“Nadie puede dudar de que las cosas recaen. Un señor se enferma, y de golpe un miércoles recae. Un lápiz en la mesa recae seguido. Las mujeres, cómo recaen. Teóricamente a nada o a nadie se le ocurría recaer pero lo mismo está sujeto, sobre todo porque recae sin conciencia, recae como si nunca antes” (1).
Lo sabemos: la amenaza del coronavirus no terminó. Pero Mendoza y el mundo han empezado a despertarse, a surgir de una larga noche de dolorosas pérdidas, encierros, miedos, privaciones, tropiezos y otras penas materiales y simbólicas, cuyos alcances reales aún son difíciles de predecir. Las urgencias de la vida misma –personal, familiar, económica, política, etc.- no dan tiempo al control de daños. Con mayor o menor elegancia, como sea, la gente comienza a salir del pozo, del estanque natural o provocado que nos trajo hasta aquí. Y aquí, precisamente, estamos los mendocinos y los argentinos, asomando una vez más la cabeza para reinventarnos, “darle para adelante”, encender proyectos postergados, potenciar fortalezas, volver a creer.
Tal es el espíritu periodístico que orienta este año al tradicional suplemento Aniversario de Los Andes, editado con el propósito de resumir e interpretar la historia de esa Mendoza orgullosa que en más de una ocasión logró sobreponerse a las adversidades. Con la idea de contar y poner de relieve las experiencias de esos emprendedores, médicos, vecinos solidarios, policías y héroes de a pie, acaso íconos irremplazables y representantes de miles de mendocinos que vencieron la sombra del desánimo desde el mismo día que reinaron el aislamiento, las lejanías y la cuarentena. También aparecen en estas páginas un puñado de referentes de distintas actividades clave y esenciales, que cuentan en primera persona cómo sobrellevaron la pandemia en sus vidas privadas, sociales y profesionales, y qué planes tienen para el futuro. Cómo se van a “rehabilitar”, al decir de Cortázar.
A no confundirse tampoco. Nada más lejos de esta propuesta editorial que una mirada romántica e ingenua del contexto. El país no está bien y no hay razón para negarlo u ocultarlo. Las noticias de cada día así lo corroboran. A la ya clásica, progresiva y compleja crisis económica se suma, entre otras dificultades, la debilidad institucional que pone en riesgo principios básicos de la vida republicana. Mendoza, como siempre, luce más prolija en ese sentido, porque algunas de sus bellezas le permiten disimular sus imperfecciones. Pero registra índices de pobreza que no pueden esconderse bajo la alfombra. Está claro que necesita un plan de desarrollo, consensuado por los distintos sectores de la dirigencia política, social y empresaria. A la luz de experiencias remotas y recientes, es difícil imaginar cuán cerca o lejos estamos de ese acuerdo.
A lo largo de la historia, Mendoza ha sido capaz de reconstruirse, reverdecer, reinventarse. Hay más de un ejemplo en la línea del tiempo. Y Los Andes ha sabido acompañar esas transformaciones, seguramente una de las razones de su vigencia y su vigor desde que fuera fundado por Adolfo Calle. Hace 138 años era un periódico impreso que portaba las noticias de un fin de siglo que auguraba épocas de grandeza. Ahora, sumando contenidos y audiencias en la web, las redes sociales, los videos y en los diferentes formatos que florecen en el ilimitado espacio de las plataformas digitales. Qué distinta era entonces esta tierra.
Qué distinta será si nos animamos a seguir apostando al trabajo, la innovación, la solidaridad, la decencia y a la libertad de expresar lo que pensamos y sentimos. Sin perder el estilo que nos diferencia y nos da –al fin y al cabo- nuestra identidad. Esa misma que nos llevó a dar en 138 años tantas buenas noticias.
“Contra lo que pasa se impone pacientemente la rehabilitación. En lo mas recaído hay siempre algo que pugna por rehabilitarse, en el hongo pisoteado, en el reloj sin cuerda, en los poemas de Pérez, en Pérez. Todo recayente tiene ya en sí un rehabilitante…” (2).
(1) y (2): “Me caigo y me levanto”, texto de Julio Cortázar, en “La vuelta al día en ochenta mundos”.
*El autor es editor general de Diario Los Andes.