuenta con una sonrisa.