Cualquier padre de un adolescente sabe de qué se trata. El sueño de los chicos puede parecer un verdadero desorden para los padres “prolijitos”, para los más ortodoxos es difícil de entender sus horarios y hasta pueden ser catalogados de “vagos” por los amantes de los amaneceres a primera hora.
Es que los adolescentes parecen dormir de más, a cualquier hora, tarde y a destiempo. Con las vacaciones, sin los horarios impuestos por la rutina este “desorden” parece desordenarse más y sobre todo, con la mediación de las benditas pantallas que tanto los ocupan.
“Levantarla para ir al colegio es una lucha, terminamos todos estresados porque llegamos tarde y eso pasa porque se acuesta a cualquier hora”, relata Mariana, madre de una chica. Y acepta que en las vacaciones sus horarios son más incontrolables: “Ahora que no tiene que levantarse temprano es mucho peor porque no tiene impedimento para quedarse hasta tarde: se queda viendo series, en Tik Tok o leyendo sobre temas que le gustan, pero al día siguiente amanece al mediodía e incluso es capaz de dormir una siesta a cualquier horario”, agrega. Ni hablar el fin de semana cuando salen.
El asunto es que aunque muchos adultos se sorprenden, los especialistas aseguran que, más allá de los abusos, esto sería totalmente normal. Los chicos, entre los 10 y los 18 años, tienen otro ritmo de sueño, explican. Por un lado, necesitan dormir más horas pero por otro, el sueño suele llegarles más tarde que a otras edades. Esto explica por qué no sorprende que si tuvieron que levantarse temprano, cuando aún no logran arrancar porque es un horario en que aún están recuperándose, luego necesitan una siesta como complemento.
Pero asimismo, recalcan que dormir de día no es lo mismo que de noche, el organismo hace en el horario nocturno diversos procesos que no pueden suplementarse con el sueño diurno. Por ello, el exceso de nocturnidad que se instala durante las vacaciones tendría sus consecuencias. Más aún si es una conducta habitual, lo cual puede incluso tener impacto en su salud o hasta en la adultez si dura muchos años.
Sujeto “vespertino”
Lo primero que habría que tener en cuenta es cuántas horas debería dormir un adolescente. Quien dio la respuesta es la neuróloga Fernanda Farfán, somnóloga, es decir, una profesional especializada en Medicina del Sueño. “Un adolescente necesita en promedio unas 9 horas de sueño, entre 8 y 10 horas, como para cubrir sus necesidades y esto tiene mucho que ver con que todavía sigue creciendo, todavía tiene más cantidad de hormona del crecimiento que un adulto joven, que por ahí ya terminó su etapa de mayor crecimiento. Entonces estas necesidades de sueño que tiene el adolescente muchas veces no son cubiertas del todo, en particular en periodos en los que no hay rutina o cambia, como puede ser el verano”, explicó.
“Lo normal es que se duerman más tarde, porque el ritmo de su circuito circadiano se estira; entonces, es normal, con pantalla o sin pantalla, que el adolescente se duerma más tarde, pero también se levante más tarde”, dijo el psiquiatra Daniel Santiago, especialista en adolescencia.
Farfán señaló que el adolescente duerme de una forma que podría llamarse “más retrasada” de lo normal, más tarde. “Esto es fisiológico, no es que tenga un problema, sino que fisiológicamente su pico o su aumento de hormona como la melatonina, que está relacionada con el sueño, está un poco más tarde que en el adulto: entonces tiende tanto a tener sueño o a irse a la cama más tarde, como a despertarse más tarde”. Tiende a estar más activo en horario más tardío, cuando tiene más capacidad para concentrarse.
Como consecuencia, “en la adolescencia hay cambios de humor, irritabilidad, problemas de atención y de aprendizaje, pero eso es la definición de un adolescente, pero cuando hay trastorno del ritmo del sueño, esto se profundiza y lo llevará a tomar malas decisiones, a estar de mal humor, a aislarse de la familia”, afirmó Santiago. El consumo desproporcionado o problemático de pantallas es un favorecedor. “Las pantallas descargan en nuestro cerebro una carga de dopamina importantísima, que es una respuesta satisfactoria inmediata”. Eso es una especie de círculo vicioso que se retroalimenta.
