Los hermanos Errio, tercera generación de mimbreros que honran a sus antepasados en Godoy Cruz

Ángel y los mellizos Roberto y Juan Carlos trabajan el mimbre desde niños, como les enseñó su abuela. Son de los pocos que sobreviven con ese oficio en Mendoza.

Los hermanos Errio, tercera generación de mimbreros que honran a sus antepasados en Godoy Cruz
Ángel y los mellizos Roberto y Juan Carlos tienen un aceitado engranaje de tareas que les permite mantener un oficio en desaparición. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Los tres hermanos Errio -Ángel, Roberto y Juan Carlos-, nacidos y criados en Godoy Cruz, se dedican al mimbre desde que tienen uso de razón y aseguran, casi a coro, que no podrían hacer otra cosa. Los tres crecieron en la vieja esquina de Cervantes 2198, en Benegas, donde aún hoy funciona el local, contemplando a su abuela Angelina y a su padre Ángel trabajando el mimbre con gran habilidad.

Como no podía ser de otro modo, ellos siguieron sus pasos en el negocio familiar “Los mellizos”, dedicado a la fabricación de productos artesanales de mimbre, restauración y reparación de sillas, sillones y objetos de mimbre, caña y ratán.

El nombre del negocio responde, en realidad, a dos de los tres “pilares” del local: los mellizos Roberto y Juan Carlos. Sin embargo, el mayor Ángel, más conocido como “Cholo”, quien apenas les lleva 11 meses, también es miembro de este equipo indestructible de hermanos.

Lo cierto es que la vieja esquina luce atiborrada de objetos de mimbres de todo tipo. Casi no hay espacio, al igual que en el taller ubicado en el sector trasero de la vivienda, donde el movimiento comienza desde muy temprano en la mañana, cuando desayunan y emprenden la labor cotidiana.

El mimbre que utilizan los hermanos se planta en Luján y en Tunuyán. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
El mimbre que utilizan los hermanos se planta en Luján y en Tunuyán. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Roberto vive en esa misma esquina, mientras que “Cholo” y Juan Carlos, a escasas cuadras. Hasta los sábados y domingos comparten el desayuno, siempre entre mimbres, tortitas y mate.

Los tres hermanos constituyen la tercera generación de mimbreros y uno de los pocos artesanos de este rubro que aún quedan en Mendoza.

Su abuela Angelina Batista, piamontesa, llegó desde Italia y enseguida comenzó con el oficio. Le siguió su hijo Ángel Errio (padre de los tres hermanos) y luego ellos decidieron tomar la posta. Eran muy niños cuando comenzaron a fabricar objetos, a usar la vieja máquina adquirida por su padre y también a atender el local.

“Cosas de niños, a veces nos escapábamos del negocio y nos íbamos los tres al zanjón a columpiarnos. Ni siquiera se quedaba uno; dejábamos el local sin atención al público y mi papá, cuando se daba cuenta, nos iba a buscar con una varilla”, evoca Roberto.

“Éramos muy chicos y andábamos siempre los tres juntos. Nacimos con 11 meses de diferencia: el mayor, el 18 de septiembre de 1950 y nosotros el 9 de agosto de 1951. Casi somos trillizos. Cuenta la leyenda que cuando nacimos, en la misma vivienda donde está el local, Ángel nos escuchó llorar y ofreció el chupete para calmarnos”, relata el mellizo Roberto.

Un oficio que desaparece

Solo María de los Ángeles y su hija Ludmila (hija y nieta, respectivamente, de “Cholo”) continúan con la tradición del mimbre. En cambio, los varones de la familia, Mariano, Matías y Carlos, hijos de “Cholo”, Roberto y Juan Carlos, no eligieron el oficio.

“Una lástima, pero también es comprensible. Es un trabajo que requiere muchas horas y, además, el mimbre hoy se vende a precio dólar, casi imposible comprarlo”, advierte “Cholo” quien asegura que, por el mismo motivo, van quedando muy pocos mimbreros en Mendoza.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

“Por el precio del mimbre, casi no tenemos competencia. Muy pocos se dedican a esto en la actualidad. La materia prima suele llegar desde Chile a precio dólar o desde el delta del Paraná, a una distancia muy grande, de casi 2.000 kilómetros”, sostiene.

Claro que ellos tienen una ventaja, ya que cuentan con materia prima propia. Así lo explica “Cholo”: “Todos los años traemos mimbre de Agrelo, en Luján de Cuyo, y de Tunuyán, en el Valle de Uco, donde se planta, se riega y luego se realiza el proceso de cortar y pelar. Todo esto se hace en tierra de terceros, con quienes hacemos trueque, es decir, lo intercambiamos por canastas para que ellos puedan realizar la recolección de su producción de nueces y peras”. Y aclara que el mimbre tiene una vida útil de 35 años.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Ocupados hoy con la elaboración de gran cantidad de canastas para la celebración de Pascuas, los tres hermanos coinciden en señalar que poseen su clientela fija desde hace muchísimos años y que la actividad los ayuda a sobrevivir. “Ojo, no tiramos manteca al techo”, aclaran.

“Llevamos muchos años trabajando de manera ininterrumpida desde que mi abuela llegó de Italia, a principios de siglo. Al local llegan clientes de todas partes. El mimbre sigue estando vigente y sobrevive a través del tiempo”, opina Juan Carlos, sentado en el taller sin quitar los ojos de las ramas que va depurando con una vieja máquina heredada de su padre.

En esta antigua y tradicional esquina de Benegas, en Godoy Cruz, los roles de los hermanos Errio están bien definidos: Ángel se encarga de atender al público. Roberto y Juan Carlos permanecen en sector trasero, volcando, como hace años, horas y horas a una labor que heredaron de sus antepasados y que, a esta altura, se convirtió para ellos en un estilo de vida.

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