“Esta frase remanida del mundo de la degustación y de la crítica de que ‘El mejor vino es el que más te gusta’ es una pelotudez, lo importante es probar y probar. Educar el gusto. Y entonces, cuando hayas ampliado tus experiencias vas a poder decir cuál es el que te parece mejor. Hay muchos mitos en el mundo del vino”, dice de un tirón el periodista y crítico chileno Patricio Tapia (56).
-¿Cuáles son los mitos más instalados?
-Hay un montón. Por ejemplo eso de que el vino se pone mejor con los años, es una tontera. Hay vinos jóvenes espectaculares. O de que el pescado se come solo con blanco, eso depende del tipo de pescado… Un salmón a la parrilla se disfruta muchísimo con un tinto ligero, por ejemplo.
Afuera llueva a baldazos; adentro, una luz tenue colorea las siluetas de dos copas y una botella de vino intenso. En el tercer piso de un edificio vidriado, clavado en el pedemonte, Patricio posa ante flashes que rompen el clima jazzístico de su oficina, donde produce la guía Descorchados. “Son 1200 páginas que yo escribo por año, tras probar cientos de vinos de toda Sudamérica. Amo escribir sobre vinos, y busco no repetirme ni perder el entusiasmo. La palabra me sigue generando pasión, aún en tiempo de redes sociales e imágenes fugaces”
Esa misma pasión que le puso a su temprana banda de punk, cuyo nombre se desvaneció en el tiempo. O las mismas ganas que le imprimió a la cruzada de dedicarse al periodismo de vinos, pero no para hablar solo de la producción chilena, sino a la de todo un continente. Y luego vendrían programas de radio, especiales en el Canal Gourmet, y este presente, aquí en Mendoza, donde vive gran parte del año.
-¿Qué recordás de tu primer día de trabajo como periodista de esta especialidad?
- Me llevaron a una bodega donde me metieron en una degustación. Estaba absolutamente perdido, no manejaba ningún código, no sabía de lo que se trataba, mi experiencia con el vino era escasa. En mi familia siempre se tomó vino, pero no al nivel de degustación profesional. La primera sensación fue que estaba en un territorio que no era el mío. Y sentí que tenía que estudiar. Tenía que tener una relación más horizontal con la fuente de información. Me fui a estudiar enología y degustación a Burdeos.
-¿Y cuándo te diste cuenta de que hacía falta una guía como la que creaste?
-Mientras estudiaba participé de una guía en Chile, donde ellos reunían a un panel para buscar un promedio de opiniones. Y así elegían a los mejores. A mí eso nunca me pareció correcto. A mí me parece que el vino es una experiencia más bien personal, subjetiva. Y es lo que me motivó a hacer esta guía. Nadie firmaba las opiniones de degustaciones en Chile o Argentina en ese tiempo. Así que era una cosa nueva. Estoy hablando de 1996-97.
-¿Te ha pasado que no te gusten especialmente los productos que son los más laureados?
-Sí, me pasa mucho. Ahora, evidentemente... si a tí te gusta Bad Bunny, y a mí me gusta Bach, ninguno está equivocado. Hay un libro muy bueno al respecto: se llama ‘Música de Mierda’, de Carl Wilson. Habla de cuán arrogante uno puede ser si se cree con la verdad. Lo mismo pasa en el mundo del vino. Pero sí creo que al gusto hay que educarlo. En mi caso, para estar más seguro de lo que opino o escribo.
“Argentina está haciendo mejores vinos hoy en día que Chile”
Más que verborrágico o provocador, como lo suelen presentar en los medios hispanoparlantes, el periodista trasandino prefiere mostrarse como un tipo que le gusta explorar, sumar conocimientos y decir siempre lo que siente. De hecho, recientemente fue titular en medios nacionales con una frase que sacudió al mundillo de la vitivinicultura: “Argentina está haciendo mejores vinos hoy en día que Chile. Sería el rey de los pelotudos si por ser chileno dijera que los vinos chilenos son los mejores del mundo”.
