La otra cara de la cuarentena: lo bueno que quedó tras los 100 días

Según un estudio del Hospital Lagomaggiore, se despertaron sentimientos de solidaridad y empatía. El aislamiento, además, reforzó vínculos afectivos y el cuidado de los adultos mayores.

La otra cara de la cuarentena: lo bueno que quedó tras los 100 días
Fotos: Ignacio Blanco / Los Andes

Se cumplieron ayer 100 días de “cuarentena”. Ha sido difícil: menos para quienes tuvieron recursos con qué afrontarla y un tiempo de angustia y sufrimiento para quienes han perdido sus ingresos e incluso llegado al borde del hambre. Sin embargo, como toda crisis, ha sido un aprendizaje, ha conectado con lo sustancial y si se quiere, nos ha reinventado.

100 días de cuarentena / Infografía: Gustavo Guevara
100 días de cuarentena / Infografía: Gustavo Guevara

Fuera de la batalla contra el coronavirus, los últimos tres meses dejaron también experiencias que pueden recuperarse como positivas.

Los afectos

Si hay algo que se volvió vital en este tiempo es el valor de los afectos. Por un lado, de repente nos arrebataron los abrazos, las charlas de café, el mate que reúne en una oficina, las miradas. Cuestiones que antes eran cotidianas y a veces invisibles de repente adquirieron un valor inmenso y quizás esto permita revalorizarlas.

Pero, además, las familias de repente se encontraron compartiendo un espacio durante más tiempo. En condiciones “normales” madres y padres que trabajan resuelven las jornadas entre diversas actividades y a veces queda poco espacio para los hijos. En este contexto, al no haber horarios pudieron extenderse las charlas de sobremesa y hacer actividades que ya no se hacían. Entre ellas la vedette ha sido la cocina: un pasatiempo que se puede compartir con los hijos o la pareja.

Marcela vive con su pareja y aprovecharon para hacer varias cenas “con estilo”. “Fue una manera de ‘ponerle onda’ a algún viernes o sábado y que no fueran todos los días iguales”, destacó.

En la casa de Florencia hubo más de una fiesta temática: con su pareja y sus dos hijos fue divertido disfrazarse algunas tardes o noches.

En la casa de Graciela, donde viven su esposo y sus dos hijas jóvenes, incluso surgió un emprendimiento familiar que les permitió disfrutar de gratos momentos de encuentro y una nueva organización. Ella y su esposo son empleados pero estuvieron sin trabajar. Como ella cose, empezó a hacer barbijos para los allegados y comenzaron a pedirle más desde otros lugares. “Cuando quise acordar estaba haciendo 100 por día y no me daba el tiempo. Entonces Mario cortaba, yo cosía y una de mis hijas cortaba los elásticos. Fue un equipo lindo”.

Además, su hija menor les hacía rutinas de gimnasia una vez por semana. “La verdad es que dentro de lo malo que fue todo le hemos sacado cosas buenas”, rescató.

En tanto, la psicóloga social, Nilda Bautista, también observó aspectos que fueron ganancia: “Lo que rescato en la mayoría de los casos es aprender y animarse a expresar los sentimientos, poder decir lo que nos ocurre internamente. Si bien hay personas que se han vuelto intolerantes y hubo problema familiares, otros han hecho un esfuerzo intercambiando diálogo, buscando el momento oportuno que a veces en al familia por las obligaciones se iba dejando”, resaltó.

A partir de esto muchos incluso empezaron a replantearse la forma de vida. Es el caso de Paola, quien tiene una hija de 9 años y un hijo de 5, y suele trabajar hasta las 16. Esto la ha llevado a pensar en cuánto le gustaría organizarse para, sin dejar de trabajar, “mantener tiempo para las actividades compartidas estos días”.

Los adultos mayores

Por ser grupo de riesgo ante el posible contagio de coronavirus y sus complicaciones, los adultos mayores debieron quedarse más “guardados” que nadie.

Muchos lo vivieron con angustia. A ello se sumaron las dificultades par resolver cosas básicas como compras, cobro de jubilación y gestiones online. Fue a allí que aparecieron los hijos u otras personas para ayudarlos y que les permitió no sólo resolver lo que se presentaba sino además darse cuenta de que tenían soporte y afecto en su entorno.

Marta sabe que varias de sus amigas la han pasado mal pero ella está agradecida con su familia: “Mis hijos se han acercado para traer todo lo que necesitábamos con mi esposo, no nos faltó nada y ha sido un esfuerzo porque todos trabajan. Eso nos ha hecho sentir muy queridos”.

Juan e Isabel viven en Tunuyán y sus hijos en el Gran Mendoza. Tras la prohibición de trasladarse entre diferentes oasis quedaron solos allí y alejados de zonas donde comprar. Así que fueron sus vecinos los que los ayudaron a salvar la situación.

Bautista señaló si bien al principio les costó bastante después fueron adaptándose. Muchos comenzaron a recibir videollamadas de los hijos o vecinos para acompañarlos y otros encontraron sus propios recursos para entretenerse, incluso con tareas artesanales. “Lo que también fue un gran aprendizaje, es a partir de todo lo vivido haberse apropiado de sus herramientas para salir adelante y poner a prueba sus propias fortalezas”, subrayó la psicóloga.

Hay que destacar que a partir de las necesidades que se presentaron surgió toda un red de contención y resolución de situaciones. Por ejemplo, asistencia psicológica a distancia, atención adaptada de las prestadoras de servicios de salud, receta electrónica, consultas médicas, entre otras.

Solidaridad

Sin dudas, esta situación hizo ver el mundo de otro modo y en muchas personas despertó la empatía y ganas de ayudar.

Un estudio realizado por el servicio de Salud Mental del Hospital Lagomaggiore pudo detectar en una encuesta que 18,9% de los consultados experimentó en esta etapa sentimientos de empatía y solidaridad. Desde el área explicaron que esto es habitual en situaciones de crisis y de hecho pudo apreciarse.

Rápidamente vecinos y conocidos de grupos de riesgo que no podían salir se organizaron para satisfacer sus necesidades. Se armaron grupos con voluntarios organizados por entidades y áreas de gobierno.

Fueron muchos los casos en que se generaron mejores formas de convivencia en comunidad y al interior de las familias. Nilda Bautista destacó que en este último entorno se estuvo dispuesto a negociar en términos de honestidad para conseguir mayor concordia, solidaridad y ayuda mutua.

“También nos ha permitido dominar la mente y disfrutar, habiendo utilizado recursos propios para interpretar esta situación con más calma”, valoró.

La presencia de la escuela

La escuela también hizo cambios fuertes en varios planos, pero en particular y aunque siempre lo hace, pudo acercarse más a chicos y familias con situaciones de vulnerabilidad, mediar para resolverlas y acompañar.

Al no recibir contactos por medios digitales muchas maestras detectaron necesidades e incluso se acercaron con materiales a las casas de los chicos. Marcela, maestra de Nivel Inicial, reunió libros entre sus amigos para llevar a sus alumnos de una zona rural de Rivadavia para que pudieran seguir.

En la escuela Vicente Zapata detectaron alumnos de secundaria con problemas anímicos e incluso de depresión por lo que intervinieron para ayudarlos generando redes de contención con municipios y otras instancias.

Los padres se vieron más involucrados en los aprendizajes de sus hijos y tejieron nuevos vínculos con las instituciones. Por otra parte, ante las clases no presenciales, desde el gobierno escolar debió darse una resignificación de los aprendizajes y cambiar la forma de evaluar, así se pasó a la evaluación formativa, que contempla los procesos y las trayectorias individuales.

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