La semillas viajeras, entre la curiosidad y el asombro

Intriga la enorme diversidad de formas con que las semillas se transportan. ¿Por qué se dispersan y se alejan de su madre? ¿Cómo evolucionaron esa gran diversidad de estrategias? ¿Cuánto pueden viajar? ¿De qué depende que viajen lejos, cerca, o no viajen nada? Y sobre su destino, ¿saben a dónde van?

La semillas viajeras, entre la curiosidad y el asombro
Imagen idealizada de una infrutescencia de diente de león. (Fuente- Taraxacum Officinale). Construido en Dall-E en Bing

Siempre ha intrigado la enorme diversidad de formas con que las semillas (1) se transportan. ¿Por qué se dispersan, se alejan de su madre? ¿Cómo evolucionaron esa gran diversidad de estrategias? ¿Cuánto pueden viajar? ¿De qué depende que viajen lejos, cerca, o no viajen nada? Y sobre su destino, ¿saben a dónde van? Es decir, ¿su medio de transporte las lleva a algún lugar particular o simplemente lejos, al azar?

Las semillas parecen tener distinto gusto por viajar. Si prestan atención a sus formas, algunas prefieren la comodidad del hogar, mientras que otras aspiran a explorar territorios lejanos por medios fascinantes. Pero una cosa es proponerse un viaje y otra llegar a destino. En la aventura habrá mucho de azar y circunstancias. Aun sin ningún truco para transportarse, la longitud del viaje puede ser significativa y depende de la altura de la madre (a mayor altura caen más lejos), de su propio peso (cuanto más livianas más lejos), del viento y de que haya plantas u otros obstáculos.

La gran diversidad de formas de las semillas da una idea de sus variados métodos de dispersión. Fuente- Kunming Institute of Botany
La gran diversidad de formas de las semillas da una idea de sus variados métodos de dispersión. Fuente- Kunming Institute of Botany

El peso de las semillas es una cuestión de peso. Las variaciones son enormes. En un extremo, las semillas de ciertas orquídeas, como Aerides odorata, son tan pequeñas que se necesitan más de tres millones para llegar a un gramo (2). Es decir, en cuanto a movimiento no difieren de las más pequeñas partículas de polvo que puedas imaginar. En el otro extremo tienes al “Coco de mar”, Lodoicea maldivica, con peso récord de 18 kg por semilla. Si las cuentas no me fallan hay unos nueve ceros entre el tamaño de las más chicas a las más grandes. En medio hay de todo, como las conocidas bellotas que pesan unos 5-10 g cada una.

El asunto se pone más viajado cuando entran en juego los ingeniosos medios de transporte que usan algunas semillas.

Adiós, madre, me voy en hormiga

Algunas semillas viajan pagando un nutritivo “ticket” a ciertas hormigas (3). Llevan adherida una rica golosina hecha de grasa, proteína, azúcar y saborizantes y aromatizantes permitidos. Las hormigas las llevan al nido, consumen la golosina y dejan intacta la semilla, generalmente en un sitio especialmente dedicado. Madre podría haber empacado todo ese alimento dentro de la semilla para la futura plantita, pero en cambio optó por asegurarle el viaje prenatal hacia ese lejano hormiguero atendido por sus dueñas.

Este viaje a lomo de hormiga no las lleva a cualquier lado al azar, sino que las transporta a un sitio particular: un hormiguero o su vecindario. Las hormigas entierran a las semillas, lo cual las pone en contacto con la humedad y las protege de depredadores. Además, el lugar puede ser especialmente fértil y, si el comité de planificación urbana de las hormigas hizo un buen trabajo, debería estar en un sitio seguro, a prueba de inundaciones e incendios. Es decir, a diferencia de otras aventureras que se dejan llevar por el viento o las corrientes de agua, las semillas que viajan en hormiga saben a dónde van.

Variedad de semillas con eliosomas, que  son estructuras que sirven de alimento a las hormigas que las dispersan. Fuente- Hans Stuessi, CC BY 4.0, vía Wikimedia Commons
Variedad de semillas con eliosomas, que  son estructuras que sirven de alimento a las hormigas que las dispersan. Fuente- Hans Stuessi, CC BY 4.0, vía Wikimedia Commons

Si este ingenioso método de transporte te ha asombrado como a mí, tal vez pienses que se trata de una rareza, algo único en la historia de la vida. Pues no: se ha calculado que más de once mil especies se transportan por esta vía. Y no todas descienden de una pionera a la que se le ocurrió esta genialidad. En la historia evolutiva de las plantas, viajar en hormiga apareció más de cien veces. Y en cada caso se echó mano a lo que había en la cocina para armar la golosina: diferentes partes de la semilla, de su unión con la flor, de la flor misma o del fruto, todo ha servido para construir un atractivo eliosoma: el ticket o premio entregado a las hormigas a cambio del viaje. Un caso maravilloso de evolución convergente: una característica resulta adaptativa y distintos linajes la adquieren de diversas formas.

