El Día de las Infancias es una jornada de celebración, en que se mima a los más pequeños, cada uno a su manera y como puede. Sin embargo, en el contexto actual, la realidad de muchos niños, niñas y adolescentes (NNyA) deprecia los motivos de festejo. Muchas infancias están atravesadas por situaciones dolorosas y tristes que afectan su desarrollo y opacan esta valiosa etapa de la vida que incluso puede condicionar su futuro.
Sin dudas, las más lamentables y dolorosas son la pobreza, el hambre y las violencias que sufren. Pensar en la cantidad de niños que piden un plato de comida que no llegará parte el alma, aunque a veces parece que para muchos, el dato no es más que estadística. Pero son vidas condicionadas y sufrimiento.
Esta semana, los datos al respecto golpearon fuerte. Unicef advirtió que un millón de niñas y niños se van a la cama sin cenar en el país cada día y más de siete millones de chicas y chicos viven en la pobreza monetaria. Ascienden a un millón y medio si se incluyen aquellos que se saltean alguna comida durante el día.
No se trata solo de que la panza duela de hambre, se trata de un daño irreversible en un momento del desarrollo en que la nutrición será determinante de las oportunidades. En lo inmediato, no se puede aprender cuando la panza hace un ruido ensordecedor, no se puede jugar, no se puede hacer. El sistema inmunológico se debilita y sufren enfermedades. Otros carecen de amor y contención.
El mundo tampoco es un lugar seguro para muchos chicos, independiente de su condición socioeconómica. El espacio público les fue robado en parte por los riesgos de inseguridad, de hecho, muchos sufren robos o agresiones en tránsito a o desde la escuela. El universo virtual tampoco les da garantías: son víctimas de situaciones como grooming (acoso), bullying (también en el mundo real) o extorsiones.
También sufren violencias diversas y para muchos, la vida se vuelve muy difícil de sobrellevar. Según relatos de especialistas en Salud Mental, a los consultorios llegan chicos con sufrimiento psicológico a los 11 o 12 años, incluso en algunos casos antes. Y hay algo aún más doloroso: se han incrementado los casos de autolesiones. El sufrimiento es demasiado, no puede ser invisible.
Sin dudas, hay una enorme deuda con las infancias, en plural, para incluir su diversidad, la riqueza de su individualidad y formas de transitarla. Pero la urgencia es ahora. Lo que sigue es tan solo un resumen de una gran diversidad de situaciones que conforman esa enorme deuda.
Carencias extremas
En el tercer trimestre de 2023 la pobreza infantil alcanzó a 55% de los chicos mientras que la indigencia llegó a 15,7%. Solo traspasar la puerta de una escuela de alguna zona vulnerable permite encontrarse con la cruda realidad que se vive. Docentes y directivos están haciendo malabares para cubrir mucho más que lo pedagógico, saben que sin resolver otras necesidades la enseñanza será una ilusión. Según relatan, hasta allí llegan las mamás a dejar a sus hijos y decirles: “viene sin almorzar”. También llegan sin desayunar, quién sabe si arrastrando el hambre de una noche sin cena. Lo habitual ahora es que muchos chicos se repitan la ración de merienda que les llega.
“Realmente comen con mucha hambre, vemos que ha habido un deterioro importante en los chicos. Lo que veo no es pobreza, sino indigencia acá en esta zona, en el Borbollón”, contó una maestra.
Peor aún es la ausencia del pedido: es que hay quienes tienen vergüenza de manifestar sus necesidades, probablemente porque son los que llaman “nuevos pobres” y por eso no dicen nada. Y aguantan.
Pero además, aseguran que cada vez llegan más chicos con falta de ropa, sin abrigo, con el mismo par de zapatillas y sin útiles. Por eso las maestras dicen que se ha perdido parte de la higiene: hay que vivir con lo puesto.
“Quizás no tienen otra cosa para ponerse, vienen siempre con lo mismo y ahora en invierno la ropa no se les seca entonces no la lavan”, mencionó Cristina Brunetti, directora de una escuela de El Borbollón, en Las Heras.
