A inicios de la década del 80′, la realidad de la cultura en Mendoza estaba acotada a pocos espacios alternativos de exposición, en donde la nueva generación de artistas que se había formado de manera autodidacta, también en la Escuela de Bellas Artes o en la Universidad Nacional de Cuyo, realizaban sus muestras e intercambios de conocimientos. La realidad era que existía un circuito expositivo limitado a pocas galerías, también a espacios para la cultura y pocos museos.
En calle Primitivo de la Reta 1047, a metros del kilómetro cero, mientras aún se respiraba el aire de la dictadura militar, surgió a mediados de 1982 un colectivo de artistas de muchas disciplinas y que crearon un espacio novedoso y mítico: “La Escalera”, que se encontraba en la planta alta de lo que alguna vez fue una vieja e imponente casona destinada a ser hospedaje. En la década del ‘30 funcionó un instituto médico durante varios años, hasta que con la terminal de micros (que quedaba a pocos metros de allí), esa arteria se fue poblando de pensiones y alojamientos para los visitantes. A finales de la década del ‘70, hasta la irrupción del espacio de arte, se publicaron avisos en los diarios que ofrecían en alquiler habitaciones amplias, individuales, amobladas, con teléfono y derecho a cocina. Luego vendría La Escalera y después en la década de los noventa, el espacio fue restaurado y volvió a alquilarse como alojamiento, y finalmente ya entrado el 2000, se transformaría en un bar, hasta su cierre definitivo.
Génesis
Desde Suiza, el artista Kardo Kosta, que por aquellos años en la escena local se lo conocía como Ricardo Costa, nos relató con una voz pausada y llena de recuerdos: “Por allí pasaron los grandes maestros y amigos de las artes, donde además de vivir, pudieron dictar talleres formativos, generar obras y exposiciones, porque el espacio era gigante, tenía varias habitaciones con baños, un espacio central y cocina”.
“Hace frío hoy”, acota mientras recurre al mate como un amigo, luego continúa con su relato: “Ese proyecto nació por mi idea y después se acoplaron otros artistas. Pude alquilar esa planta a bajo precio y era enorme. Recuerdo que la escalera para acceder era interminable, y allí sobre la habitación grande de la derecha, que daba hacia la calle y tenía un balcón, estaba mi taller. A la izquierda, estaba el taller de serigrafía del amigo Gastón Alfaro y del joven Bernardo Rodríguez”.
El curador de arte finalmente agregó “recuerdo con tanto cariño a Drago Brajak, Octavio Joaquín, Luis Scafati, Eduardo Tejón, Chalo Tulián, Rodolfo Arias, Bernardo Rodríguez, Mónica Abraham, Fernando Sepúlveda, Orlando Siliotti, Claudia Peralta, Estela Labiano, Gastón Alfaro, Maite Zabalza, Alejandra Cabeza, Kuki Palomo, Alejandro Panocchia, Bettina Tarquini, Susana Dragotta; Varón Álvarez, Gladys Ariño , Marta Artaza, Ariel Búmbalo, Ivone Kaiser, David Soria, Bibiana Buzaqui y Raúl Cano”.
“Durante varios años se dictaron talleres de expresión, pintura, grabados y serigrafías; con el paso del tiempo, logramos ser la galería más convocante y casi todos los sábados atraíamos a un gran número de visitantes”, explicó Kosta., y antes de despedirse recordó: “Por aquellos años, ese lugar que generamos en el peor momento de la historia, era magnífico, era como un Sueño y sin saberlo fue una de las bases de lo que hoy es el “Sueño del Pibe”, gran espacio cultural que llevo adelante acá en Evilard, Suiza”.
La casa Encantada…
En 1983, Bernardo Rodríguez se incorporó al espacio, con el tiempo sería su hogar y también su lugar de trabajo. “Sé que comenzaron a demoler o a restaurar el lugar, le han sacado los hierros de los balcones, era una larga escalera al cielo (bromea), y recuerdo que era alta en algunas partes. Cuando esa noche calurosa nos sorprendió el terremoto del 85, se nos movió todo, tanto es así que se quebraron varias paredes y parte del techo, por lo que el dueño decidió hacernos salir, cancelando el contrato”.
“A la derecha estaba el taller de grabados de Ricardo (Kosta) y la izquierda era el mío y del querido Gastón (Alfaro), donde teníamos el taller de serigrafía, dábamos clases, y hasta imprimíamos afiches a ‘La Reja’, que era otro espacio de la cultura que abrió después y lo llevaba adelante el ‘Negro’ Castillo (Julio Castillo)”. “Después se hacía dificultoso trabajar con el peligro de derrumbe y grandes grietas, tuvimos que dejar el lugar, aunque La Escalera siguió abriendo sus puertas unos meses más de la mano de Alfaro y Costa. Después la galería se cerró al arte, fue una pensión y hasta funcionó un bar”.
La sentencia final
Rodríguez agrega. “Unas noches antes del terremoto (del 26 de enero de 1985), junto a Alfaro se planteó cómo sería el futuro de ese espacio y varios imaginaron que sería un gran museo de arte referencial y hasta imaginaron que era parte del circuito cultural y patrimonial de nuestra provincia”.
Hoy sus techos y plantas desaparecieron, la famosa escalera es una rampa que le permite el desplazamiento de los escombros. Son todos recuerdos, que quisiera que permaneciera el edificio, aunque el tiempo cambiará todo, y la luz del descanso de esa eterna escalera se apagará definitivamente. Con ella se cerró un capítulo de nuestra cultura, aquella que impulsada por jóvenes artistas y sobrevivió a la última dictadura militar.