Condicionante
Santiago dijo que la adolescencia es una etapa crucial de la vida donde hay una modificación importante de muchos factores: “De lo emocional, metabólicamente, en la formación de valores, los criterios para la toma de decisiones, y el sueño no es poca cosa”, dijo el psiquiatra. En ese sentido explicó que el sueño, es igual que la alimentación, hace falta una buena alimentación, el ejercicio físico, una vida saludable, afecto, cosas positivas, estos elementos van a llevar a que ese adolescente sea un joven productivo y un adulto eficaz.
Para Farfán hay que diferenciar y hasta desmitificar que el adolescente es vago o carente de disciplina, sino que es una cuestión biológica.
Por ejemplo, puede cuestionarse que tiene desinterés pero puede deberse al simple hecho de que le falten horas de sueño, esto -advirtió- puede ser la causa de no tener buena motivación, buen rendimiento académico o laboral. “Creo que muchas veces no podemos ver el potencial de la persona si no está cubierta una necesidad básica como es la del sueño”, subrayó.
Por eso, a primera hora de la mañana pueden padecer lo que se llama “inercia de sueño”, que sucede cuando todavía la persona está en una transición, ya está despierto pero no está con todas las capacidades cognitivas y conductuales al 100%. Esto hace que sean horas menos productivas.
Consecuencias
Para la neuróloga esto no sería un problema si no tuviesen que cumplir obligaciones por la mañana temprano. “El problema es cuando el adolescente se queda despierto hasta más tarde y al otro día tiene que temprano cumplir con sus obligaciones, ya sea de la escuela o laborales, tiene que cumplir con las normas y ahí es donde se produce este ‘jet lag social’, un desfasaje entre las horas de sueño y las actividades que hay que cumplir en el día”, dijo la especialista. Aclaró que es algo fisiológico que se va a autorregular en la adultez.
Sin embargo, el psicólogo advirtió que si bien esto es lo esperable, también hay quienes arrastran esos hábitos y de adultos tienen serios problemas para dormir.
“Si yo no logro dormir lo suficiente o estabilizar eso, cuando sos joven, el gasto no se nota tanto. El problema se va a ir notando a medida que vamos envejeciendo (...) Las consecuencias inmediatas son el trastorno en la productividad y la eficacia a nivel de educación, los problemas de aprendizaje, el cambio de humor, irritabilidad, características tipo depresivo y la mala toma de decisiones. Eso en forma inmediata. Y a mediano o largo plazo vamos a tener síndromes depresivos, problemas de personalidad, conductas inadecuadas y, a veces, problemas de consumo de sustancias”, detalló.
Puede suceder que por el hábito con los años no pueda ordenar su descanso adecuadamente o se acostumbre a dormir poco. El cerebro se habitúa a ese trastorno del sueño y aparecen por ejemplo adultos con insomnio primario, no como un síntoma de otro proceso, sino que la enfermedad es el insomnio.
“El ritmo del sueño y su profundidad es lo que nos va a dar al día siguiente una eficacia. ¿Cómo mido el sueño de una persona? Viendo cómo responde al día siguiente. No cuánto durmió, sino cómo responde al día siguiente en su actividad”, señaló Santiago.
Impacta en la calidad de la memoria y en no asimilar bien los conocimientos. La neuróloga explicó que hay estudios que han concluido que dormir mal o poco afecta también las decisiones para elegir alimentos. Eso puede conllevar conductas perjudiciales ya que se tiende a optar por más grasas, más productos procesados y más carbohidratos refinados. “Esto a la larga puede traer una consecuencia en el peso y en la salud”, resaltó.
Por qué empeora en verano
“Dormimos por dos cosas, por un aspecto biológico ya que secretamos hormonas, pero también dormimos por los factores externos que nos van sincronizando”, detalló, Luego enumeró cuestiones como la luz, la oscuridad, las comidas, la temperatura del ambiente, las rutinas que tenemos y esos factores externos cambian en verano. Consideró que está bien que haya flexibilidad, porque son vacaciones, pero no perder tanto sueño nocturno.
En relación a la producción de hormonas que predisponen al sueño y la actividad Farfán dijo que si nuestras conductas van muy desfasadas de nuestra parte biológica, es posible que ese sueño no sea de muy buena calidad y que al otro día, por lo tanto, tampoco esté del todo descansado para afrontar el día. Por eso, no es lo mismo dormir de día que de noche. “Durante la noche es cuando tenemos que secretar hormona de crecimiento, hormona melatonina, cortisol, todo eso no está pasando en una siesta”, dijo Farfán. Aunque una siesta puede ser una compensación no se recomienda que sea larga para no afectar el sueño nocturno. Además, agregó que difícilmente puedan recuperarse muchas horas perdidas en la semana durante el fin de semana.