Los incendios provocados por el intenso viento Zonda en el pedemonte de Mendoza el fin de semana pasado fueron los más grandes y graves en 20 años. Aunque por la cercanía del hecho, los datos son preliminares, los especialistas advierten que las hectáreas afectadas han sido incluso más del doble de las que se incendiaron en 2018 en los cerros Arco y Gateado, el último gran siniestro en la zona.
En la Dirección de Recursos Naturales Renovables advierten que resultaron afectadas más de 4.000 hectáreas mientras que en 2018 habían sido 1.500.
Recordaron que los antecedentes de algo similar deben remitirse a entre 2003 y 2005 cuando hubo dos incendios, uno que se inició en Godoy Cruz y se extendió a Lujan y otro en 2005 de similares características al último, que se inició en San Isidro (igual) y desde allí se extendió.
El último episodio de viento Zonda llegó al llano, permaneció por dos días con intermitencias, el sábado y el domingo, y alcanzó rafagas que superaron los 90 km/h. Entre otros daños como caída de árboles, tendido eléctrico, corte de servicios y destrucción de propiedades, generó varios focos de incendio que llegaron a zonas pobladas afectando viviendas y cabañas de alquiler para turistas.
Sebastián Melchor, director del área que depende de la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial explicó que el fuego estuvo presente por 4 días, ya que algunos focos permanecieron activos hasta el lunes mientras que otros se reactivaron el martes. Todo ya controlado.
Las zonas del pedemonte afectadas son de Las Heras y Luján y las que se llevaron la peor parte fueron San Isidro, el cerro Gateado (otra vez), la reserva Divisadero Largo, la Crucecita, Colonia Suiza y el campo El Peralito, cercana a los senderos de Chacras de Coria.
“No hay antecedentes como este en la historia reciente”, afirmó Melchor. Dijo que tuvo características más extremas que los anteriores y que por las fuertes ráfagas se quemó de manera irregular. Hay plantas quemadas en la parte superior pero abajo, quizás hasta unos 40 cm del suelo, no se observan daños y eso es porque las rafagas y las llamas pasaron muy rápido. Pero otras, donde el fuego se quedó más, sufrieron más daños.
Un largo proceso
Demandará un arduo trabajo recuperar ese entorno, lo que se pueda. Primero habrá una evaluación de daños para luego implementar las estrategias necesarias, por lo que la implantación podría empezar recién casi un año después, en agosto, cuando es la época adecuada.
Melchor consideró que se requerirán al menos 3 o 4 décadas para recuperar el entorno lo más parecido a lo era, aunque las plantas con muchos años de antigüedad son irrecuperables.
La restauración ecológica requerirá un proceso arduo que coordinará el ingeniero agrónomo Mariano Cony, investigador del Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (Iadiza) y experto en restauración ecológica. Ya tiene experiencia: trabajó también en la recuperación tras los incendios de 2018.
El profesional consideró apresurado hacer una evaluación de los daños hasta tanto se avance en el relevamiento que iniciará la próxima semana. Explicó a Los Andes que hará un estudio y diagnóstico similar al que se hizo en el cerro Arco y con el mismo equipo: lo hará a través de la Fundación Cricyt con investigadores del Conicet Mendoza, la Universidad Nacional de Cuyo y el Instituto Nacional del Agua.
Lo primero será hacer estudios con imágenes satelitales, vuelos con drones y evaluaciones a campo en los lugares impactados, pero no será un diagnóstico muy técnico ni muy científico, aclaró. Estiman que el primer grupo para hacer el recorrido saldrá el jueves o viernes.
“Nos hemos comprometido con la Dirección de Recursos Naturales a entregar un informe preliminar a fines de noviembre; los estudios de campo, con metodología sistematizada, los vamos a empezar recién en febrero o marzo, porque tenemos que esperar lluvias y ver qué especies vegetales reaccionan frente a la lluvia post fuego y qué especies no”, detalló. “El diagnóstico final ajustado con buena información va a estar recién en junio del año que viene y el trasplante o la restauración activa en los sitios que requieran restauración activa se iniciaría recién en agosto o septiembre del año que viene”, refirió Cony.
