Hace algunas semanas llegó a la Fundación Cullunche una pequeña lechuza de campanario que había caído de su nido. “Era una bolita de plumas blancas”, contó Jennifer Ibarra a Los Andes.
Se trata de una de las distintas especies de lechuzas autóctonas de Mendoza y también es conocida como lechuza “bodeguera”. “Tienen mucha actividad nocturna. Son grandes cazadores de ratas, insectos y hasta murciélagos”, explicó Ibarra.
Cuando llegó a la fundación tenía pocos días de nacida así que los rescatistas la pusieron en una incubadora que fabricaron otros miembros de la ONG para casos como este.
Aunque el pequeño animal estaba protegido y caliente, no querían que se familiarizara con sus rostros y manos. Al contrario quería que conservara sus instintos a pleno.
Para esto, entendieron que debía conseguir un muñeco o marioneta para alimentar a la lechucita sin que se llegara a “improntar” con las personas que la estaba cuidando.
“Impronta” es un termino que se usa para definir a un tipo de aprendizaje que ocurre en una etapa tempranas de la vida del animal donde desarrolla un apego con el ser que le provee comida y protección.
“No se trata tanto de un aspecto afectivo. Hacemos esto para que el animal no se acostumbre a las personas y las asocie con la facilidad de la comida porque sino es más difícil liberarlos”, explicó Ibarra.
Ahí es donde entró en escena Mauricio Funes, un titiritero que no dudó en poner manos a la obra para hacer la marioneta de una lechuza de campanario que se convirtió en un elemento fundamental para el rescate del ave.
El proceso de la marioneta y la importancia de los ojos
“Es la primera vez que hago una marioneta para un animal. Uno siempre lo hace para teatro, dónde está el pacto teatral, pero esta vez era la realidad”, dijo Mauricio.
“Quizás cuando uno lo hace para los niñes si existe un grado de realidad. Es decir, ellos piensan que los personajes son reales pero nunca como en este caso”, reflexionó.
Para hacerlo, Mauricio se basó en las marionetas que usan en el Plan Integral de Conservación de Cóndores. “Vi algunos videos y además desde la fundación me explicaron lo que hacía falta”, recordó.
“Cuando llegó el momento de incorporar los ojos me pasó que no encontraba ojos de juguete que se parecieran a los del animal, así que hablé con una amiga que había hecho un taller sobre ojos”, dijo.
Cuando el artista le comentó a Roxana López lo que quería hacer, la joven se entusiasmó con la idea y se ofreció a hacer los ojos ella misma. “Ella había hecho una obra basada en la saga de Los Confines de Liliana Bodoc que tiene unos personajes con características de las lechuzas, así que tenía experiencia”, contó.
De esta manera, los artistas se unieron a los conservacionistas y el resultado fue mejor de lo esperado. La pequeña lechuza comenzó a recibir la comida de la marioneta y a adquirir confianza .
El 1 de junio pasado otra lechuza de campanario llegó a la Fundación. Era pequeña pero no tanto como la primera. La dos comenzaron a convivir en la incubadora junto a la marioneta y dentro de poco las van a pasar a una “voladora”, un recinto más grande para que empiece a volar.
Sobre la fundación
Fundación Cullunche es una Organización de la Sociedad Civil sin fines de lucro que promueve la conservación de la flora y la fauna autóctonas. El grupo de trabajo existe desde 1991 como Cuerpo de Inspectores Ad Honorem y desde el año 1993 como Fundación legalmente constituida.
Todas las semanas reciben animales heridos o, como en este caso, crías incapaces de sobrevivir solas. Algunos se recuperan y son liberados, mientras que otros se quedan a vivir en los recintos porque las secuelas no les permiten volver a su hábitat natural.
“Recibimos sobre todo aves rapaces, águilas, chimangos, caranchos, zorros, piches y quirquinchos, entre otros. Algunos los trae la Policía Rural, otros la Dirección de Recursos Naturales o otros los ciudadanos”, contó Jennifer.
“Funcionamos con donaciones y también tenemos un programa de padrinazgo donde una persona apadrina a una animal y colabora con el mismo. Recibe un diploma, fotos del animal y a veces puede asistir al día de la liberación del mismo”, explicó.
Gastan alrededor de 5.000 pesos por semana en comida para los animales. “La mayoría come carne, son rapaces”, aclara Ibarra. “Pero la gente puede colaborar con materiales, con comida u otras cosas. Siempre hay maneras”, explica Jennifer quien reconoce que la mayor necesidad de Cullunche es una sede propia.