“De mi esperanza” es el nombre original de la obra que pasó a la historia como “Zamba de mi esperanza”. Aunque se suele creer que es de origen norteño, su autor es nacido y criado en San Martín, Mendoza.
“Zamba de mi esperanza” es una de las obras del folclore argentino más emblemáticas y suele estar entre las primeras que cualquier guitarrista novel se anima a interpretar por sus propios medios, repitiendo la secuencia La, Re y mi7.
“Es una canción que todo el mundo ha cantado. Primero, porque son tres notas que uno aprende y ya la puede cantar. Pero, además, tiene esa respiración especial que a todos les llega y contagia. Puede que uno no sepa la letra completa, pero cuando escucha que quien está tocando arranca con ‘Zamba…’, después de esa pausa de respiración, todos contestan al unísono ‘De mi esperanza’”, sintetiza el músico e investigador oriundo de San Martín, Roberto Mercado (61).
Él es quien logró reivindicar la autoría real de esta zamba que fue escrita en la década de 1960 por el bodeguero y constructor sanmartiniano Luis Hermenegildo Profili, quien la registró bajo el pseudónimo de Luis H. Morales.
El detalle es que fueron Jorge Cafrune primero y Los Chalchaleros después, quienes la popularizaron y la llevaron a ser una joya distintiva del folclore argentino. “Creo que una de las razones fundamentales de que se desconociera que esta obra es de un mendocino tiene que ver con que la zamba es un género propio del Norte del país. A ello se suma que nadie conocía quién era Luis H. Morales, y también está el detalle de que Cafrune (jujeño) y Los Chalchaleros eran del Norte, por ello durante muchos años no se la vinculó a su autor real y se desconoció que era mendocina”, resume Mercado, quien el año próximo cuando se cumplan 60 años del lanzamiento de la obra en voz de Cafrune, presentará su libro con la investigación sobre esta zamba, que investigó 19 años.
Hecha en Mendoza
Aunque no existe un registro específico u oficial que permita establecer con exactitud el año en que fue escrita “Zamba de mi esperanza”, la cronología permite deducir que fue a comienzos de la década del ‘60. “Elena Eda Profili, hija de Luis, no puede precisar un año en particular, pero sí da una aproximación que se deduce al contarnos de sus años en que estudiaba danzas. Ante la consulta de que si la composición de la obra es anterior a la década del 60, dijo: ‘Sí, claro que sí. Yo todavía no me había casado cuando estudiaba folclore con Fany, sería cuatro o cinco años antes de casarme. Porque éramos adolescentes y bailábamos folclore. Había un conjunto mendocino que la cantaba. Yo siempre me acuerdo del día de mi casamiento, con mi padre bailé la ‘Zamba de mi esperanza’”, rememora Mercado sobre una charla con la hija del autor mendocino.
El músico e investigador acota que el casamiento de Elena con Rodolfo Blas Gavosto fue el 19 de marzo de 1960, y que la canción ya venía sonando hacía unos años, aunque esto sólo estaba supeditado a aquellos lugares frecuentados por Luis.
La obra fue registrada como “De mi esperanza” el 24 de abril de 1964. “El pueblo la rebautizó como ‘Zamba de mi esperanza’, por el primer verso. La primera grabación sería en el disco de Jorge Cafrune, ‘Emoción, canto y guitarra’ (1964), sexto álbum del cantor argentino jujeño, lanzado en Argentina y el primero bajo el sello CBS. Al año siguiente, en 1965, se iba a producir la grabación de la obra por Los Chalchaleros. Fue en el disco Nuestro Folklore en Hollywood, editado por la RCA Víctor - AVL 3554 1965″, amplía Mercado.
Fue en 1964 cuando la popularizó el cantante Jorge Cafrune que comenzó a gestarse el “boom”, mientras que en 1965, cuando la grabaron Los Chalchaleros, terminó de explotar.
“La canción siempre estuvo registrada, tanto su letra como su melodía, a nombre de Luis H. Morales, que era el pseudónimo que usó Profili. Pero nadie sabía quién era Morales, sumado a que Profili no era una figura asociada al arte ni a la música, así como tampoco lo estaba su carrera”, describe Mercado. Y cuenta que el autor debió estudiar Teoría y Solfeo, requisito fundamental para poder registrar sus obras en Sadaic.
Según la descripción del investigador del Este mendocino, Profili era hijo de inmigrantes italianos y “un aficionado a la música, un gran silbador y a quien le gustaba ‘mal tocar’ el bombo, así como también prenderse en alguna que otra guitarreada”.
Pero a lo que se dedicaba y con lo que se ganaba la vida, era la construcción (su familia tenía una empresa que se encargó de levantar los edificios más importantes de San Martín) y la vitivinicultura, esta última de la mano de la familia de su esposa.
Don Alfredo Profili, padre de Luis, y su empresa llevaron adelante la construcción de las bodegas Gargantini y Furlotti, empresas ícono de la vitivinicultura mendocina de principios del siglo XX. Además, en el departamento San Martín construyeron la bodega Doménico, el Banco Los Andes (edificio que hoy pertenece a la Cooperativa Eléctrica Algarrobo Grande), el cine Monumental, la escuela superior General José de San Martín, el hospital Regional (hoy escuela técnica) y el Mercado Central (actual Casa de la Cultura de San Martín), entre otros.
