La victoria de Ingrid: se recibió de docente en pleno proceso de quimioterapia

Es de Guaymallén, tiene 44 años y tres hijos. Le diagnosticaron cáncer en la mitad de su carrera. Sin embargo, nunca bajó los brazos. La virtualidad le permitió continuar con las prácticas desde su hogar. Acaba de obtener su título y ahora sueña con sanarse y trabajar.

La victoria de Ingrid: se recibió de docente en pleno proceso de quimioterapia
Ingrid se recibió de docente en medio de su tratamiento de quimioterapia.

La historia de vida y la trayectoria académica de Ingrid Robles, de 44 años y mamá de tres hijos, en el Instituto de Educación Superior Tomás Godoy Cruz, engrosa el listado de egresadas destacadas, heroínas cotidianas que animan a otras personas a cumplir sus metas o retomar sus sueños postergados.

Graduada como profesora de Educación Primaria en el establecimiento conocido también como El Normal, ella no es una más: realizó un gran esfuerzo que, al mismo tiempo, se convirtió en su terapia y su objetivo de vida.

Oriunda de Guaymallén, en 2016 comenzó a sufrir algunos problemas de salud: neumonía, dificultad respiratoria, hemorragias y anemia. Así permaneció casi un año, con molestias y consultas médicas permanentes. Eso sí, jamás pensó en claudicar.

Dos años después –corría 2019– le diagnosticaron cáncer de útero. Recuerda aquel período con gran precisión. “A duras penas pude cursar los talleres de cuarto; los finalicé durante el primer cuatrimestre y me operaron el 27 de julio”, evoca.

Luego de atravesar la cirugía, que consistió en una histerectomía completa, fue el turno de la radioterapia y la braquiterapia. “Durante el tratamiento la pasé muy mal, fue duro. Como pude aprobé las materias que me quedaban para poder hacer la práctica profesional IV”, rememora. Y agrega que hubo días en los que salir de la cama representaba una odisea.

Uno de los exámenes que rindió para El Normal esta docente en medio de su tratamiento de quimioterapia.
Uno de los exámenes que rindió para El Normal esta docente en medio de su tratamiento de quimioterapia.

La flamante docente se sometió a análisis rigurosos durante los siguientes meses. Todo parecía indicar que estaba recuperada. No obstante, los resultados no fueron alentadores. “Cuando creí que estaba sana me indicaron un PET, es decir, una tomografía por emisión de positrones y me diagnosticaron cáncer en los ganglios linfáticos, en cervical, mediastino, columna, abdomen y pelvis”, enumera.

Por entonces, Ingrid se encontraba en condiciones de comenzar con su residencia en el Instituto, algo que se le superponía con su tratamiento de quimioterapia, única posibilidad de combatir la enfermedad, tal cual se lo habían comentado. Fue así que con gran valentía se aventuró a sus prácticas docentes en medio del riguroso tratamiento.

Habló con la profesora María de los Ángeles Curri, jefa de Formación Inicial del instituto, a fin de compartirle su situación y, a la vez, para transmitirle su deseo de continuar contra viento y marea. Fue así que la pandemia –y la virtualidad— que llegaron imprevistamente, significaron una excelente oportunidad para que pudiera completar este periodo de formación completamente aislada. “Al dedicar todo un año a la quimioterapia pensé que sería una pena desaprovechar el tiempo. Puedo decir que el aislamiento me permitió seguir estudiando”, reflexiona.

Ingrid enfatiza que la cercanía con los docentes del instituto significó la “columna vertebral” que sostuvo la última parte de su proceso como estudiante. “Los mensajes cotidianos para darme ánimo fueron un pilar, un apoyo incondicional, me siento eternamente agradecida”, evocó.

Recuerda que se sentía abatida, pero sabía que sus alumnos la esperaban detrás de la pantalla. “Eso, indirectamente, me hacía poner el foco más en la labor educativa que en los malestares propios de la quimio”, recuerda.

Finalmente, el pasado viernes 5 de noviembre Ingrid rindió su coloquio final y concluyó su carrera. Fue un día de inmensa alegría. Más allá de este logro, con fortaleza admirable continúa honrando la vida y la educación. “A comienzos de año me inscribí en el curso de preceptoría escolar y ya lo finalicé e hice otro sobre escritura en nivel superior, que también pude concluir”, cuenta, emocionada.

Tras agradecer al instituto (de gestión estatal, situado en el corazón de la Ciudad de Mendoza y que ofrece una amplia gama de profesorados), anticipó que seguirá sacándole el jugo a este tiempo para, finalmente, empezar 2022 “curada y en plena labor”.

Ella cumplió al menos una parte de su sueño: la otra será, ni más, ni menos, que estar completamente curada. Y está dispuesta a dar batalla.

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