Cuando hace 22 años, Martha Reale aceptó trabajar en la consultora que había fundado su hermano Jorge no imaginó la exposición y la influencia que tiene hoy. Se había recibido de licenciada en Comercio Internacional porque era la carrera que -casada y con una beba- reunía las condiciones de practicidad para poder estudiar junto a su esposo Walter.
“Estuve en la búsqueda un tiempo hasta que encontré esta profesión que hoy puedo decir que siento pasión por lo que hago”, apunta a la vez que recuerda que comenzó “casi por casualidad” en Reale Dalla Torre. Allí desarrolló el departamento de investigación. “Cuando arrancamos era una agencia de publicidad especializada en marketing político, más focalizado en comunicación política”, rememora y destaca que “al principio fue un proceso de aprendizaje y después te vas consolidando”.
La conversación se mantiene lejos de lo que habitualmente responde en una nota periodística porque la meta es conocerla más allá de su trabajo. Habla sobre su familia, su matrimonio de 36 años, su temprana maternidad, el orgullo que siente por sus dos hijos -Caro y Pablo-, la elección de su carrera profesional y cómo llegó a convertirse en una de las mujeres más influyentes de la política, un ámbito machista por excelencia.
Con esa misma pasión que hacia el final de la charla se mete en los datos para describir el escenario de cara a las elecciones 2023, hace un repaso del camino recorrido. Sabe que ese respeto lo ha construido con el tiempo, con los pies bien sobre la tierra y con esa cultura del esfuerzo que mamó en su familia de clase media. Y admite que si bien “es un tema de personalidad”, ha desarrollado “bastante inteligencia emocional para saber manejar determinadas situaciones” y ha priorizado siempre la honestidad.
“Las personas que trabajan conmigo saben que los datos que le voy a brindar son de calidad, el asesoramiento siempre será honesto, pensando en lo más conveniente para el cliente y para la sociedad. Eso se ha puesto en valor. Estoy orgullosa de haber elegido el camino largo. De no haber intentado buscar atajos”, dice con satisfacción.
Esa personalidad y su experiencia laboral le permiten tomar distancia de los sondeos para “hacer el trabajo más racional”. Sin embargo, en esta última crisis ha sido diferente. “Me duele mucho el país y me duele mucho ver a la gente tan derrumbada en término de expectativas. He sentido que me ha afectado más de la cuenta. Estamos todos súper sensibles”, argumenta.
De Abogacía a los datos
A los 18 años, Martha se puso de novia con ese muchacho dos años mayor que ella, amigo de su hermano que conocía desde los 12 años. “Al año nos casamos y me quedé embarazada”, cuenta y agrega que por entonces, ella y Walter estudiaban Derecho aquí en Mendoza. Ante la dificultad de congeniar horarios para el cursado, decidieron inscribirse en Córdoba y hacer la carrera de Abogacía libre.
Lejos de ser la solución, fue una frustración mayor porque las huelgas docentes durante el gobierno de Alfonsín les impedían rendir las materias porque se suspendían las mesas. Dejaron y se inscribieron en la Universidad Champagnat para estudiar Comercio Internacional. “Esa carrera la ejercí dos años. Creo que fue la carrera que podía estudiar en el momento y no lo que quería estudiar. Me resultó práctico porque se cursaba a horario vespertino. Mi marido me acompañaba y cursábamos los dos después de que él trabajaba y resultaba más fácil dejar a la nena”, apunta.
En el 2000, Martha ya estaba recibida, hacía algunas cosas relacionadas al comercio exterior y tenía su segundo hijo -que se lleva siete años con la primera-. “Lo que estaba haciendo hasta el momento no me resultaba del todo atractivo. Mi hermano más chico que es uno de los socios mayoritarios de la firma me propuso sumarme”, señala esta mujer que cuando empezó a incursionar en el tema hizo un posgrado en Comunicación institucional en la UNCuyo, luego realizó cursos de técnicas de muestreo y una maestría en Políticas Sociales.
“Ahora tengo pendiente el doctorado en Ciencias Sociales”, dice sin descartar aquel objetivo que se planteó al iniciar la maestría, pero que ha debido postergar por la cantidad de trabajo. “Estoy en una etapa profesional muy activa porque combino el asesoramiento al sector público y al sector privado”, explica a la vez que detalla que lo que más le gusta de la consultoría política e investigación social es la adrenalina que le genera mientras que del sector privado le seduce la demanda de desafíos en términos de competitividad.
El peso de la información
La complejidad en la toma de decisiones ha contribuido a que el análisis de datos sea moneda corriente aún entre empresas chicas; ya no es suficiente el olfato como hasta hace algunos años. “Las encuestas se han vuelto de consumo masivo”, precisa Martha en tanto sostiene que si en esta profesión, “no sos bueno en lo que hacés, no sobrevivís”.
El ejemplo más palpable de esa evaluación es en la época de elecciones. “Los encuestadores estamos super escrutados y rendimos exámenes cada dos años en este país”, agrega esta mujer que es la que en una reunión es la que suele quedarse en el grupo de los hombres charlando de política y economía.
- ¿Cómo es vivir con toda esa información?