Claro que, como pasatiempo, la música era una debilidad para este sanmartiniano. “Luis Hermenegildo Profili fue un ávido escucha de música italiana, tango y folclore. Su acercamiento con la música fue de manera autodidacta y aficionada, tocando el bombo, cantando y bailando danzas folclóricas. Sus contemporáneos lo recuerdan siempre con un silbido en los labios, forma en la que fue delineando las melodías de sus obras. Además, le gustaba mucho participar de las guitarreadas y bailar folclore”, destaca Mercado.
La humildad de los grandes
Profili era parte de un trío musical, junto a uno de sus compadres y una bailarina que vivía en la Ciudad de Mendoza. Y durante una de esas tantas guitarreadas, a finales de 1963, justo estaba Cafrune en Mendoza. “Él ya habría triunfado en Cosquín, estaba consagrado. Y, estando en la casa de la bailarina, los tres se acercaron a Cafrune, que también estaba allí, y Profili le dijo que le gustaría cantarle a él esta zamba. Los tres la interpretaron, Cafrune se enamoró de la canción y ellos le dejaron la letra. Lo que pasó después de eso es lo que todos conocemos ya”, relata Mercado, quien también es docente de música. “Hay mucho de eso que dicen de estar en el lugar y la hora indicados”, acota.
El músico Emilio Del Guercio, quien integró los grupos Almendra y Aquelarre, dedicó uno de los programas del ciclo “Cómo hice”, en el Canal Encuentro, a la verdadera historia de “Zamba de mi esperanza”. Para su libro, Mercado desgrabó y transcribió el contenido audiovisual que dura poco menos de 30 minutos.
Según los registros de Sadaic, Luis Profili figura con el número de socio 68900-9. A su nombre figura “De mi esperanza (zamba)”, grabada y editada en partitura; “Me voy al Ñango” (cueca), grabada y editada; “Riego y luna” (zamba) editada; “Zamba de sol adentro”, editada, y “Viento frío” (balada).
Una de las conclusiones a las que llega Mercado con su trabajo sobre Profili y su famosa zamba es que al autor nunca le importó “la chapa” ni el “fanfarroneo” de ir por la vida gritando a los cuatro vientos que la canción era de él. “Profili murió en 1975 y la información de que él era el autor de ‘Zamba de mi esperanza’ estaba y circulaba en el círculo pequeño que él frecuentaba. Pero la familia cobró siempre lo que correspondía a las regalías ¡y lo hizo a paladas!”, explica Mercado, con una sonrisa. Y agrega que la obra tiene, por lo menos, 200 versiones y es una canción que se sigue interpretando.
Una de las zambas más populares
Consultado por las razones de la popularidad de “Zamba de mi Esperanza”, Roberto Mercado -autor de una exhaustiva investigación sobre esta obra y su autor y que será publicada en forma de libro en 2024- destaca que son varias.
La primera de ellas, sin dudas, es la simpleza para interpretarla. La sucesión de 3 notas en la guitarra la transforman en la primera “prueba” para quien quiere soltarse en soledad en la guitarra, de la misma manera en que un niño decide quitarle las rueditas a la bici para probar su equilibrio.
“Otra de las razones de la popularidad tiene que ver con que muchos toman a la zamba como el género representativo del folclore en Argentina. A ello se le suma el contexto, y es que la popularidad de ‘Zamba de mi Esperanza’ se dio en la década del ‘60 y la cantaron artistas de tremenda trascendencia. Eso hizo el resto, la plusvalía”, destaca Mercado, conductor de un programa de música folclórica en radio Nihuil los sábados de 16 a 18.
Para su trabajo, el músico e investigador sanmartiniano también entrevistó a Juan Carlos Saravia (de Los Chalchaleros) y él mismo le contó que Cafrune les contó a ellos que “Zamba de mi Esperanza” pertenecía a un bodeguero mendocino.
“También Yamila Cafrune, hija de Jorge, decía que la ‘Zamba de mi Esperanza’ no hubiese sido lo que fue sin su padre, pero que él tampoco hubiese sido lo que fue sin esta zamba”, acota Mercado.
Derribando mitos
Entre algunas curiosidades que el mendocino Roberto Mercado encontró sobre la verdadera historia de “Zamba de mi esperanza”, el músico e investigador resalta dos puntuales.
La primera de ellas tiene que ver con que, si se analiza en detalle la letra, uno cae en la cuenta de que no se trata de una canción de esperanza o de optimismo, sino que es una canción de amor. “O más bien, de desamor; aunque la gente la asocia a la esperanza por el nombre”, se sincera Mercado.
Otro mito que logra derribar este trabajo es el que vinculaba la autoría de esta zamba a Félix Dardo Palorma, otra leyenda de la música mendocina. “En algún momento se puso en duda la autoría de Profili y se decía que la había escrito Palorma y se la regaló. Yo puedo asegurar que no. Palorma puede haber contribuido, probablemente, en el armado musical ya que Profili no era músico y no tenía conocimientos. Pero no quedan dudas de que la canción, letra y música, es de Profili”, aclara.
El tercero de los mitos tiene que ver con una supuesta censura que la canción sufrió en las décadas del ‘60 y ‘70, durante las últimas dictaduras militares. “Lo cierto es que no fue prohibida jamás. Sí estuvo prohibida en la voz de Cafrune y era por el uso de la palabra ‘esperanza’”, concluye el artista de San Martín.