“Ella está con miedo, no quiere salir ni ver a nadie, tiene su mirada triste, no quiere contar a nadie lo que le ha pasado”, cuenta Cecilia Reniero Benegas sobre su hija, Soledad Vila, la nena que el miércoles pasado desapareció de la puerta de su casa en Luzuriaga y motivó un gran operativo. La abrupta desaparición está siendo investigada aún y no hay una sola hipótesis. Aunque Cecilia dice con firmeza y una angustia: “A mi hija se la llevaron, la secuestraron”.
En una charla con Los Andes, la mujer relató con detalles cómo sucedieron los hechos ese día. Algo sorprendente es que a pesar de la viralización del caso aún la niña, de 12 años, no ha sido llamada a declarar y que el fiscal que quedó en comunicarse con el padre el día sábado, aún no lo hace. Es decir, que a casi una semana de lo ocurrido la familia Vila-Reniero no ha sido notificada del estado de la investigación.
En este sentido, el fiscal del caso, Carlos Torres, dijo también a Los Andes que la investigación está avanzando. “Pasa que a los niños no se los expone a tanta presión. Ya la vieron los médicos y los psicólogos y corroboraron que la niña está bien pero no se los entrevista personalmente. Estamos trabajando, chequeando las cámaras de seguridad. La causa estaba como averiguación paradero y se produjo el hallazgo de la menor…la madre transmitió que la nena había sido captada por dos personas así que estamos evaluando si hay o no delito”, subraya textual el fiscal.
Así, las palabras de una madre desesperada y a la vez feliz por ya tener a su hija con ella nuevamente, son las que pesan y buscan, de alguna manera, generar desde el dolor un aporte positivo hacia el futuro: que la sociedad tome conciencia. “Así como pasó con mi hija, le podría haber pasado a cualquier otra persona. Fueron momentos muy angustiantes que no se los deseo a nadie”, remarca la madre.
El video de agradecimiento que publicó el padre en su Facebook
El relato de los hechos
Era miércoles, un día de semana como cualquier otro. La familia Vila estaba en su casa del Barrio Antártida Argentina, de Maipú, haciendo sus actividades cotidianas. Alejandro Vila, el papá, trabajando en el estudio que tiene en su hogar; Cecilia, la mamá, corrigiendo unos trabajos de sus alumnos y las mellizas Soledad y María Eugenia, en el living por hacer sus tareas escolares.
“Esa mañana Sol no tenía ganas de hacer la tarea y le dije que se vaya a su habitación. Hice una llamada y me fui a buscarla para que hablemos. Empezó a hacer berrinche, mi marido que estaba en su estudio escucha y viene porque es raro un berrinche, no suele suceder. Así que charlamos los dos con ella. Yo me voy al comedor a seguir haciendo las tareas con María. Le dije a Sol que se quedara tranqui, que hacíamos las tareas a la tarde”, comienza recordando Cecilia.
En ese momento, siempre tal cual el relato de la madre, la niña agarró la escoba y salió a barrer la entrada. “Las nenas nunca están en la vereda, sí en el porsche que tiene rejas. María Eugenia se fue a comprar tortitas a un negocio que hay muy cerca la casa y cuando volvió llamó a la hermana para convidarle y ahí nos dimos cuenta de que no estaba”, cuenta aún con mucha tristeza.
En primera instancia, pensaron que Sol se había escondido en algún sitio de la casa así que comenzaron a recorrer todos los espacios de la vivienda y nada. “Ahí nos empezamos a desesperar, no estaba por ningún lado. Yo me fui a varios lugares del barrio y nada. Volví a la casa y le dije a mi marido que marcáramos al 911: si la nena no está es porque algo pasó”, le dijo Cecilia a su esposo.
“Justo unos días antes yo había estado haciendo un trabajo sobre trata de personas y me quedó grabado que había que llamar en el acto a la policía si alguien desaparecía. Además, todos los vecinos y la gente se solidarizaron. Hasta el momento que me dicen que la habían encontrado yo jamás me imaginé que se la podían haber llevado. La hermana gritaba y lloraba, había policías con perros, helicópteros…un despliegue...yo sólo rezaba y le pedía a Dios que apareciera”, se explaya la mujer.
La descripción de la niña
Según cuenta Cecilia que le narró su hija, fue “un hombre pelado de ojos azules, feo, un poco narigón, alto, las manos muy sucias y grandes” el que le tapó la cara y la subió a una camioneta. Le pusieron el cinturón de seguridad, al lado de ella iba “una nena pelirroja muy blanca que estaba como dopada”. Sol iba viendo todo, eran dos hombres los que la raptaron. Al otro no pudo verlo en detalle porque tenía barbijo pero sí recuerda que su pelo era negro, ratifica la mujer.
Mientras esto ocurría, cabe también recordar, tanto los medios de comunicación como las redes sociales difundían la desaparición de Rita Soledad Vila con una foto de ella y algunos datos.
La madre de Sol asegura que los presuntos secuestradores llegaron al barrio La Gloria y probablemente por la rápida viralización del caso, que “los delincuentes decidieron dejar a Sol en el camino. Los tipos tenían como una tablet, un celular muy grande –describe mi hija- y ella se da cuenta de que uno de ellos ve su foto en esa tablet y en ese momento le dice al otro: ‘A esta hay que bajarla’ y ahí la bajaron de la camioneta”, transmite Cecilia con un suspiro de alivio.
El audio de la mujer que la encontró
También es real, asegura la mujer a este diario, el audio que se hizo viral en el que una voz de mujer decía que había encontrado a Sol. “La bajan y ella empieza a caminar, se mete en una estación de servicio, siente un ruido que venía como del cielo…ella rezaba. En ese momento venía la doctora Paula Goyeneche, la ve llorando a la nena y justo recibe un mensaje con la foto de Soledad (al igual que sucedió en el celular de miles de mendocinos) así es que le pregunta si era ella. El audio que se viraliza es real, ella encontró a mi hija”, subraya.
Si bien Sol está sana (sólo tenía marcas en las muñecas cuando la encontraron y un pequeño raspón en el rostro) y fueron menos de dos horas las que estuvo lejos de su familia, las consecuencias de lo vivido se sienten.
“Ella estaba haciendo un trabajo de aprendizaje muy bonito donde iba avanzando, porque tiene una discapacidad y le cuesta. Tiene una maestra especial. Con todo esto, retrocedió en el estudio mucho. En el habla incluso. Cosas que ya había superado. Así es que con su docente consideramos mejor esperar unos días que ella se sienta mejor para retomar las tareas”.
El mensaje final, en definitiva, dentro de esta alarmante historia ocurrida en un barrio corriente de Mendoza y a plena luz del día (exactamente 10 minutos antes de las 12 del mediodía), es para Cecilia que: “Cuando desaparezca un ser querido, ahí nomás lo denuncien. Estamos muy agradecidos con todos los que solidarizaron. Queremos concientizar, por eso lo contamos. Hay que observar más detenidamente lo que pasa, tener todos los cuidados habidos y por haber. Lo que le pasó a ella le podría haber pasado a cualquier niño pero no hay que entrar en pánico si no actuar lo más rápidamente posible”.