La respuesta sopla en el viento

Muchas especies son más inquietas: la vía terrestre les queda chica y emprenden vuelo. En realidad, caen con estilo, como Buzz Lightyear. Tienen “alas” o “plumas” o son como polvo y se las lleva el viento. Así pueden viajar 15-500 m fácilmente y también mucho más, según la altura de la planta, el viento y el dispositivo. También influye la apertura del lugar: por más alas que tengan, un árbol vecino puede arruinar el viaje ni bien iniciado. Seguramente en tu infancia habrás jugado con las semillas del diente de león. Sus semillas (frutos en realidad) pueden transportarse largas distancias gracias a su papus, tan atractivo y poético como eficaz. Seguramente habrás soplado sobre la esfera algodonosa y pedido un deseo mientras las semillas se dispersaban al viento, colgadas del papus.

Y también las sámaras, esos frutos alados que caen del árbol como helicópteros. Leonardo da Vinci fue un adelantado al diseñar la idea del helicóptero en el siglo XV. Su tornillo aéreo buscaba aprovechar el movimiento en espiral para lograr la elevación en el aire. La naturaleza se le había adelantado unos cuantos millones de años con la evolución de las sámaras. Ejemplos de este medio de transporte está en los frutos de los arces, los fresnos y el nativo y hermoso Ibirapitá o Árbol de Artigas (Peltophorum dubium).

A esta altura no tengo que decir que tanto los papus como las sámaras también evolucionaron muchas veces a partir de diversas materias primas.

Espero que se haya captado la idea, que es alimentar la curiosidad del lector y saciarla con asombrosas delicatessen. No cuento en detalle que las semillas de muchas especies se transportan encima o dentro de diversos animales. Algunas con ganchos se adhieren a los pelos de inadvertidos vectores. En cambio, otras utilizan la misma idea que las semillas transportadas por hormigas: ellas mismas (como en el granado) o los frutos que las contienen poseen un tejido carnoso y nutritivo que sirve de alimento a aves o mamíferos. Recorren todo el tracto digestivo y son defecadas en ambientes propicios. No es un viaje glamoroso precisamente, pero sí efectivo.

Otras son dispersadas como proyectiles gracias a que el fruto explota o se desenrosca violentamente y las expulsa a gran distancia. Otras flotan en el agua de ríos o mares y se tornan transoceánicas, como los cocos de muchas palmeras. Algunas combinan más de un método de dispersión, digamos que cualquier colectivo las deja bien. Y por supuesto las que más viajan son las que se han asociado con nosotros, que las llevamos en los autos, los camiones, los barcos o los aviones.

Y para el morbo, están las que viajan sobre su madre muerta que se entrega a un viaje póstumo arrastrada por el viento, rodando. Tal es la obsesión por que la cría llegue lejos. Es el típico caso del cardo ruso (Salsola kali) que seguramente habrás visto rodando por algún campo semiárido o en un pueblo abandonado visitado por John Wayne.

Sea por el medio que sea, es claro que llegado el momento predomina el irse de casa, en algunos casos sólo por irse lejos y probar mejor suerte, en otros apuntando a un ambiente específico. Se manejan varias hipótesis para explicar esta obsesión por la dispersión no dirigida a algún sitio particular(4). Tal vez es evitar la competencia con la madre y los hermanos. Tal vez es el medio para colonizar ambientes disturbados. Hay evidencias a favor de ambas. Lo cierto es que los árboles adultos de una selva tropical están más lejos de individuos de la misma especie que lo que se esperaría por azar: una repulsión probablemente debida a competencia o a la interacción con herbívoros o patógenos(5).

Y después dicen que las plantas son organismos sésiles, fijados a un sustrato, inmóviles.

*El autor es ingeniero agrónomo-UBA. Ifeva-Facultad de Agronomía, Universidad de Buenos Aires, Conicet

Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar

Referencias

1 Aquí llamo “semilla” a una diversidad de órganos que botánicamente no siempre coinciden con la definición estricta. Muchas veces creemos ver volar semillas que en realidad son frutos, como el diente de león.

2 Orchid seeds: Nature’s tiny treasures | Kew

3 https://doi.org/10.1016/j.ppees.2009.08.001

4 https://doi.org/10.1146/annurev.es.13.110182.001221

5 https://doi.org/10.1126/science.adg7021

Una versión más amplia de esta nota se encuentra en https://martinoesterheld.substack.com/

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