Parte del cuadro es un aumento del ausentismo en las escuelas porque no tienen ropa o materiales, cómo pagar el colectivo, se enferman seguido o se cambian permanentemente de casa porque su familia no puede solventar el alquiler. Por eso mismo, también muchos viven en un contexto de hacinamiento: es que muchas familias terminan viviendo juntas. Eso también hace difícil hacer las tareas o estudiar. Todas estas situaciones condicionan la continuidad de la trayectoria escolar y los exponen a la marginalidad y las disparidades. De hecho, tal cual ha puesto en evidencia el Observatorio Argentinos por la educación un niño o niña de 3 a 5 años en el estrato social más bajo tiene 3,5 veces menos posibilidades de asistir a un centro educativo en comparación con sus pares en el estrato medio o alto.
Pero aún sin llegar al extremo de la emergencia alimentaria, el estudio de Unicef también muestra que unos 10 millones de chicas y chicos en Argentina comen menos carne y lácteos en comparación al año pasado por falta de dinero. La salud está en juego.
La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) también se ha manifestado: “Quienes viven en situación de pobreza no gozan de manera plena del ejercicio de sus derechos y, por ende, no cuentan con igualdad de oportunidades para acceder a la salud, educación, vivienda, seguridad social u otras prestaciones esenciales para tener una vida digna”. Para aportar más números señaló que hoy en la Argentina, la inseguridad alimentaria afecta al 64,5% de NNyA
Condiciones de vida
Pero hay otras vulnerabilidades. En el Gran Mendoza, 4 de cada 10 chicos menores de 17 años están expuestos a contaminación ambiental que afecta su calidad de vida y posibilidades de desarrollo. El informe “Diagnóstico del Hábitat Infantil para un Desarrollo Sostenible”, de la Universidad Católica Argentina (UCA), mostró que 41,4% habitan en viviendas próximas a áreas contaminadas. De ellos, 32,5% vive en entornos expuestos a plagas, 24,3 % cerca en basurales y 20,5% respira aire contaminado por quema de basura.
Tomar agua segura es algo que tampoco se le da a una buena proporción de chicos, así como mínimas condiciones de salubridad. La UCA puso en evidencia que 1,2% de los chicos mendocinos tiene déficit en el acceso a la red de agua y 15,7% señaló percepción de falta de agua en su barrio.
En cuanto al acceso a red de cloacas, 7,3% tienen un déficit en Gran Mendoza, mientras que 25,6% tiene déficit de acceso a la red de gas natural. En tanto, el fenómeno de la venta de drogas afecta al 61,1% de los NNyA que viven en barrios marginales, apuntó la SAP.
Violencias y temores
El contexto que tanto afecta a los adultos también impacta en ellos: les genera inseguridad, un temor exagerado, incertidumbre, ansiedad, lo que afecta su libertad, su salud mental y calidad de vida.
“A veces no se puede dormir porque tiene miedo que entren ladrones y ya no quiere bañarse solo desde que entraron a robar a casa”, relató Paola sobre su hijo de 9 años. Incluso a veces expresa que teme que les falte dinero u otras cosas, pese a que en la casa no hay carencias.
Las violencias de destino tipo sobre ellos se han exacerbado. La línea 102, que recibe avisos sobre vulneraciones de derechos a N,Ny A, atiende en promedio unas 38 llamadas por día en Mendoza, son unas 14.000 al año. Según Unicef, 59% de los chicos y chicas sufrieron algún tipo de maltrato en su crianza y 7 de cada 10 dijo haber recibido maltrato por parte de su círculo íntimo. Por los 140 femicidios que se produjeron en el país en lo que va del año, al menos 125 niños y niñas perdieron a sus madres, según datos del Observatorio Ahora que Sí Nos Ven. En Mendoza fueron 8 asesinatos hasta el último día de julio.
El trabajo infantil persiste. Se estima que en promedio 10% de los niños y niñas están expuestos a explotación y, en la secundaria, muchos profesores relatan que cada vez son más los adolescentes que trabajan, eso afecta su cumplimiento, llegan cansados, con sueño, se ausentan y corren más riesgo de abandono.