El lugar y el rol de la reina de la Vendimia son objeto de discusión hace años. Algunos debates fueron serios, la mayoría: más circo que otra cosa.
Pocas figuras han logrado adaptarse a los nuevos tiempos, redefinirse y crecer como lo hizo la reina vendimial. El cambio se gestó por iniciativa de mujeres que pasaron por ese lugar, exigiendo capacitaciones, mejoras en las funciones y salarios acordes al desempeño. Abriéndose paso frente a las críticas, con el acompañamiento de otras que ya estuvieron ahí: sororidad, le dicen.
Hoy, vemos que las portadoras de los atributos (esos sobre los que también se discute) son partícipes activas de las realidades locales y provinciales. En 2015 se modificó el reglamento sobre la elección de la reina, sacando los requisitos más criticados: edad máxima, ser soltera, medir más de 1,60 m y no tener hijos. Inclusive, se abrió una nueva puerta: cualquier persona con DNI femenino podía participar.
Además de ser nexo entre la comunidad y funcionarios, empresarios e instituciones, las reinas tomaron un papel activo en tareas solidarias, supieron encarar la promoción internacional de Mendoza y la industria vitivinícola.
Las soberanas ahora son activas, no esperan a ser llamadas. Las redes les dieron una llegada al pueblo que antes no tenían. Se cayó lo “sagrado” y ganó la persona, que es igual a tantas mujeres de su generación. El voto popular fue otra conquista.
La vendimia, la de las hileras, fue cuna de esta figura. Que luego tomaron para dar nacimiento a la primera Fiesta de la Vendimia, en 1936. Ahora, un grupo de funcionarios decidió eliminar la elección en Guaymallén y, parece, otros están dispuestos a seguir este paso.
Pero la reina es del pueblo y, por más que los ediles sean sus legítimos representantes, no necesariamente respondieron al sentir popular. A la larga, es probable que ya no se elija soberanas, porque las propias mujeres decidan no participar, pero aún no se ha dado ese corte.
Las soberanas son más cercanas a la gente que cualquier otro partícipe de la realidad política, porque tienen un año (hoy dos) y saben que se van y no vuelven. Entonces no andan con intereses mezquinos: hacen y punto.
Si el pueblo se lo propone volverá a los orígenes, eligiendo a sus reinas en los distritos, y hará luego una elección departamental, lejos de los políticos que ya no quieren esa figura. Porque si el pueblo quiere, puede.