-¿Te quisieron “matar” en Chile con ese título que publicó Clarín?
-Jaja. En esa frase me sacaron de contexto, porque yo realmente creo que esto no es fútbol o un campeonato mundial, donde una etiqueta ‘golea’ a la otra. Pero no me importa lo que cada uno quiera creer a partir de mis argumentaciones. Lo que sí estoy seguro, y fue lo que dije, es que los vinos de este país han crecido enormemente, y hoy tienen merecidos todos esos concursos que gana. Ha ganado en diversidad y recién en el último tiempo se ha esforzado en llegar a nuevos mercados. Chile en ese sentido ya tenía un recorrido. Hay que entender que el 90% de lo que produce Chile se va afuera y se exporta porque el mercado chileno es muy pequeño. Y en Argentina, al reves: el 80% se consume acá y el 20 % se consume fuera. Y esa expansión ha sido muy rápida; y me sorprendió eso. La capacidad de reacción ante la dificultad o ante los desafíos de los argentinos no tiene comparación.
-¿Cómo ves el fenómeno de los enólogos mendocinos que se han hecho muy conocidos, incluso fuera de la industria? El caso más resonante es el de Alejandro Vigil, tildado como el Messi del vino.
-Esto de los enólogos al estilo rockstar también pasa en Chile, y creo que está pasando también en la gastronomía en general y en otros rubros. Y me parece muy bien porque ayuda a promocionar un poco más el mundo del vino. Me encanta que que Vigil salga en la tapa de la revista de La Nación, por ejemplo. Está bueno para seguir trayendo gente a este mundo. Y ojo, en este caso no se trata solo de un producto de marketing. Porque hay una gran obra detrás, hay un trabajo detrás que lo avala. Es un error creer que se trata de gente que solo se sabe vender; su producción es buenísima.
-En cinco palabras, el vino perfecto.
El vino perfecto no existe.
Y agrega: “La perfección es una fantasía. Pero lo que creo que más se acerca al vino perfecto para mí es el que tiene un mayor sentido de pertenencia, de lugar. El que es más fiel a su origen, es el mejor. No sé cuántas palabras son esas…”.
-El peor error que puede cometer un vino en tres palabras...
-Ser puro ego. Que el hacedor muestre su ego a través del vino, y que no muestre el lugar de donde viene esa uva.
-En una palabra, ¿qué esperas que diga la gente cuando lee tus artículos en las guías o en los diarios?
-Nada. No espero que digan nada. Espero que aprendan. Espero tener la capacidad de dar a conocer una bebida tan bella. Y sobre todo de promover su diversidad. Es una meta que uno trata de alcanzar, aunque probablemente nunca lo logre al cien por cien. Pero trato de contribuir a la educación, a la promoción de la cultura del vino. No hay que olvidarse de que es un alimento más sobre la mesa. Que tiene sus profundidades. Hay que darlo a conocer.
-Por tu trabajo llevas mucho tiempo lejos de la familia. ¿Te pasa de pensar si todos los sacrificios valen la pena?
-Tengo mis hijas que son mayores y las veo todo el tiempo. Yo, efectivamente, viajo mucho. Mi mujer trabaja conmigo. Y ya están acostumbradas a que su papá viaje. A veces viajan conmigo. Yo soy separado, hace ya casi 11 años, y tengo una muy buena relación con mi ex mujer. Sí, paso mucho tiempo en aeropuertos o largos viajes. Pero es parte del trabajo. Hay gente que se tiene que sumergir 200 metros en un hoyo para sacar carbón. Bueno, yo tengo que viajar una buena parte del año para trabajar. Para llevar un plato de lentejas a la mesa. Así que todo tiene su sacrificio. Hay otra gente que trabaja de nueve de la mañana a nueve de la noche, y ve a los hijos solamente para darles un beso cuando están durmiendo. Todo tiene sus costos.
