Sábado 13 de enero de 2024, 12 del mediodía (minutos más, minutos menos). Eduardo Furlán, presidente de la ONG SOS Acción Salvaje -que trabaja en la rehabilitación y conservación de fauna autóctona y silvestre mendocina- se encontraba en La Carrera (Tupungato), precisamente trabajando en uno de estos programas de conservación, cuando la presencia de varios cóndores sobrevolando la zona le llamó la atención.
En la medida en que fue siguiendo su vuelo -y, desde la tierra, fue siguiendo su rastro-, se fue encontrando cada vez con más y más cóndores. Y mientras más se acercaba a la ladera de uno de los cerros el recorrido -en este caso, solo visual-, el número de ejemplares de cóndores andinos crecía.
“Habrán sido como 110 cóndores, por lo menos”, cuenta Furlán a Los Andes. Y aclara que, si bien no es un avistaje frecuente ni un espectáculo natural con que uno se logre topar a menudo -de hecho, el cóndor es un ave que no suele estar presente en parajes urbanizados-, es muy común que se encuentren estos nutridos grupos cuando hay un animal muerto grande y del que ellos se están alimentando.
“El cóndor no es un animal que cace, sino que es carroñero. Y, en este caso, se estaban alimentando de un animal que ya estaba muerto en el lugar. Como era de grandes dimensiones, había una importante cantidad”, explica Eduardo Furlán, rememorando la escena que fotografió y filmó hace unos días en el Valle de Uco y que, tranquilamente, podría ser el extracto de un documental de National Geographic o de Animal Planet.
En las fotos y videos se observa como los cóndores sobrevuelan la zona donde se encontraba su alimento. No obstante, en ningún momento se los observa cazar a su presa viva, ya que -tal como lo indica su categorización- son especies carroñeras y que simplemente se alimentan de restos de animales muertos que son observados por ellos mismos desde las alturas.
“Es difícil ver este espectáculo y es la primera vez que tenemos la suerte de verlo. Pero, normalmente, cuando hay un animal muerto, se suelen juntar en grandes cantidades para carroñear. Y, aunque no suele muy visto, en verdad es un evento frecuente”, resumió Furlán.
EL ROL CLAVE DEL CÓNDOR COMO LIMPIADOR NATURAL DE AMBIENTES
El cóndor andino es una especie majestuosa que se encuentra protegida por ley en Mendoza y que, además, tiene un valor ecosistémico trascendental en los paisajes que habita. A este se le suma, además, el simbólico, cultural y ancestral.
Su hábitat se extiende a lo largo de toda la Cordillera de los Andes, desde Venezuela y hasta Tierra del Fuego -incluso, hay registros recientes que también los sitúan en zonas aledañas al mar, en especial en el Sur argentino-, y ha sido declarado monumento natural y especie protegida en la mayoría de las regiones donde vive (en Mendoza la declaración data de 1998).
El cóndor es, además, una especie sagrada, que fue honrada y se sigue honrando por los pueblos originarios. Además, cumple un rol fundamental: el de limpiar los campos de los focos de infección que se generan en los animales que están muertos y tendidos en la tierra (de hecho, a los cóndores se lo considera “limpiadores naturales”). Y es que los cuerpos en descomposición, los organismos y las bacterias pueden llegar a ser peligrosos para otras especies e, incluso, las personas. Por ello es que el rol de limpiadores de los cóndores connota su importancia también.
Como bien aclara el referente de SOS Acción Salvaje, el cóndor es una especie carroñera, que no caza presas, sino que se alimenta de los restos de los animales muertos. Y es en este rol, precisamente, que facilita la limpieza de focos de infección. Además, con sus fuertes picos atraviesan cueros grandes de los animales muertos, lo que permite que -a posteriori- lleguen otros carroñeros y, no solo se alimenten, sino también se acelere todo el proceso de limpieza.
LA PELIGROSA CONFUSIÓN QUE PONE EN PELIGRO AL CÓNDOR
A partir de un concepto erróneo y peligroso, durante los últimos años una gran cantidad de estos ejemplares han sido víctimas de matanzas masivas (más allá de estar protegidos).
Y es que muchos productores, creyendo que son aves de rapiña y que cazan a los animales de su ganado para convertirlos en sus presas, arremeten contra el cóndor andino, disparándoles directamente con la intención de eliminarlos. Además, aquí entran en escena también los cebos (animales muertos) y que los propios productores envenenan y dejan tirados en el campo para eliminar a otros predadores mayores (como pumas y zorros, por ejemplo). Estos se convierten en una amenaza y provocan daños colaterales, ya que los cóndores, al ver a estos animales muertos convertidos en carroña, bajan a alimentarse de ellos y terminan envenenados con estas trampas.
Estos químicos que se utilizan en los cebos son nocivos y letales hasta para el propio ser humano y, muchas veces, los cadáveres envenenados de los animales que lo consumieron pueden llegar a los cauces de agua de los que, justamente, se abastecen también las personas. En pocas palabras, este veneno puede llegar a las personas con mucha facilidad y rapidez. Y también es letal.
Por lo general, los cóndores que son encontrados y rescatados en malas condiciones suelen presentar dos tipos de intoxicación. O bien por plomo, que es cuando ha recibido un disparo y este metal comienza a esparcirse en su organismo, o si no por agroquímicos, que es cuando el animal se ha alimentado de uno de los cebos envenenados por el ser humano.
CONVIVENCIA ENTRE ESPECIES
Desde hace años, en Mendoza y en Argentina, se está trabajando con programas que apuntan a la convivencia entre predadores (pumas y zorros) y animales de corral, a fin de evitar matanzas. Uno de ellos es el programa de Perros protectores, que ha arrojado resultados más que favorables en sus distintas experiencias.
El mencionado programa de Perros protectores consiste en incluir, prácticamente desde el nacimiento, a perros dentro de la manada del ganado y sus corrales, precisamente para que éstos se acostumbren a convivir entre sí y que así se permita mantener alejados a los pumas y otros carnívoros. Por lo general, en base a la experiencia, se observa que por una mera cuestión de olfato, al advertir la presencia de otro carnívoro (en este caso el perro, que se cría adaptado a la manada), el puma directamente no suele acercarse a estos corrales y se esfuma el peligro.
De esta manera, y al no acercarse los carnívoros depredadores, se abandonan prácticas peligrosas como las de los cebos envenenados. Y, en consecuencia, también se mantienen alejados del riesgo y la letalidad los cóndores y otras especies.