Andrés y Andrea Villouta son dos de esas personas que, como dirían algunas madres, tías y hasta abuelas, “se han ganado el cielo”. Como padres siempre inculcaron con los mejores valores a sus hijos, y siempre la meta de los Villouta ha sido, es y será hacer el bien.
El 26 de agosto de 2017 la vida les dio a los Villouta uno de esos cachetazos para los que uno nunca termina de estar preparado: su hijo Alan, de 21 años por entonces, fue atropellado en el Acceso Sur durante la madrugada y cuando salía de trabajar en una pizzería del mall La Barraca. Alan murió en el acto, mientras que el conductor se dio a la fuga y recién se entregó a la Policía al día siguiente.
Y aunque los Villouta se repusieron de ese duro golpe haciendo lo que mejor saben hacer -convertir el dolor en ayuda y estar para quienes más lo necesitan-, la actualidad de la familia no es la mejor. Porque en los últimos 7 meses el matrimonio vendió (o “mal vendió”, como dice Andrés) todo lo que tenían para subsistir e intentar salir adelante.
“Teníamos una lomitería el Carrodilla y malvendimos todo: la plancha, la freidora, la panchera. En la panadería familiar antes trabajábamos todos los días, hoy solo abrimos los sábados y para tomar algún que otro pedido. Tuve que vender la batidora industrial también. Y este mes me llegaron $270.000 pesos de luz”, se sincera, con la voz quebrada y lágrimas en sus ojos, Andrés Villouta.
Luego de la muerte de Alan, la familia se puso al frente de distintas campañas de concientización para que la gente no maneje si ha bebido alcohol. Incluso, Andrés y Andrea crearon su propia asociación -”Rey de corazones”- con la que también ha ayudado a merenderos y comedores.
Sin embargo, todo eso es historia ya. Porque, por momentos, ni siquiera tienen para salir adelante ellos.
“Estoy haciendo viajes de remís, fletes, electricidad domiciliaria y seguimos con la panadería. Laburábamos 6 días a la semana; y en la panadería no solo que no hay casi pedidos, sino que sigue yendo la gente a pedir. Y con la negra damos lo que tenemos -o podemos- igual”, sigue Villouta.
Y, casi al borde del llanto, destaca -con incredulidad- que todo el dinero que consiguieron con la venta de la batidora industrial lo debieron destinar a pagar la luz en la panadería.
“Nunca quisimos pedir, nunca nos gustó y hasta nos da vergüenza. Más bien, siempre fuimos de dar lo que teníamos. Pero estamos desesperados”, agrega, con vergüenza. Y deja su número de teléfono celular para quien tenga algo de trabajo o ayuda para ofrecerle (2615914542).
Electricidad domiciliaria, fletes y transporte, panadería, limpieza, trabajos de seguridad y hasta de jardinería son algunos de los trabajos que Andrés Villouta ha desempeñado y aprendido en los últimos meses. Y en los que se ofrece y postula para quien pueda necesitar.
TIRAR LA TOALLA
El miércoles 11 de diciembre, haciendo uno de los tantos viajes con que se gana la vida, Andrés Villouta reventó una de las ruedas del auto en calle Paso (Carrodilla). “Casi me mato, pensé que no vivía para contarlo”, se sincera el hombre. Cuando iban a buscarlo en la camioneta familiar, este vehículo también sufrió un desperfecto, por lo que quedó a la deriva.
Al día siguiente, con toda la vergüenza del mundo, Andrés Villouta recorrió algunos descampados y depósitos de desechos buscando una cubierta que pudiese servirle para salir del paso con su vehículo. Finalmente consiguió alguien que le prestara una.
Una vez arriba del auto nuevamente para seguir trabajando, Villouta recién se acostó a las 5 ya del viernes. Y el mismo viernes, a las 7:30, estaba arriba nuevamente para seguir trabajando.
“A veces el laburo es mal pago, yo lo entiendo y lo sé. Pero si necesitás la plata, hay que agarrarlo igual. Porque no tenés otra alternativa”, describe
Durante casi un año, Andrés Villouta fue el responsable de la lomitería “Alan-Brito”, carrito de Carrodilla que bautizaron con ese nombre en homenaje a su hijo. Pero debieron cerrarlo, y vender todos los insumos y utensilios. La panadería “Los Siete Hermanos” la mantiene, aunque con muy pocos pedidos, y hasta ocasionales.
Con “Rey de Corazones”, Andrés, Andrea y la familia se convirtieron en un soporte y contención emocional y espiritual muy importante para otras víctimas y familiares de quienes habían sufrido accidentes de tránsito. Luego mutó a la parte social y comenzaron a ayudar a merenderos y comedores.
Pero la crisis se fue sintiendo cada vez más y más, hasta que a mediados de este año se vieron superados por la situación.
“Esta vez quedé tirado. Tuvimos que vender todo lo de la lomitería, todo lo de la panadería. Todo lo que logramos durante 20 años se fue en estos 7 meses”, reflexiona en voz alta. Y se lamenta.
Sin embargo, con lo que pueden y tienen, los Villouta siempre están. Según cuenta el papá de Alan, hace unos días los llamaron para dar una charla de concientización y seguridad vial en San Martín, Y aunque no tenían ni para el combustible, se las ingeniaron para estar y ayudar.
“Estoy cansado. Tengo ganas de tirar la toalla, hemos laburado mucho y no hemos tenido ni tiempo de procesar del dolor por momentos. Pero, ¿cómo le aflojás a la gente, a los que te necesitan?”, concluye con la voz entrecortada.
CÓMO AYUDAR
Andrés Villouta resalta que cualquier mercadería, propuesta laboral o dinero que puedan ofrecerle es más que bienvenido. E insiste en que, cualquier ayuda, puede ser ofrecida al teléfono 2615914542.