-¿Hay mucho chanta en el mundo de la crítica de vino?
-Me lo han comentado mucho. Yo no lo he visto tanto. Defiendo el estudio y la formación, de hecho yo estudié para esto; pero también creo que si una persona es sensible en otra rama del arte, por ejemplo en la pintura o en la música, puede trasladar esa sensibilidad al mundo del vino. En ese sentido, respeto a la gente que viene desde otras áreas.
-Además de la sensibilidad, ¿cuál es la característica más importante que debe tener el crítico?
-Lo más importante de este trabajo es la sinceridad. Como te comentaba, para mejorar mi trabajo de periodista estudié enología, e hice algunas experiencias con mis propias creaciones. Hubiera querido, por ejemplo, que la crítica hubiese sido lo más dura posible con mi producción. Esa es una gran manera de aprender.
-No obstante el culto a la frontalidad, ¿te arrepentís de haber sido muy ‘despiadado’ con alguien en tu crítica?
-Bueno, me imagino que sí. Alguna vez pude haber sido muy duro con algún profesional. Como en Descorchados nosotros tenemos un sistema, que es que nos juntamos con los productores, quizá he sido duro no a nivel técnico, pero sí a nivel humano. Fui un poco estricto con personas que estaban haciendo su trabajo, básicamente y no tuve en cuenta su esfuerzo. Sobre todo en un comienzo en Argentina y en Chile. Yo sentía que había que mover un poco el piso para que las cosas cambiaran. Pero a medida que uno se pone más viejo, se vuelve más eficaz a la hora de decir las cosas. Hoy comunico de una manera mucho más suave, menos hiriente.
¿Quién es Patricio Tapia? Del punk a figura multimediática
Patricio Tapia (Chile, 7 de agosto de 1968) es periodista y escritor especializado en vinos. Su firma aparece en guías y libros muy reconocidos por su rigor, así como también en columnas especializadas de Chile y el extranjero. Tuvo en su juventud una banda de punk, donde tocó la guitarra. Estudió periodismo en la Universidad de Chile. Posteriormente cursó un diplomado de degustación y enología en la Facultad de Enología de la Universidad de Burdeos, Francia.
Trabajó para el periódico chileno El Mercurio como columnista estable de la revista Wikén, y a nivel internacional fue editor asociado de Wine & Spirits Magazine, New York. Desde 2004 tuvo importantes participaciones en El Gourmet, canal de argentino gastronómico que se emite en varios países de Hispanoamérica.
Es autor de Descorchados, una de las guías de vinos más importante del mundo, en la cual se incluyen las principales viñas de Chile, Argentina, Uruguay y Brasil; pertenecientes tanto a la industria como de pequeños productores. Entre sus proyectos, tiene pensado documentales y especiales para las plataformas de streaming. Desde el domingo 20, sus columnas podrán leerse en Los Andes.
Centralidades: un ping pong al medio de la cancha
-¿Cuál es el objetivo central que tendría que tener cualquier enólogo?
-Interpretar un lugar. El vino se debe a su origen y se debe expresar ese lugar en el vino.
-¿Cuál es el peor pecado que puede cometer un crítico?
-Bueno, a mí me pasa. Creer que tiene la verdad. De repente me creo el cuento de que yo tengo el gusto, yo tengo la verdad en el gusto. Y es algo que yo me tengo que estar constantemente repitiéndome en el espejo que no es así. Que hay muchas verdades en el vino.
-Persona central en tu vida:
Mi dos hijas, lo son todo para mí. Emilia (23) y Matilda (18)
-Un error central de la Industria
-Es un error que la industria se apoye en rótulos como Malbec o Cabernet, por decir algunos. Lo importante es promocionar y vender el terruño. Es decir, en muchas partes del mundo puede hacerse Malbec y hasta se pueden llegar a aprovechar del esfuerzo de posicionamiento que se haga en Mendoza. En cambio, Agrelo o Gualtallary es inequívoco.