Los López Estorch: la familia mendocina con tres generaciones de pasión y superación en BMX

El talento y la dedicación por la bicicleta se heredó entre dos padres, cuatro hermanos y dos nietos, que comparten su vida alrededor del deporte. Historia y claves de una pasión que llevan en la sangre.

Los López Estorch: la familia mendocina con tres generaciones de pasión y superación en BMX
Liliana, su hijo Damián y sus nietos Gregorio y Clemente representan las tres generaciones que siguen con pasión el ciclismo. | Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

En la historia del deporte hay muchas familias que comparten disciplina, inclusive en el más alto nivel, pero pocas como los López Estorch, de Las Heras. Liliana (63), madre y corazón del clan, está segura que, de haber presentado el caso en Guinness, hubieran marcado un récord. Es que la pasión también se lleva en la sangre y en esta familia ya son tres las generaciones practicando BMX, inclusive algunos compitiendo en el más alto nivel.

Los hermanos Pau y Marc Gasol en básquet, Venus y Serena Williams en tenis, John y John Jr. Gregorek en atletismo y Floyd Jr. y Roger Mayweather en boxeo, son algunos de los clanes más famosos en el mundo del deporte. Hay muchísimos más, incluso en esta parte del mundo, como las tres generaciones de Verón (Juan Ramón, Sebastián y Dylan) en fútbol, o los cuatro hermanos Sandoval (Maximiliano, Juan Pablo, Agustín y Jesús), que compartieron cancha y camiseta en Palmira, del Este de Mendoza.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

En este caso, todo comenzó en una tarde de 1986 en el dique Papagayos. “Había una carrera, nosotros llevamos a nuestro hijo más grande con una bicicleta rodado 9 y salió quinto. Lo publicaron en diario Los Andes, fue el primero de la familia que salió en el diario y para nosotros ya era una locura”, recordó con melancolía Liliana Estorch.

Junto a su esposo Daniel López son padres de siete hijos: Gustavo, Damián, Mariel, Darío, Karin, Yamile y Wendy. Entre ellos se “contagiaron” la pasión por los deportes extremos, en especial por la bicicleta. “Mi mamá había sido así, montaba y saltaba en caballo, y yo la copié pero con la bicicleta”, dijo entre risas Liliana, que varios años después repitió la historia pero con su hijo Gustavo.

“Lo anotamos y empezó a correr con una Aurorita que le habían regalado. Competía con cualquier bicicleta hasta que le compramos una de hierro, pesada. A los 7 años fue a correr un mundial con una bicicleta que le regaló un fabricante de Buenos Aires por salir campeón nacional”, continuó la mujer.

En este punto de la historia ya no había vuelta atrás y ninguno de los nueve integrantes del clan sabía lo que los envolvería por el resto de su vida.

Buenas y malas

Lo que inició el hermano mayor no tardó en replicarse en el resto de la camada. Y hasta en sus padres. Como si fuera algo que llevaban en la sangre y se despertó de repente, la BMX (Bicycle Motocross) se volvió parte de sus vidas y las transformó para siempre. “Una vez se hizo un bici-mamá y un bici-papá, me anoté, corrí con otras mamás y salí bien”, contó Liliana, aunque afirmó: “Si no me hubiera ido bien, igual habría seguido corriendo porque la cosa era divertirse”.

Además de despertar su vieja pasión por los deportes extremos, como cuando iba a nadar al Paraná de Las Palmas, en Buenos Aires, Liliana descubrió un espacio de disfrute para compartir con sus hijos. “Desde chica me encantaba lo extremo, debe ser que me gustaba la adrenalina”, manifestó hasta un poco incrédula.

La historia se repitió y sus cuatro hijos mayores se iniciaron en BMX entre los 5 y los 7 años, todos compitiendo a nivel nacional y algunos hasta haciendo podio en competencias internacionales.