Flora y fauna
En medio del desastre puede decirse que hay aspectos que van a colaborar con el avance de la recuperación. Por un lado, Melchor destacó que el fenómeno de El Niño que se está instalando y que implica la posibilidad de mayores precipitaciones puede colaborar con la recuperación de la vegetación que no resultó severamente dañada. Recordó que en el cerro Arco en 2018 hubo que ir a regar durante la primera etapa.
Pero además, desde ese mismo año se inició un banco de germoplasma que Melchor estimó que es un recurso invaluable que puede permitir acortar unos 4 meses de trabajo.
Es como un banco de semillas que armaron para tener con qué responder ante necesidades de restauración a partir de la recolección en la reserva Divisadero Largo. Allí se cuenta con 90% de la diversidad de flora que tiene esa zona del pedemonte, permitirá el armado de plantines.
Cony contó que empezarán con el armado de viveros en unos 15 días y resaltó que el plan de restauración estará listo recién para la primavera que viene.
Impacto ambiental
Sin dudas, el impacto ambiental del siniestro es enorme. Afectó y afectará la flora, la fauna y el medio ambiente, incluso la calidad del aire de los próximos años en la zona cercana del Gran Mendoza.
“Las mismas condiciones no van a ser, es como el jarrón roto, quedará parecido, se puede recuperar y es prioritario hacerlo”, subrayó Melchor. Parte de las consecuencias se asocian al desmonte ya que esa flora evita el deslave en tanto el suelo es fijado gracias a la vegetación, refirió. Además, esa flora humidifica el aire que entra a la zona metropolitana y evita que haya tanta partícula en el aire porque fija el suelo. Es en este sentido que puede hablarse de que implicaría un deterioro de la calidad del aire, un tema nada menor en un ambiente ya de por sí muy seco.
Por las consecuencias que podría tener, Cony apuntó que los abordajes incluirán estudios sobre riesgos de aluviones de acuerdo a las pendientes de las zonas afectadas.
Las consideraciones preliminares permiten inferir que la flora afectada incluye jarilla principalmente, gran variedad de cactáceas que son importantes en esta zona, podría haber algarrobos y chañares además de algunas gramíneas menores.
La fauna merece capítulo aparte. En la zona hay principalmente roedores, serpientes, zorros y aves y tal cual señaló Melchor, cuando sienten el peligro se trasladan rápidamente porque tienen desplazamiento rápido. Pero lo dramático es que esa fauna perdió todo su ambiente. Como consecuencia va implicar que se trasladen a otras áreas y quizás la aparición en la zona poblada. Por lo tanto, ya están planeando una campaña de comunicación para que la gente sepa cómo actuar ante estas situaciones.
Riesgos y prevención
Gabriela Lúquez, secretaria general del Instituto de Ciencias Ambientales (ICA) de la Universidad Nacional de Cuyo resaltó que es importante entender que la zona afectada por los últimos incendios tiene una fragilidad ambiental y ecosistémica sumamente particular. Explicó que requiere un tratamiento específico desde la planificación y la urbanización hacia esas zonas pedemontanas y que es lo que de alguna manera estaría determinando que estos factores de riesgo se vean incrementados.
“El factor humano tiene una relación directa con lo acontecido no solamente por el hecho sino por el mismo sentido de habitar en zonas que tienen estas situaciones de fragilidad ecosistémica y por las particularidades climáticas”, señaló.
“En este caso, el incendio es lo que vemos reflejado en esta catástrofe de alguna manera ambiental, pero podrían ser también situaciones aluvionales, perjuicios para bienes materiales, peligro para la vida de las personas y otros seres que habitan estos ecosistemas”, expresó.
Dijo que los espacios pedemontanos son una zona de interfase sumamente relevante desde el punto de vista ecosistémico.
La especialista apuntó a la necesidad de actuar no sólo ante los hechos sino en la prevención y que esto requiere la coordinación interinstitucional. Señaló que hay normativa, como la ley de ordenamiento territorial que deben respetarse porque se sabe que es una zona de vulnerabilidad y que amplificando los riesgos realmente los daños pueden ser gravísimos.