- Se vive con mucha responsabilidad y en algunos casos con una carga. Me ha pasado, sobre todo en el último tiempo que el ánimo social está en un subsuelo, la gente está deprimida. Me ha pasado de hacer encuestas cualitativas -focus group- y que esa energía tan negativa me atraviese y llegar muy mal de ánimo, muy acongojada, muy triste. En este último tiempo como que me duele mucho el país y me duele mucho ver a la gente tan derrumbada en término de expectativas. He sentido que me ha afectado más de la cuenta. Estamos todos súper sensibles. A eso hay que sumarle que atravesamos una pandemia con lo que significó a los que aportábamos datos para la toma de decisiones en ese contexto inédito, que también fue una carga fuerte en términos emocionales porque es una responsabilidad enorme.
En general, me despego. No hay manera de que puedas involucrarte porque no hay cuerpo ni cabeza que resista eso. Pero esta última etapa de Argentina me ha resultado complicado, no solamente decodificar a la opinión pública. Tratar de despegarte un poco de las emociones de la gente para hacer un trabajo más racional. En general lo consigo y por momentos siento que me atraviesa
Ésta la he percibido más en términos personales, y me ha afectado más la opinión, y ese nivel de pesimismo me ha afectado en términos personales. Pero hay que seguir adelante.
- ¿Te imaginabas llegar adonde estás hoy?
- No. Creo que lo fui construyendo con el tiempo de manera paulatina. Ni siquiera tomo conciencia de dónde estoy. Reconozco que tengo una alta exposición y no rehuyo a eso. Desde que empecé a difundir datos, para mí, es igual un medio pequeñito y el medio más importante del país. La clave está en no creertela porque hoy estoy acá porque las circunstancias me pusieron acá; mañana estaré en otro lugar. Eso he intentado tenerlo incorporado porque después las frustraciones son altas.
El escenario rumbo a las elecciones 2023
Martha realiza una lectura de los últimos sondeos de la consultora Reale Dalla Torre.
- ¿Cómo ves el escenario en el país de cara a las elecciones?
- Veo el escenario muy complejo. Creo que está claro, de acuerdo a los números que manejamos, que si las elecciones fuesen mañana el oficialismo nacional perdería. Pero estamos hablando del peronismo que nunca hay que subestimar.
Y lo veo complejo en términos de una oposición despistada, más concentrada en las disputas personales que en los temas que realmente deberían abocarse. Creo que lo van a resolver, que son tensiones lógicas porque lo que tiene hoy Juntos por el Cambio es una crisis de liderazgo que en algún momento, más temprano o más tarde, se va a resolver, pero hoy está generando ruido y genera además más incertidumbre en la gente porque la realidad es que hay un estado de abulia en lo que siente la ciudadanía, una sensación de querer tirar la toalla. En algún momento esa sensación se va a transformar en una expectativa y esa expectativa sí o sí va a tener que estar depositada en algún espacio o dirigente político.
Creo que una vez que se ordenen, la ciudadanía va a ir focalizando un poco, no digo en la salida porque si hay algo que está clarísimo de acuerdo a lo que recogemos de la opinión pública es que nadie es optimista en que esto se vaya a resolver en el corto plazo, ni siquiera en el mediano plazo. Hay como una sensación de realismo brutal en ese sentido y un desafío tremendo para la dirigencia política de cómo generar algún grado de esperanza para que la ciudadanía vaya a votar.
- Y ¿a nivel provincial?
- A nivel provincial lo veo mucho más ordenado. De hecho las encuestas son mucho más categóricas respecto a que Cambia Mendoza se encaminaría -si no sucede algo fuera de contexto- a conseguir su tercer mandato consecutivo y ahí sí veo a la ciudadanía -esto es dato, no opinión- mucho más satisfecha con el Gobierno provincial que con el Gobierno nacional.
Veo una oposición en Mendoza también en falta en términos de construcción de la alternancia que se necesita. Un peronismo muy debilitado en cuanto a sus niveles de popularidad y con un desafío enorme de reconstruirse si no es para 2023, al menos para el 2025 y 2027. En Mendoza, el futuro parece un poco más claro, de acuerdo a lo que dictaminan los datos de las encuestas.
- ¿Cómo repercute el resultado de Brasil en estas latitudes?
- En Brasil sucedió lo que viene sucediendo en las últimas elecciones en la región y distintos países de occidente, que es sociedades cada vez más polarizadas, pero en Brasil fue una polarización al extremo. Otro dato que se viene dando es que están perdiendo los oficialismos de manera sistemática. Eso tiene que ver con el enorme grado de insatisfacción que hay en las sociedades en general y también tiene que ver con esto de que en los últimos años, la ciudadanía se ha visto más obligada a optar que a elegir. Cuando vos optás por la oferta electoral que te proponen en realidad terminás inclinándote por el que menos te disgusta. Eso tiene una trampita para la dirigencia, para el gobierno que gana, que es que cuando vos no generás ese vínculo afectivo con la sociedad, es decir, que si no hay amor, sino utilitarismo la paciencia es mucho más acotada.
Básicamente, ¿por qué pierden los oficialismos? En primer lugar, porque no están dando las respuestas que la ciudadanía demanda porque el mundo se ha complejizado y porque la gran mayoría de la sociedad no vota realmente lo que le gusta. O no hay líderes con la capacidad de cooptar esas voluntades y de lograr que la ciudadanía le dé ese margen de maniobra que se necesita para poder alcanzar los resultados.
Hay una paciencia por parte de la sociedad muchísimo más acotada de lo que existía hace unos años atrás. Es como cuando formás una pareja más por una cuestión de necesidad que por cariño, tu margen de tolerancia siempre va a hacer muchísimo más bajo que la que elegís por amor. En las relaciones de la ciudadanía y los gobernantes se da la misma lógica.