Cuando Liliana comenzó a competir en BMX tenía 27 años y cuatro hijos, uno de ellos con un mes de edad. Corría 1987 y “eran años en que el bicicross estaba en sus comienzos”, rememoró Liliana, por lo que sus hijos “se adaptaron a las posibilidades y nunca tuvieron un atuendo como se vende ahora, con todas las protecciones”.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Eso no les impidió exprimir al máximo su potencial y hacer hasta lo imposible por competir, como cuando armaban las rutinas de entrenamiento en el living de su casa o cuando recorrían varios kilómetros hasta alguna pista para practicar. “Entrenábamos muy fuerte, como si fuéramos atletas. Estábamos muy organizados, la necesidad te hace ser así”, dijo Liliana al respecto.

Pese a ello, la madre asegura que sus hijos tenían “talento nato” para la bicicleta. De hecho, la familia viajó a varios torneos internacionales en Brasil y los dos mayores, Gustavo y Damián, llegaron a vivir en Estados Unidos, donde alcanzaron su máximo rendimiento. “Todos los viajes que hicimos, los hicimos por el deporte”, detalló Liliana, mientras recordó visitas a Puerto Madryn, Cinco Saltos, Buenos Aires y Santiago del Estero, entre otras localidades.

También hubo malos tragos y necesidades, claro, como las veces que ganaron viajes a competencias en el exterior pero el premio no llegó por la crisis inflacionaria. “Hicimos todo lo posible para que pudieran competir. Prepararte todo el año y no poder ir es muy frustrante”, expresó la mamá, que de esos tiempos también dijo: “Era una cosa o la otra. Si comprábamos una bici mejor, no había para los pasajes”.

Divertirse en familia

“Me emociona pensar todo lo que hemos hecho para entrenar y prepararnos”, se sinceró Liliana, casi entre lágrimas. El haber compartido los entrenamientos, las competencias y la pasión les permitió tener otra perspectiva de lo que hacían y, sobre todo, una relación más especial entre ellos.

“Vi muchos padres que lo que nunca habían hecho ellos en su vida, querían que lo hicieran sus hijos a la perfección y salieran campeones mundiales”, expresó Liliana, en lo que es una práctica recurrente en todos los deportes del país. Al haber practicado BMX, Liliana y Daniel sabían de sus exigencias y dificultades: “Nosotros hablábamos el mismo idioma. La experiencia de haber hecho el mismo deporte me servía para entender por lo que pasaban. Teníamos claro que era una diversión. Si ganaban, bien. Y si no, en el otro iban a estar mejor”, concluyó la mamá.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Su carrera en Bici Motocross terminó en el ‘96, cuando se enteró de que ya estaba embarazada de su sexta hija. Pero la experiencia de los López Estorch está lejos de terminarse, ya que la tercera generación puso en marcha su propia experiencia a través de sus tres nietos. Liliana explicó la filosofía para continuar con el linaje: “La clave está en divertirse. Más allá de las presiones, lo importante es divertirse. El resto viene por añadidura”.

En este sentido, la mamá -y abuela- aclaró que no es partidaria “de que ningún deporte ni actividad, ya sea el arte o cualquier cosa, sea para presionar”. “Un deseo para todas las familias, sea el deporte que sea, es que lo disfruten. Los chicos crecen rápido y es tan lindo compartir momentos así, que uno no tiene idea de lo que está viviendo. No importa cómo sea y en qué deporte sea, pero hay que disfrutarlo”, sintetizó Liliana.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

De la misma manera, la mujer resaltó que el BMX les ha dejado experiencias y vínculos para toda la vida. “Era un deporte muy familiar, y yo agradezco porque hoy en día tengo amistades de la primera vez que empezaron a correr. Hemos visto muchas camadas de gente que ha ido dejando por estudio u otro motivo, pero que se siguen juntando a comer un asado o que se visitan a otro país. Son amistades divinas y muy sanas”, manifestó al respecto.

Para terminar, Liliana insistió con que le encantaría “que la gente disfrute la vida y a los hijos”, y concluyó: “Que hagan lo que hagan, se rescate la familia, porque es el núcleo de la sociedad y se está perdiendo”.

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