Lorena Delsouc tiene 36 años y es gasista matriculada. De la mano de su padre conoció el oficio y con el apoyo de su familia y mucho esfuerzo se metió en un mundo que hasta hace algún tiempo estaba reservado para los varones.
“Mi papá era gasista y plomero. Siempre tenía problemas porque tenía que estar atrás de las personas para que le firmaran los papeles de las obras. Un día supimos de que estaba la posibilidad de la capacitación y me preguntó si lo quería hacer yo”, contó Lorena a Los Andes.
Juntos fueron hasta el Centro de Capacitación de San José, en Guaymallén, pidieron información y Lorena se inscribió. Pero cómo había mucha demanda la pusieron en una lista de espera.
“Lo vi como una salida laboral. Mi papá me dijo que yo podía verlo. Yo estaba en un momento muy especial porque estaba transitando mi segundo embarazo y fue muy complicado. Me pasé los últimos meses haciendo reposo”, recordó.
“Siempre había sido emprendedora y me había prometido que no iba a volver a trabajar en relación de dependencia. Pero como no podía trabajar por el embarazo el único ingreso que había en la casa era por el trabajo de mi compañero”, dijo.
Un día se acercó al centro de capacitación para ver si había novedades y le avisaron que ya habían empezado las clases. “Me dijeron que habían empezado hacía dos semanas, que pasaban lista todos los días y yo nunca estaba. Arranqué un poco atrasada”, dijo.
El Centro de Capacitación para el trabajo de la DGE queda en calle Colón al 1826. Lorena asistía dos veces a la semana de 20 a 23 horas. En las tardes iba a las obras con su padre para emprender el oficio y el resto del tiempo cuidaba a sus hijos, Luciano tenía meses y el mayor cinco años.
“Me metía a la obra con mi papá para que mis compañeros no me trataran de ignorante. Enel curso aprendíamos mucha teoría, que es igual de importante pero cuando yo empecé a estudiar no sabía ni como era una cupla”, contó.
Fueron años de mucho esfuerzo, para poder aportar dinero a la casa familiar Lorena comenzó a hacer viandas para una empresa de camiones. Ese trabajo lo consiguió gracias a una compañera del curso de gasista matriculado.
“Y así fui manejándome hasta que obtuve mi matricula. Me recibí en febrero y en marzo ya estaba en obra. Fui la primera gasista matriculada de la escuela. Muchos de mis compañeros no terminaron el curso”, recordó.
Aunque el principio fue difícil, Lorena afirma que con el tiempo todo se volvió más fácil. Trabajó mucho tiempo junto a su padre y cuando él falleció fue un gran golpe muy fuerte, pero logró salir adelante.
“No hay que achicarse”
Para Lorena rendirse nunca fue una posibilidad. Pese a todos los factores que tenía en contra logró convertirse en gasista matriculada y meterse de lleno en un ámbito que hasta hace algún tiempo era puramente masculino.
Al ser mujer sentía mucha más presión que sus compañeros ya que muchos estaban esperando que se equivocara para echarle los errores en cara.
“Todos empezamos sin saber, el tema es no achicarse. Algunos hombres te hacen creer que te tiene que dar vergüenza equivocarse. Es una inseguridad que tenemos nosotras porque no las crearon”, dijo.
“A veces entrás a una obra, te ven trabajando, manipulando herramientas y se asustan. Cómo si hubieran visto a un fantasma”, contó Lorena entre risas. “Me ha pasado de ir a hacer service a domicilio y cuando llega el marido de la dueña de casa se acerca y me quiere explicar el trabajo”, agregó.
Para mejorar su trabajo, el año pasado Lorena sumó un curso de plomería. “Lo hice con mi colega Sonia, que es plomera de primera categoría. Hicimos una pasantía re linda en un centro de capacitación en Corralito. Montamos dos lava cabezas en una peluquería”, explicó.
Siendo gasista matriculada y plomera al mismo tiempo Lorena puede encarar más trabajos. “Un poco van de la mano. Si me llamás para poner un calefón y necesitas un trabajo de gas y de plomería lo ideal es que una persona te haga las dos cosas. Si no tenés que llamar a dos profesionales distintos”, manifestó.
“Las mujeres creen que los varones son los dueños de la construcción porque es un espacio que nunca se nos dio. Lo tomaron por completo y nosotras quedamos al margen”, reflexionó Lorena.
“Las mujeres tenesmo que romper los estereotipos porque que siempre te van a criticar. Tomemos el lugar”, dijo.
Lorena no solo se ha instalado en un espacio que durante muchos años les había sido ajeno a las mujeres, sino que además ha dado respuesta a muchas personas que requerían este tipo de servicios.
“Trabajo con muchas mujeres y con personas no binarias. Muchas mujeres que están solas en su casa o con sus hijos y se sienten más seguras dejándome entrar a sus casas”, describió.
“También me pasa con personas trans o no binarias. Se sienta más cómodas con mi presencia. Ya tienen suficiente con que se sientas juzgadas en la calle como para que encima se tengan que esconder en sus propias casas”, cerró.