Desde la popularización de la electricidad como fuente de energía se cree que la luz eléctrica ha tenido un impacto negativo en el sueño humano. Imaginemos cómo sería nuestro horario de sueño si nuestra única fuente de luz fuera el sol. Resulta intuitivo pensar que probablemente nos iríamos a dormir inmediatamente después de la última claridad en la bóveda celeste y nos despertaríamos con la primera luz de la madrugada. Pero la intuición puede engañarnos, y para determinar el impacto la luz eléctrica en el sueño, idealmente deberíamos comparar el sueño en un grupo de gente que vive con acceso a luz eléctrica al de otro que vive sin acceso a ella, pero, además, los grupos deberían ser homogéneos en otros aspectos.
El grupo de investigación que hemos formado, en la Universidad de Washington en Seattle, EEUU, encontró un escenario como este en las comunidades Toba/Qom de la provincia de Formosa (etnia del grupo pámpido que habita en el Chaco Central).
Estas comunidades viven en Ingeniero Juárez (ubicada al oeste de la provincia de Formosa, a 460 km de su capital homónima) y sus cercanías; algunas tienen un acceso permanente a la luz eléctrica mientras que otras tienen acceso limitado o simplemente viven sin electricidad. Sin embargo, las comunidades son similares socioculturalmente, homogéneas genéticamente, y comparten un pasado histórico reciente.
En los últimos 10 años, hemos estudiado, en colaboración con Eduardo Fernández-Duque (Universidad de Yale), Claudia Valeggia (Universidad de Yale) y Diego Golombek (Universidad Nacional de Quilmes), con los métodos más rigurosos para medir el horario del sueño a campo, cómo duermen las distintas comunidades.
El primer descubrimiento fue que, como sospechábamos, el acceso a la luz eléctrica retrasa el horario de comienzo de sueño pero no demora el horario del despertar. La consecuencia es que los participantes que viven en Ingeniero Juárez —con acceso permanente a la electricidad— duermen más o menos una hora menos por día que aquellos que viven a 50 km pero no tienen acceso a la corriente eléctrica. Mientras que una pérdida de una hora diaria de sueño puede parecer menor, podemos afirmar que esta reducción en el sueño diario es muy significativa cuando uno considera el papel fundamental del sueño en mantener la salud mental y física.
El retraso en el horario del sueño puede deberse a los efectos de la luz eléctrica y de lo que viene con ella (más vida social nocturna, celulares, televisión), los cuales tienen un efecto altamente estimulante e inhiben el comienzo del sueño.
Alternativamente, el retraso del sueño puede deberse a un retraso en el reloj biológico que controla el horario de sueño. El horario de comienzo y finalización del sueño están regulados por un reloj biológico en nuestro cerebro. La luz durante la noche temprana tiene la habilidad de retrasar nuestro reloj. Para distinguir entre estas alternativas —de la luz como estimulante o la luz como retrasador del reloj— nuestro equipo pudo medir el horario en el que se libera la hormona melatonina. Esta hormona, que se puede medir en saliva, se libera durante la noche y representa un marcador muy preciso del horario del reloj interno. Al comparar cuándo se comenzaba a liberar la melatonina en participantes de las comunidades con o sin luz eléctrica, descubrimos que, efectivamente, el horario estaba retrasado en la comunidad con acceso a la electricidad. Este resultado indica que el simple acceso a la luz eléctrica retrasa al reloj biológico, y a su vez el horario de comienzo del sueño.
El efecto que la luz eléctrica tiene en la comunidad Toba/Qom viviendo con acceso a la electricidad es probablemente mucho menor al efecto que la luz tiene en zonas altamente urbanizadas, ya que el nivel de urbanización de Ingeniero Juárez es relativamente bajo. Es muy probable que en ciudades como Mendoza, en donde estamos expuestos a ambientes con altos niveles de luz eléctrica durante la noche, el efecto retrasador de esta luz sea mucho mayor.
Actualmente, nuestro equipo se encuentra estudiando el efecto de la luz lunar en el sueño. Historias mitológicas, anécdotas y entrevistas con los participantes Toba/Qom indicaban que la luz lunar probablemente estimulaba la actividad nocturna e inhibía el sueño. Por tal razón decidimos estudiar el sueño a lo largo de varios ciclos lunares y descubrieron que, efectivamente, una vez al mes, en aquellas noches en que la luz lunar está presente en la primera mitad de la noche, el sueño comenzaba más tarde y duraba menos. Lo sorprendente fue que, si bien este efecto de la luna era más fuerte en las comunidades con luz eléctrica limitada o sin luz, el efecto estaba aún presente en la comunidad con acceso a la luz eléctrica permanente. La sorpresa fue aún mayor cuando los examinamos el registro de sueño de estudiantes universitarios en la ciudad de Seattle, un área altamente urbanizada, y encontramos que los mismos presentaban una regulación del horario del sueño a lo largo del ciclo lunar muy similar a la de los Toba/Qom del norte de Formosa.
Actualmente, en colaboración con Leandro Casiraghi y Diego Golombek en la Universidad Nacional de Quilmes, continuamos los estudios tanto en el las comunidades Toba/Qom como en comunidades altamente urbanizadas. La pregunta principal detrás de la cual estamos interesados develar es ¿cúal es el mecanismo por el cual la luna puede interferir con nuestro sueño mensualmente?
*El autor es Biólogo. Doctor en Neurociencias, Universidad de Massachusetts, EEUU. De la Iglesia es sanjuanino; premio Raíces 2018, destinado a investigadores y tecnólogos argentinos residentes en el exterior.
*Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar